Opinión

Israel, las monarquías sunitas del Golfo y el acuerdo posible


Por Damián Umansky - Periodista especializado en internacionales

Por Damián Umansky – Periodista especializado en temas internacionales

A Shimón Peres, el legendario líder israelí del siglo XX, uno de los arquitectos y promotores de los acuerdos de paz de Oslo de 1993 entre su país y los palestinos, “visionario” para algunos, “naif” para otros, el paso del tiempo y de la historia le empieza a dar la razón.

Peres, escribió a mediados de los ´90 junto a Arye Naor el libro “El Nuevo Medio Oriente”. Aquí, el histórico dirigente israelí ofrece una visión convincente del futuro de su región. Él ve un Medio Oriente reconstruido, libre de los conflictos que lo asolaron en el pasado, listo para tomar su lugar en una nueva era, ve un renacimiento social y también un renacimiento económico, con estrategias de integración y cooperación regional.

Esta semana, flamearon conjuntas en los balcones de la Casa Blanca las banderas de Israel, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos. Washington fue anfitriona de la rúbrica histórica de paz entre el país hebreo y estas dos monarquías árabes sunitas del Golfo Pérsico. A pocos días de las elecciones en Estados Unidos, el presidente Donald Trump – al igual que Bill Clinton hace 27 años en Camp David – logró una valiosa foto política de muchos “likes”.

El acuerdo, más allá de la cosecha política coyuntural, dibuja un nuevo mapa estratégico en la región. Viene a favorecer la apertura de una nueva etapa en términos de intercambio y cooperación en materia de seguridad, comercio, turismo y tecnología.

Este avance en las conversaciones, que implica naturalmente el establecimiento de las embajadas en los respectivos países, capitula las duras “Tres No” de la cumbre árabe de 1967 en Kartún que establecía: “No al diálogo con Israel”, “No a su reconocimiento”, “No a la paz con el Estado Judío. Desde aquel entonces, sólo con Egipto (en 1979) y con el Reino de Jordania (1994) , se sellaron acuerdos de paz.

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La clave para avanzar en estos acuerdos estuvo dada por la admisión pragmática por parte de los EAU, y posteriormente Bahrein, que la dilación en la resolución del conflicto palestino – israelí los privaba de los beneficios de alcanzar un intercambio fructífero con su vecino sionista. Es más, consideran concreta la chance de que otros estados sunitas del Golfo se sumen a esta iniciativa.

Sin embargo, en Oriente Medio no todos celebran el convenio firmado en Washington. Para la Autoridad Nacional Palestina (ANP), se trata de una «traición» por parte de sus colegas árabes. Como se mencionó anteriormente, desde hace décadas la mayoría de las naciones de esta zona del mundo han condicionado que para establecer lazos diplomáticos con los israelíes, estos deben permitirles a los palestinos tener su propio Estado.

De allí que el acuerdo compromete a Israel a “dejar de lado la anexión de territorios palestinos ocupados”. Es más, para los firmantes, “ayuda” a la ANP al abrirles un canal de diálogo con Tel Aviv.

Una lectura entre líneas, es que este proceso deja expuesto a Irán – enemigo común entre los protagonistas de los tratados – , señalado como uno de los responsables de obturar los intentos de paz en la región, a partir del sostenimiento económico de milicias como Hamas y Hezbollah.

En tanto, y en el marco del compromiso que asumió Israel, la derecha de ese país deberá saber gestionar la tensión interna que se producirá con los sectores judíos más ortodoxos, responsables del desarrollo de asentamientos en territorios reinvindicados como propios por la Autoridad Palestina.

Como se puede ver, el camino hacia la paz es muy complejo. Aunque falta mucho, el sueño de Shimón Peres es viable. Más allá de las urgencias electoralistas de Trump, este primer paso así lo demuestra. Es un mensaje que las cosas han cambiado, que hay nuevas realidades en el mundo y la región. Y que se ha llegado a un acuerdo posible.

Damián Umansky – periodista especializado en temas internacionales