El IBR de la UNR alberga a un gran número de investigadores y becarios que contribuyen al crecimiento del conocimiento científico.
El Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), dependiente de la Universidad Nacional de Rosario y del CONICET, es un espacio que alberga a un gran número de investigadores y becarios que contribuyen de manera significativa al crecimiento del conocimiento científico, tanto a nivel local como nacional.
“El crecimiento del IBR es el resultado de una combinación de factores clave. Por un lado, contamos con una masa crítica de investigadores de perfil internacional que realizan aportes científicos de alto impacto. Por otro, el instituto se apoya en un equipo comprometido de técnicos, profesionales y personal administrativo que brinda un soporte esencial para el desarrollo de los proyectos”, explicó el Director de este centro de investigación, Javier Palatnik.
Desde su creación en 1999, el IBR se ha dedicado a generar y difundir conocimientos en ciencias biológicas y fomentar el desarrollo biotecnológico. A través de la investigación y la docencia, se busca siempre atender a las necesidades de la sociedad.
El instituto se destaca por su compromiso con la ciencia de calidad y la transferencia tecnológica, aportando soluciones a diferentes problemáticas. Muchos de sus descubrimientos han resultado en patentes, productos en el mercado y acuerdos con empresas, así como en la creación de empresas de base tecnológica.
Palatnik indicó que es fundamental que la ciencia y la tecnología se desarrollen con la máxima calidad posible, ya que este proceso genera talento de manera continua. “Muchas de las personas altamente capacitadas que se entrenan y forman en el IBR adquieren habilidades en la resolución de problemas, y se integran al sector privado de la región, impulsando la innovación. Otras, actúan como emprendedoras, creando nuevas empresas de base tecnológica (startups) en nuestra provincia”, comentó y agregó: “La atracción de estudiantes y becarios talentosos, principalmente de la UNR, ha sido fundamental en este crecimiento. Sus tesis doctorales, tesinas y proyectos postdoctorales han impulsado investigaciones innovadoras, consolidando el crecimiento del IBR”.
Con más de 200 personas trabajando en distintas líneas de investigación y en más de 5000 metros cuadrados de laboratorios, talleres y equipos de última tecnología, el IBR es un centro de referencia. Actualmente, cuenta con 26 grupos de trabajo distribuidos en tres áreas principales: Biomedicina, donde se investigan enfermedades infecciosas y antibióticos, entre otros temas; Microbiología, que abarca la ingeniería metabólica y el estudio de las interacciones entre bacterias y plantas; y Biología Molecular de Plantas, enfocada en mejorar características vegetales para obtener beneficios específicos.
Desde su creación, en el IBR se formaron más de 300 doctores y realizaron más de 300 tesinas de licenciatura, que se desarrollan en coordinación con los programas de la UNR. “Los ejes temáticos en los que trabajamos están orientados a descubrir nuevos procesos e innovar de manera constante. Como resultado de este proceso se desarrollan herramientas con aplicaciones prácticas, algunas de ellas son incluso inmediatas. Un ejemplo concreto es un grupo del instituto que, al estudiar cómo funcionan los virus, durante la pandemia desarrolló un kit que permitió la detección de COVID, y generó una empresa que se llama DetxMol”, detalló.
Gracias a su infraestructura tecnológica, el IBR también ofrece servicios a más de 30 empresas locales y regionales, realizando estudios y análisis que estos no podrían desarrollar por sí mismos.
Un puente entre la ciencia y la sociedad
El IBR es reconocido por contar con distintas propuestas que buscan poner en relación a la ciencia con las y los ciudadanos. Algunas de ellas se vinculan con actividades exclusivas para estudiantes de escuelas primarias y secundarias, estudiantes de los primeros años de la Universidad, jornadas de puertas abiertas donde los laboratorios se abren a la comunidad para que conozcan las distintas investigaciones que allí se realizan.
Pero si hay una actividad por excelencia que apuesta al diálogo, es el taller de Biolíderes que se organiza todos los años desde el 2013 y que tiene como objetivo convocar a figuras relevantes (como pueden ser autoridades gubernamentales, periodistas, empresarios, etc), a la labor científica, y así, brindarles herramientas que pueden ser de utilidad en el momento de tomar decisiones en determinadas situaciones que involucren aspectos de la biotecnología.
