Cabin 9 es un barrio, entre Rosario y Pérez, ni lo suficientemente lejos ni lo suficientemente cerca de ninguna de las dos, se sustenta como puede. La ausencia del Estado se siente en varios rincones, para rellenar uno de ellos surgió hace nueve años el Jardín Surcos. Se trata de la iniciativa de una ONG, que no sólo contiene y educa a los niños más pequeños, sino que organiza charlas y reuniones regulares con los padres. CLG dialogó con Ana María De Luca, miembro del Consejo de Dirección y directora de la Escuela para Padres de ese establecimiento educativo, que contó cuál es su función y cómo funciona el jardín.
«Es un barrio humilde, pero lo positivo es que las familias son receptivas. Todo lo que uno brinda ellos lo absorben y quieren producir un cambio en su familia, en sus parejas, con sus hijos», comenzó a contar Ana María para contextualizar un poco cuál es la situación que los rodeo día a día.
La directora aseguró que la iniciativa surgió para brindar «una formación integral, una educación en valores, y no sólo formar a los nenes si no formar a los padres«. Por esto, desarrollan «La escuela de padres». «Dos veces al mes, damos formación en virtudes humanas: laboriosidad, respeto, generosidad, humildad, sinceridad», manifestó. Y luego continuó: «La segunda charla es una escuela de padres donde vienen profesionales y se dan charlas de actualidad, por ejemplo, viene una jueza de menores y le pedimos que les transmita cómo recibe ella a los chicos. Entonces ella les habla de la educación que necesitan para que no delincan».
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Por el Jardín Surcos pasaron en nueve años 490 niños. El contacto y la contención que brindan a las familias se mantiene a lo largo del tiempo. De hecho, Ana María contó: «Las madres vuelven a contarnos sus inquietudes, sus problemas y ellas saben que nosotras estamos«.
En este sentido, la dirigente comentó que «hay interés de parte de los padres». «Una hace muchos años que está y muchas mamás empezaron a trabajar, otras terminaron el secundario y dos están en la facultad, a pesar de que tienen cinco hijos y de que les cuesta, pero ellas quieren un cambio», dijo con mucho orgullo.
«Son personas y familias que han sido ignoradas durante mucho tiempo, entonces ahora que se sienten contenidas, respetadas, ellas mismas dicen: ‘Yo hoy me siento digna, de respeto y de recibir la formación que no pude recibir, y de educar a mis hijos de distinta manera’», sostuvo.
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Sobre la situación laboral y económica que se vive en el barrio, explicó que existen dos realidades muy diferentes. «En este momento hay padres que están sin trabajo, porque son albañiles o herreros, pero en otras familias ha mejorado porque han salido a trabajar las madres, porque han estudiado». Y profundizó: «Hay un sector que está en la pobreza, que son cartoneros, que viven de changas. Pero hay otro sector, que hoy es mayoritario que cuando empezamos que tiene trabajo y que quiere mejorar su casita, sus hijos».
Ayuda del Estado
Este tipo de organizaciones aparece en el mapa y en los distintos sectores rellenando un hueco que dejó vacío el Estado en la mayoría de los casos. La historia de Jardín Surcos no es diferente. Así, Ana María sostuvo: «Nosotros necesitamos fervorosamente la ayuda del Estado porque podríamos hacer mucho más«. La institución surgió como un espacio de contención porque «los nenes estaban en la calle, literalmente».
«Pasaron 490 nenes, pero tenemos sólo tres salas. Si recibiéramos ese apoyo o ayuda del Estado podríamos tener un jardín hasta salita de 5, la proyección de tener un colegio primario. Nos abriría un campo mucho mayor, y ahí sí se produciría un cambio radical de la comunidad», reflexionó.
Nuevo edificio
El jardín se encuentra actualmente en la etapa de construcción de un nuevo edificio. La entrevistada contó que «se necesita más ayuda». Refiriéndose, más que nada, a la parte económica. «Esto lo hacemos de manera particular, es una ONG, que la verdad que trabaja mucho, a veces la situación se hace muy difícil y con la ayuda del Estado sería mucho más fácil salir adelante». Desde la organización, se encargan de solventar, entre otras cosas, los sueldos de los docentes, » al no recibir ningún apoyo económico no es fácil».
«La compra del terreno se logró con la ayuda de particulares que nos donaron el dinero, de personas que nos han prestado generosamente pero hay que devolverlo, y con tres empresas de Pérez que tienen la esperanza de que sus empleados puedan mandar a sus hijos al jardín», manifestó. «Una comunidad sólo se puede cambiar con educación integral«, manifestó.