Los terraplanistas argentinos se juntaron el pasado fin de semana en el complejo polideportivo del municipio bonaerense de Colón (una singular elección), a poco más de 300 kilómetros de la Capital Federal. Recibieron visitas de España y Paraguay. La reunión, de alrededor de un centenar de personas, consistió en una presentación, un asado y charlas informativas el domingo, sobre terraplanismos, vacunas, geoingeniería, cultivos y medicina germánica, entre otras cosas.
El singular movimiento plantea, en pleno siglo XXI, que la Tierra es plana y pretende justificar científicamente sus postulados.
Rescata a pensadores ya olvidados, como Claudio Ptolomeo, que creía que la Tierra estaba inmóvil y ocupaba el centro del Universo, y pone en tela de juicio a Albert Einstein e Isaac Newton, padres de los modelos científicos más aceptados en la actualidad.
Incluso, van más allá. Los activistas más fervorosos plantean cosas como “de hecho, Australia no existe” y “tampoco Finlandia”.
Describen la Tierra como un esferoide oblato, un elipsoide rotacionalmente simétrico en el que los ejes polares son más chicos que el diámetro de su círculo ecuatorial (una lenteja) que está quieto y el Sol describe “ochos” a su alrededor.
Una crónica del encuentro
En una nota de Gonzalo Herman publicada por el diario porteño Clarín, se señaló que en el congreso de terraplanistas en Colón, provincia de Buenos Aires, «no sólo se negó que el planeta sea redondo: también se expuso la teoría de que la medicina y la tecnología son parte de un complot internacional».
«Cuando uno pasa la puerta del polideportivo de la municipalidad de Colón, en el norte de Buenos Aires, siente que está entrando en la dimensión desconocida. A un universo paralelo. Que es exactamente igual al nuestro, con celulares, computadoras y cámaras de video. Pero que en esencia es distinto. Como si fuera una realidad alternativa donde la Tierra no es redonda sino plana, las enfermedades son una manifestación del cerebro, las vacunas son malignas y la humanidad está controlada por los Rockefeller. Por decirlo de otro modo, estar ahí es como tomar la pastilla roja de Morfeo (en la película Matrix) y averiguar hasta donde llega la madriguera del conejo», describió Herman en su crónica en Clarín.
«El itinerario de las charlas que se dieron este domingo en ese lugar arrancaba con una extensa diatriba contras las vacunas, seguía con los beneficios incomprobable y peligrosos de la nueva medicina germánica y terminaba con la anacrónica y sub-real exposición de los argumentos terraplanistas. Después hubo una entrega de diplomas (no es broma) y música en vivo», agregó el cronista de Clarín.
El reportero subrayó que el domingo, en el segundo día del encuentro, hubo más gente que el sábado, cuando se inició la reunión. Más de 100 personas participaron de la jornada y muchas de ellas llegaron de Buenos Aires, haciendo más de 300 kilómetros para escuchar este tipo de argumentos.
Las charlas se dieron en el restorán del lugar que se acomodó para el evento. La mayoría de los que participaron eran jóvenes. También hubo gente de otros países, como España y Chile. Muchas de estas personas llegaron por curiosidad o a buscar respuestas alternativas a sus dudas existenciales.
La idea madre detrás de este simposio (para darle un nombre) es bastante simple: que hay un sistema que controla la humanidad hace siglos y la ciencia actual, la medicina y la tecnología forman parte de este complot internacional.
Los terraplanistas aseguran que vivimos engañados. Afirman que todo lo que sabemos sobre la tierra y el universo es mentira. Y ellos están convencidos de que están dando el primer paso a una revolución del pensamiento, que liberará a la humanidad de la tiranía de la «ciencia oficial», de la «Matrix».
«Si se eleva una cámara en un globo atmosférico a 40 kilómetros de altura, no se ve ninguna curvatura. Si la Tierra fuera redonda, se deberia ver», dijo a Clarín Iru Landucci, organizador del congreso. Eso fue uno de los controversionales temas expuestos durante la charla. También se afirmó que el agua no se curva y por eso la Tierra es plana, que el Sol tiene el tamaño de la Luna, que la atmósfera es un domo cristalizado y que el planeta está rodeado por la Antártida («posiblemente sea infinita e impenetrable»). Entre otros supuestos, también afirmaron que la Estación Espacial Internacional no existe, horas después de que la Nasa difundiera la imágenes de la cápsula Dragon acoplándose y siendo registrada por los astronautas estadounidenses.
En la crónica del diario porteño se detalla que en la ponencia usaron fotos, videos y gráficos de todo tipo que «contradecían», supuestamente, las teorías de la «ciencia oficial». También mostraron el famoso mapa con la Tierra en forma de plato y explicaron que el día y la noche existen porque el Sol y la Luna dan vueltas en círculos sobre el disco, que sería el planeta, lo cual se iluminaría sólo una parte mientras que la otra permanece oscura. En el mismo sentido, ellos creen que el atardecer y amanecer son efecto ópticos. O, mejor dicho, «febóticos».
Herman detalla que en el simposio también habló la «doctora» Alejandra Chiappano, «quien durante dos horas soltó una serie de polémicas afirmaciones contra las vacunas, con argumentos del estilo: las vacunas matan, dejan estériles a las mujeres, especialmente de África y Latinoamérica; producen cáncer y alérgias, estropean el intestino causando intolencia a la lactosa, cortan el momento mágico del bebé que debería transitar por el sarampión, la rubiola y la papera con total naturalidad»… y terminó pidiendo por «una Argentina sin vacunas».
También expuso un tal Gastón Vargas, que habló de la nueva medicina germánica, la cual sostiene que las enfermedades son producidas por el cerebro.