“Desde hace años, la biotecnología se ha consolidado como una herramienta clave para el desarrollo económico de los países. Sin embargo, entender su alcance y complejidad no es algo intuitivo, y las personas responsables de tomar decisiones políticas o comunicarlas, generalmente, no tienen una formación disciplinar en biotecnología. El temario del taller ha evolucionado a lo largo del tiempo, incorporando también los avances en ciencia y tecnología. Por ejemplo, la edición génica mediante CRISPR, que no estaba en el programa original, hoy es uno de los temas centrales”, puntualizó el Director del IBR.
Asimismo, subrayó que esta constante actualización requiere un trabajo previo en la preparación de cada taller, buscando adaptarse siempre al contexto y a las necesidades del momento. “A lo largo de los años, muchas figuras políticas relevantes han participado en Biolíderes, incluidos tres exgobernadores, la actual vicegobernadora, así como diputados y senadores provinciales y nacionales. Hoy, Santa Fe cuenta con su propia Ley de Ciencia y Tecnología y con una Agencia Provincial para impulsar el financiamiento. Si bien cada gestión en nuestra provincia le ha dado su impronta particular, esta estructura se ha mantenido firme a lo largo de los cambios políticos, lo que destaca a Santa Fe como una excepción en comparación con la situación nacional. Nos gusta pensar que Biolíderes ha contribuido a esta continuidad, y un compromiso sostenido con la ciencia y la tecnología”.
Poniendo en valor el conocimiento
Durante estos últimos años, por parte de profesionales e investigaciones que se han desarrollado dentro del IBR han provocado el surgimiento de diez empresas de base tecnológica, lo que muestra un fuerte compromiso con la puesta en valor del conocimiento generado para llegar a un impacto directo en el sector de innovación productiva.
En la búsqueda de ampliar y consolidar el ecosistema científico tecnológico en la región, en 2015 el IBR impulsó la creación de Bio.R, un espacio destinado a la aceleración de empresas de base tecnológica donde, científicos y becarios del IBR han optado por convertirse en emprendedores y crear start-ups tecnológicas. “Cuando iniciamos, el ecosistema emprendedor en la región era incipiente, lo que convirtió a nuestra aceleradora en la primera de su tipo dentro del ámbito de CONICET. Hoy, el panorama ha cambiado y existen más opciones accesibles de financiamiento, facilitando la creación y el desarrollo de start-ups como parte de un ecosistema emprendedor más consolidado”, recordó Javier Palatnik.
Las empresas creadas por investigadores que actualmente siguen trabajando en este instituto incluyen a Inmet, pionera en Argentina en el desarrollo de organismos genéticamente optimizados para la producción de compuestos de alto valor agregado y mínimo impacto ambiental; Keclon, que ofrece soluciones innovadoras basadas en enzimas para mejorar el rendimiento industrial y preservar el medio ambiente; Detxmol, que proporciona soluciones para el diagnóstico molecular en laboratorios de análisis clínicos; Fecundis, que mejora las tasas de éxito en reproducción asistida; y Exo+, especializada en la creación de exosomas modificados para aplicaciones en la clínica médica.
Además, existen empresas fundadas por investigadores y becarios tras su estancia y formación en el IBR, como BioHeuris, que se especializa en agrobiotecnología y desarrolla sistemas sostenibles para el manejo de malezas; Syocin, que crea biobactericidas de alta precisión para eliminar bacterias que afectan la producción y distribución de cultivos; Mosquita Feed, que transforma desechos orgánicos en productos sostenibles de alto valor para la alimentación animal, como harinas, aceites y fertilizantes; y Kresko, que suplementa con pequeñas moléculas naturales para reprogramar las células del cuerpo humano, fomentando el crecimiento, desarrollo y regeneración de tejidos en diversas circunstancias.
Palatnik valoró que este proceso siga en marcha, con nuevas empresas en desarrollo, algunas ya creadas e incubadas dentro del instituto, y otras que crecieron lo suficiente para funcionar de manera independiente. “Así como hay una rueda virtuosa en la formación de talento y recursos humanos que se incorporan al sector productivo, también hay un proceso similar en la generación de empresas de base tecnológica. Por esto, es esencial que esta rueda que está empezando a girar se siga manteniendo en el tiempo para que ver que sus resultados impacten cada vez más en nuestra sociedad”.