El jefe y el subjefe de una de las seis bases permanentes que tiene Argentina en la Antártida contaron en diálogo con CLG de cómo es la vida allí y los vínculos que genera estar un año totalmente aislados en el continente blanco
Por Santiago Ceron
Allí, lejos de todo, en el formidable silencio blanco de la Antártida, entre el frío y el viento que acurruca al alma en la introspección y el pensamiento y la ejercita en las lides de la camaradería y de la vida, hay argentinos que hacen Patria. Con la Gente dialogó en exclusiva con el el jefe y el subjefe de una de las seis bases permanentes que tiene Argentina en la Antártida.
La sociedad está viviendo tiempos que para la mayoría son atípicos: aislamiento, distanciamiento y soledad. Sin embargo, hay un gran grupo de argentinos a los que no le son extraños estos factores. Por el contrario, pasan largos meses alejados de sus hogares para vivir en las condiciones extremas de una de las zonas más despobladas del mundo. Hoy, quienes habitan las bases de la Antártida son los argentinos más aislados de la pandemia y a la vez, con el continente a su disposición, son de alguna manera los más libres.
En el territorio antártico Argentina cuenta con 13 bases científicas, donde principalmente se desarrollan tareas de investigación. Seis de ellas son permanentes y están ocupadas durante todo el año, mientras que las siete restantes son bases de verano, habitadas sólo en dicha época del año.
Una de las bases permanentes es la base antártica San Martín, la cual tiene la particularidad de haber sido el primer establecimiento humano al sur del Círculo Polar Antártico. Es ocupada por una dotación de 20 personas, la cual es reemplazada anualmente. La actual dotación de la base San Martín arribó en febrero de este año, un mes antes del anuncio de la cuarentena en el país, y desde entonces no volvieron a ver a otra persona.
A través de una videollamada, CLG pudo dialogar en exclusiva con el actual jefe de la base, el capitán Damián Armando Kessy, y el segundo jefe, Leonardo Britos, quienes relataron la vida que llevan adelante en el medio del hielo, completamente aislados del Covid-19: las tareas que realizan a diario, la preparación que tuvieron y cómo sobrellevan la distancia con los afectos.
La dotación comandada por el capitán Kessy arribó a la base precisamente el 19 de febrero de este año, abordo del rompehielos ARA «Almirante Irizar». Luego de pasar 27 horas consecutivas descargando y abasteciendo a la base, la embarcación zarpó y, desde entonces, los 20 integrantes de la nueva dotación quedaron completamente aislados. De no mediar ninguna urgencia, así lo estarán hasta febrero o marzo de 2021.
En primer lugar, Kessy detalló cómo está integrada la dotación que él comanda: «Nuestra dotación se compone por dos observadores meteorológicos del Servicio Meteorológico Nacional, dos científicos que dependen de la Dirección Nacional del Antártico y el resto de los integrantes somos del Ejército Argentino, salvo nuestro cocinero que es de la Armada».
La incorporación de alguien fuera del Ejército no es un dato más, ya que es la primera vez en la historia que esto sucede: «Esta base normalmente es ocupada por personal del Ejército, pero desde el año pasado por primera vez se integró un compañero de la Armada. Las idiosincrasias de las distintas fuerzas no son similares por las características propias de cada una, pero logramos una integración rápida», agrega Kessy, quien a sus 37 años ya tiene a cargo a una de las seis bases permanentes que tiene Argentina en la Antártida.
La preparación
La vida en la Antártida no es para cualquiera y se necesita de una preparación especial para poder sobrellevar el clima hostil que existe allí, que pueden llegar a descender a menos de 60° bajo cero. Es por eso que todo el personal que será destinado a las bases antárticas debe realizar un entrenamiento de un año para poder aclimatarse a las condiciones extremas.
Así lo cuenta Leonardo Britos, quien parece haber realizado el entrenamiento a la perfección, ya que para la entrevista decidió salir de la base y pararse en medio de la nieve sólo con una campera y un gorrito: «Antes de venir, todos por igual hacemos un curso de capacitación en Caviahue, Neuquén, que es el ambiente que más se asemeja a las condiciones climáticas de la Antártida».
En dicha provincia sureña comienzan a prepararse, no sólo para resistir el frío, sino también para practicar las tareas que tendrán que realizar a diario en la base: «Vemos todo lo que hace a las prácticas de rescate, de ski, de supervivencia, de navegación. En ese año uno se prepara, y cuando viene a la Antártida tiene las condiciones para afrontar el año acá», agregó el subjefe de 29 años.
El capitán Kessy explicó que dicho entrenamiento también sirve para empezar a formar el grupo humano que luego tendrá que convivir durante un año entero completamente aislado: «No nos conocimos directamente acá en la base, sino en el adiestramiento, que se realiza en la Escuela de Capacitación Antártica en el Comando Conjunto Antártico».
