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Falleció el poeta Ernesto Cardenal, ícono de la teología de la liberación


El reconocido escritor y sacerdote nicaragüense, infatigable trabajador por los pobres y angustiados, murió este domingo en Managua, a los 95 años, a causa de fallas renales y cardiacas

El reconocido escritor y sacerdote nicaragüense, infatigable trabajador por los pobres y angustiados, murió este domingo en Managua, a los 95 años, a causa de fallas renales y cardiacas

“Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:

yo porque tú eras lo que yo más amaba

y tú porque yo era el que te amaba más.

Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:

porque yo podré amar a otras como te amaba a ti

pero a ti no te amarán como te amaba yo”.

Esa es una de las creaciones más trascendentes de la magnífica obra del poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, quien falleció este domingo en Managua, a los 95 años, a causa de fallas renales y cardiacas. Sin embargo, la poesía de uno de los íconos de la teología de la liberación está destinada a perdurar para todos los tiempos.

Nació en Granada (Nicaragua), el 20 de enero de 1925. Heredero de una sólida tradición poética –con poetas prominentes como Rubén Darío–, Cardenal estudió literatura en Managua y México y realizó otros estudios en Estados Unidos y Europa. En 1965 fue ordenado sacerdote y más tarde se asentaría en el Archipiélago de Solentiname, localizado en el Gran Lago de Nicaragua, donde fundó una comunidad de pescadores y artistas primitivistas que se hizo mundialmente famosa. Fue ahí donde escribió su célebre El Evangelio de Solentiname. El archipiélago es un sitio de peregrinación de los fieles lectores y seguidores del poeta. Cardenal pasaba sus vacaciones en esas islas, donde leía las obras completas de Darío, escribía o dirigía la misa de Semana Santa en la pequeña iglesia de la localidad.

Su compromiso con los más pobres y contra las injusticias lo convirtieron en la voz moral de la revolución sandinista, un proyecto con el que se comprometió a fondo y le valió la reprimenda del Papa Juan Pablo II, para quien un sacerdote no podía inmiscuirse en los asuntos políticos. “¡Nicaragua sin Guardia Nacional, veo el nuevo día! Una tierra sin terror. Sin tiranía dinástica”, había escrito en uno de sus poemas más celebrados, Canto Nacional.

Sergio Ramírez, amigo cercano del poeta, ha dicho de él que es uno de los grandes innovadores de la lengua española, al crear una nueva forma lírica, la de la narración en la poesía, que convirtió a Cardenal en un cronista de su tiempo. “Mido a Ernesto primero por su don de innovación. Hay muy buenos poetas que no logran hacer escuela, y eso no le quita peso a su voz, pero Cardenal, desde el principio hizo escuela, tuvo seguidores, abrió una brecha en la poesía de la lengua,” dijo Ramírez.

El mismo Cardenal se definía como el fundador de un nuevo estilo, lo que él llamó en entrevista con EL PAÍS como “poesía científica”. “Creo que soy el único poeta, o al menos el único que yo conozco, que está haciendo poesía sobre la ciencia, poesía científica. Para mí es casi como una oración leer libros científicos. Veo en ellos lo que algunos han dicho que son huellas de la creación de Dios”.

La poesía de Cardenal está fuertemente ligada a la Revolución Sandinista, que en 1979 derrocó a la dictadura de Somoza. En poemas como Hora Cero o El Canto Nacional el poeta destacó las proezas de Augusto Sandino y los guerrilleros sandinistas. Esa íntima vinculación a la política hizo que la nomenclatura de Iglesia católica lo rechazara, a tal punto que el Papa Juan Pablo II lo retó públicamente cuando visitó Nicaragua en 1983, en plena era sandinista.

Cardenal, sin embargo, mantenía un profundo amor cristiano, expresado a través de obras como Los Salmos, versos que demuestran su compromiso con la fe, pero también su crítica contra las injusticias, la opresión y el sufrimiento de los más desprotegidos. El poeta era un creador incansable, un hombre comprometido políticamente hasta el final de sus días, y una voz profética, combativa e incómoda para el poder.

El poeta ha vivido su propio martirio desde 2007, cuando Daniel Ortega regresó al poder en Nicaragua. Desde entonces ha sido perseguido por la justicia, controlada por el líder sandinista. “Ellos [Ortega y Murillo] son dueños de todos los poderes de Nicaragua. Tienen un poder absoluto, infinito, que no tiene límites, y ese poder está ahora en mi contra”, dijo Cardenal en una entrevista concedida en su casa de Managua en 2017. A pesar de esa persecución, Cardenal ha mantenido una actividad incansable. Ha viajado a recitales a Europa y América Latina, denunciando, además, los desmanes de Ortega. Él, que en su Cántico cósmico escribió que la poesía es “el canto y el encanto por todo cuanto existe”, seguía trabajando a sus 94 años.

Tras décadas de purgación por parte del Vaticano, el poeta fue rehabilitado por el papa Francisco. Jorge Mario Bergoglio le informó en febrero del levantamiento de la suspensión a divinis (prohibición de administrar los sacramentos) que Karol Wojtyla le impuso en 1984. En una entrevista el mismo Cardenal había reconocido: “Me siento identificado con este nuevo Papa. Es mejor de como podríamos haberlo soñado”.

Nicaragua pierde a uno de sus escritores más queridos, el hombre que logró ser un profeta en su tierra y que deja una larga producción literaria que en este país de catástrofes y desmanes de sus políticos es repetida como plegaria, como el canto de una nación presa de sus propios errores, pero ansiosa de romper con su historia de opresión.