Desde su inicio en la televisión, en 1957, hasta su muerte, el 11 de enero de 1996, Tato Bores demostró ser un lúcido cronista de la realidad, tamizada por un mordaz prisma de ironía que lo convirtió en un personaje amado por la audiencia y temido por los poderosos.
Aquí, una selección incompleta de grandes momentos de su historia en la pantalla chica.
Los políticos rabiosos
Sentado en su escritorio, Tato Bores analizó, diseccionó y descuartizó la realidad sociopolítica argentina con una velocidad y lucidez envidiables. En este monólogo de 1962, para Tato siempre en domingo, el actor ofrece una radiografía de la clase política que no ha perdido vigencia a pesar de haber sido escrita hace seis décadas.
Las dudas del radicalismo
Entre 1986 y 1987, Tato le dedicó toda su energía al teatro, más específicamente a la adaptación de La jaula de las locas que protagonizó con notable éxito junto a Carlos Perciavalle. En la segunda mitad del 87, con las elecciones legislativas encima, el humorista entendió que era un buen momento para volver a la televisión. El resultado de las reuniones que tuvo con diferentes canales le dieron a entender que el radicalismo no estaba de humor para su estilo. En el primer programa de 1988 de Tato Diet, reflejó lo sucedido en un monólogo en el que no dejó títere con cabeza.
Susana Giménez y un acto de Justicia
En su última etapa, a Tato Bores le gustaba cerrar su programa comiendo fideos con una celebridad. No importaba si eran deportistas, políticos o artistas, cada semana una primera figura se sentaba con él para una charla en clave de humor. A pesar de que el segmento no tuvo mayores cambios a lo largo de las temporadas, el humorista se permitió algunas licencias, como en Tato de América (1992), cuando se permitió un mano a mano con la mismísima Justicia, interpretada por Susana Giménez.
El fascinante mundo de la medicina estatal
Sea monologando o mediante pasos de comedia con actores invitados (en este caso, Luis Brandoni), Tato Bores se las ingeniaba para ofrecer en cada programa un menú variado y lapidario. Ávido consumidor de noticias, el actor sabía que podía decir mucho con un presupuesto mínimo, si se sumaba el análisis de la realidad, que en muchos casos, consistía en dejarse llevar lo que los propios medios publicaban. Este fragmento corresponde a Tato, la leyenda continua (1991).
La jueza Barú Budú Budía es lo más grande que hay
En mayo de 1992, la jueza María Romilda Servini de Cubría dispuso que no se emitieran algunos fragmentos de un sketch de Tato de América, en el que un arqueólogo del futuro investigaba la desaparición de la Argentina mediante hallazgos que le permitían inferir cómo había sido «nuestra civilización». La magistrada entendió que aquello era una burla para su trabajo. Como respuesta a la medida, Bores y su producción decidieron convocar a una enorme cantidad de figuras del ámbito artístico, cultural y periodístico de diferentes banderas para unirse en un canto de apoyo a Tato y el acto de censura previa que había sufrido.