Opinión

Jóvenes y exilio: punto de partida para pensar la Argentina


Por Marco Gammaro (*)

Desde el regreso de la democracia en la Argentina se da un progresivo proceso de erosión de las oportunidades que ofrecemos a los jóvenes. Cada vez más sumidos en las desigualdades que el Estado produce y reproduce, por acción u omisión, la juventud se encuentra sin norte, tanteando como única posibilidad, el exilio.

Es momento de poner en palabras algunas de las principales problemáticas que enfrentamos para acercarnos a posiciones que nos permitan encontrar soluciones al presente de los jóvenes.

El 2021 comenzó con la mitad de los jóvenes argentinos en la pobreza. Si bien la gravedad de esto es producto principalmente de la situación sanitaria a nivel mundial, es innegable que el problema no empezó en marzo de 2020, y que una vez que termine la pandemia, tampoco va a desaparecer la pobreza de la juventud.

Si hacemos un repaso por los últimos años, podemos ver que desde el 2008 la pobreza entre los jóvenes no hace más que crecer.

Esto nos da la pauta de que se trata de un problema estructural, alimentado probablemente por la ausencia prolongada de un proyecto de país que contemple la creación de empleo, la inversión y la puesta en valor del esfuerzo colectivo y personal para la realización de proyectos individuales, y por supuesto, también colectivos.

Aunque con el Gobierno de Cambiemos esto intentó cristalizarse en la dirección del Estado Nacional, probablemente se requerían más de cuatro años para resolver problemas que llevaban décadas.

Por un lado, si bien no podemos hablar con mucha rigurosidad de la última gestión de Cristina Fernández debido a que el INDEC estaba intervenido y que en los últimos dos años de gestión no se publicaron datos oficiales, podemos estimar que para el final de su segundo mandato había 30% de pibes pobres en la Argentina.

Seis años después, estamos por duplicar esa cifra.

Es claro que los primeros en sufrir los efectos de la crisis son los jóvenes. Casi la mitad de los empleos perdidos desde el comienzo del gobierno de Alberto Fernández, eran ocupados por jóvenes en edad de laburar. En este punto tenemos un récord: somos habitantes del país con mayor desempleo juvenil de la región, y no hay razones aún para ser muy optimistas respecto del futuro.

La desigualdad también opera en este punto: mientras el 26% de los jóvenes del quintil más bajo de ingreso está desempleado, solo el 9% de los jóvenes del quintil más alto está en esa situación.

El género es otro predictor de vulnerabilidad laboral: el 25% de las mujeres jóvenes están desempleadas frente al 15,4% de los varones. Ahora bien, quienes tienen aún la suerte de conservar su empleo, probablemente lo hagan en condiciones de informalidad, otro gran problema que enfrenta la juventud.

Entonces, la falta de perspectiva de corto, mediano y largo plazo, la imposibilidad de que el futuro se presente como algo medianamente previsible sobre el cual se pueda proyectar una forma de vida, nos lleva a la irremediable pasividad de quien ya nada espera.

El objetivo que debemos proponernos es el de establecer las condiciones para que la juventud pueda encarar la construcción de un proyecto de realización personal. De esta manera vamos a poder construir ciudadanía activa y de calidad.

(*) – Secretario general de la Coalición Cívica ARI en la Ciudad de Buenos Aires, secretario parlamentario.