Un 1º de agosto de 1981 salía al aire la señal que difundía un contenido exclusivo que transmitía 24 horas y llegaba a todos los hogares
Por Hernani Natale – Télam
Con el videoclip «Video Killed The Radio Star», de The Buggles; imágenes del despegue de un cohete espacial seguidas por una conquista lunar y un animador que celebraba la llegada de «un nuevo concepto en TV», la señal MTV realizaba el 1 de agosto de 1981 su transmisión inaugural, un hito que consolidó de manera definitiva la alianza de la música con el universo audiovisual.
Aunque se trataba de una convivencia de años, hasta el momento en forma de cortos promocionales en donde, generalmente, se podía ver al artista en acción; la posibilidad de contar con un medio de difusión exclusivo que transmitía 24 horas y llegaba a todos los hogares, generó una industria que provocó una revolución estética, fundamentalmente posibilitada por la gran cantidad de dinero que las discográficas destinaban para estas producciones.
Por diversos factores, muchos directores de cine se volcaron en algún momento a la realización de videoclips, lo que enriqueció a este nuevo lenguaje: y a la inversa, este universo también sirvió de plataforma para futuros cineastas.
Desde el lado musical, muchas nuevas estrellas se dieron a conocer a partir de un video o construyeron su imagen a la par de estas intervenciones, como Madonna, Michael Jackson en su etapa solista o Duran Duran.
La suma de todos estos aspectos hace que a lo largo de los últimos 40 años, tanto la industria musical como la audiovisual se hayan retroalimentado e influido mutuamente, al punto que su asociación aparece como algo natural, aunque esto no significa que no existan tensiones ocultas en esta relación.
«El videoclip es un lenguaje en continuo desarrollo. Si bien hay una industria, me parece que el videoclip es el arte de la experimentación. Y la música y el cine es un buen matrimonio que creo que no se va a separar nunca. Es una pareja que se lleva bien», expresó a Télam el realizador Sergio «Cucho» Costantino, responsable de cientos de videoclips y de diversos documentales, entre otras realizaciones.
En las antípodas se encuentra la opinión al respecto del músico Sergio Rotman, quien consideró que «el videoclip representa básicamente al enemigo porque todo lo horrible y espantoso que destruyó a la música empezó ahí», a la vez que definió como «una estupidez supina» a los intentos de relacionar la música con lo visual.
«El videoclip fue el avance del arte per se a través de algo básico que se llama comercio. Si bien siempre fue así, la direccionalidad del artista no estaba tan basureada por los directores de video. El videoclip mueve la necesidad del artista hacia un lugar totalmente innecesario», amplió el músico de Los Fabulosos Cadillacs, Mimi Maura y Cienfuegos, entre otras bandas.
Las distintas percepciones sobre el videoclip radican básicamente en el enriquecimiento desparejo que trajo para el lenguaje audiovisual y el musical, debido a que el impacto en este último solo pareciera sentirse en aspectos comerciales y no en los estrictamente estético.
«MTV fue una ruptura porque empezaron a aparecer muchos artistas vanguardistas que se iban de los cánones de la estructura de lo que era el cine. Empezaron a mostrar otras alternativas de puestas de cámara y de técnicas diferentes. En ese sentido, no había ni hay por suerte en el videoclip leyes que te digan cómo hacerlo», apuntó Miguelius Fernández, experimentado editor de audio y video, y uno de los precursores del beatbox en nuestro país.
Algo de esa libertad para experimentar es lo que Costantino considera que tomó como aprendizaje del videoclip para trasladar a su cine. «El compromiso que tenés con un videoclip, tanto laboral como emotivo, es bastante corto y es un juego en donde el lenguaje no es tan rígido, entonces da una agilidad en varios sentidos, te permite probar herramientas y te ejercita la creatividad», detalló.
Este salto permanente de cineastas al videoclip, y viceversa, al que Pablo Conde, programador del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, definió ante Télam como «una interesante promiscuidad», es lo que enriqueció ambos tipos de realizaciones.
«Para muchos el videoclip fue el paso previo al cine. El videoclip requiere mucho trabajo artístico y técnico para interpretar de manera plástica o desde la narración lo que puede transmitir una canción, lo cual da herramientas invaluables a la hora de hacer un largometraje. A la inversa, para muchos directores de cine hacer un videoclip significa dinero sencillo y rápido; y la posibilidad de trabajar lo estético desde otro lugar, sin perder la identidad como realizador», analizó.
En ese ida y vuelta, en la historia del videoclip «no quedaron aspectos cinematográficos por indagar y, muchas veces, el cine tuvo mucho de ese universo adquirido de la eficiencia del videoclip», según advirtió Conde, quien, atento a esto, incluyó en una edición del popular festival de cine una sección dedicada a esta disciplina.
Aunque a primera vista estas apreciaciones parecieran oponerse a la visión planteada por Rotman, de alguna manera, el hecho de aceptar que se trató de una industria que creció por el dinero apostado por las discográficas y de posar la mirada en aspectos solo visuales, aceptarían de manera implícita que no hay beneficio alguno desde lo artístico para la música en este matrimonio.
Tras definir que «la música es arte que se hizo para escuchar», Rotman puntualizó que el videoclip «te quita mucho de la imaginación de la canción», lo cual «alimenta la pasividad del público».
«¿Cuál es la necesidad de la megaconectividad de hoy en día que requiere que sí o sí yo vea al artista? Yo me lo quiero imaginar. La única necesidad es vender. Todo ese proceso de convertir a los músicos en una suerte de multitasking lo único que logró es destruir a la música. En la mayoría de los casos los videos están hechos por gente que no les interesa la música, sino que quieren hacer una propaganda de café», despotricó el músico.
En este punto, Conde aceptó que «probablemente desde los términos compositivos, el videoclip no aportó nada a la música», aunque advirtió que «muchos compositores piensan también en el videoclip como una forma de cerrar un concepto o bajarlo al llano».
Miguelius Fernández reconoció tener una posición ambivalente al respecto a partir de la convivencia de las llamadas «One Hit Bands» con realizaciones icónicas de grupos consagrados; a la vez que insistió en que sin videoclips «tampoco hubiéramos conocido a bandas muy alternativas».
«La música hace años dejó de ser para melómanos y es un producto que no solo se oye, sino que se ve a la que el videoclip le ha agregado mucha belleza, un contenido extra y siempre sumatorio. Un mal videoclip no arruina una canción, pero un buen videoclip puede hacer que recuerdes una canción que era olvidable», sentenció.