Leonardo, parado fuera de la base, muestra el mar congelado con la cámara de su teléfono y cuenta con normalidad que en ese momento hacía unos 7° bajo cero: «Las primeras semanas el cuerpo siente bastante el frío, hasta que se aclimata y se acostumbra. Con el correr de los meses la piel se curte y uno no sale tan abrigado como en el comienzo».
La función de la base y las tareas diarias
La finalidad de la base San Martín, al igual que en todos los otros establecimientos antárticos, es científica: «La Dirección General del Antártico establece todas las actividades que hay que realizar durante el año. Nuestros científicos realizan mucha recolección de datos satelitales, estudio de la flora y la fauna, un poco de sismología, estudios de la atmósfera y todo ese tipo de actividades particulares«, explicó Kessy.
Con respecto a las funciones que cumple cada integrante de la dotación, señaló: «Los meteorólogos se encuentran permanentemente atendiendo los pronósticos y las eventualidades que tenemos con relación a vientos. Las Fuerzas Armadas somos el apoyo logístico a esas actividades, a la disponibilidad de la necesidades que vayan surgiendo. Nuestra tarea específica es el mantenimiento de las instalaciones: los vehículos que utilizamos, los motores que nos abastecen de electricidad, el carpintero tratando de mejorar y reparar».
El mantenimiento del que habla Kessy es permanente y necesario, debido a los fríos extremos tienen un impacto: «Es algo que se hace constantemente porque el frío y el viento afectan a las instalaciones. Estando fuera de la base se hace hincapié en el reconocimiento y el mantenimiento de los refugios que tenemos en la zona de responsabilidad de la base«. En esta época la temperatura oscila entre -7 y -20°: «El único condicionante que tenemos es el viento, llegamos a tener -40° de sensación térmica con vientos de alrededor de 230 kilómetros por hora», agregó.
Según explica el capitán de la base, casualmente el invierno es la mejor época salir al exterior: «En esta parte del año se trata de explotar mucho lo que es el exterior, porque al estar el mar congelado podemos extender nuestro paseo mucho más y recorrer mayores distancias. Ahora en noviembre el mar se empieza a descongelar y ya no podemos recorrer tanto».
Sin embargo, en un lugar del planeta donde en invierno sólo tienen luz natural entre las 11.30 y las 14, la dotación pasa gran parte del tiempo dentro de la base y hay muchos «tiempos muertos». Es por eso que también hay lugar para lo recreativo: «En los días fríos que no se puede hacer nada algunos leen, otros ven películas, algunos juegan a la play o a algún juego de mesa».
Solos y acompañados: la familia antártica
Damián Kessy, Leonardo Britos y los otros 18 integrantes del equipo llegaron a la base San Martín el 19 de febrero y desde entonces no volvieron a ver a otra persona que no forme parte de la dotación. En total, estarán aproximadamente un año completamente aislados, hasta que en febrero de 2021 llegue un nuevo equipo.
«Salimos el 14 de febrero desde El Palomar hasta Ushuaia, donde nos embarcamos en el rompehielos y tuvimos cuatro días de navegación a la base. Llegamos a las 15 y estuvimos 27 horas seguidas trabajando en la descarga, hasta que nos dejaron solos. Calculamos que para febrero o marzo estaremos replegando, pero todo depende de las condiciones meteorológicas, porque en la bahía donde está ubicada la base se congela el mar y ya no hay manera de llegar«, contó el jefe de la base.
El aislamiento es total, ya que ni siquiera reciben «visitas» de otras bases, exceptuando una emergencia: «Tenemos conciliada una evacuación sanitaria de extrema urgencia, que se hace por medio aéreo a través de la Fuerza Aérea, que necesita una preparación. Se necesitan buenas condiciones meteorológicas para que se pueda despegar desde Marambio y buenas condiciones para aterrizar en San Martín, es muy difícil de lograr, quizás una evacuación inmediata puede llevar una semana, el riesgo es mucho».
Es un año en el que están lejos de hijos, parejas, familiares, amigos y afectos. Es por eso que cuando en la base ya no queda nada por hacer la mente puede jugar en contra, y allí el apoyo mutuo se vuelve clave. Es por eso que Britos destacó el vínculo humano que se generó: «Antes de venir para acá uno conoce a la gente con la que puede llegar a hibernar. Estar todo el día con las mismas personas hace que se forme un grupo humano muy unido y ameno, se forma una familia antártica, que es lo que siempre recalco. Tenemos altos y bajos, pero siempre está el otro para dar una mano y brindar el apoyo para salir adelante todos los días«.
Por su parte, Kessy expresó: «Cuando uno decide emprenderse en esta actividad lo considera, pueden pasar muchas cosas, a uno le cuentan demasiado sobre lo que es vivir en la Antártida, pero hasta que uno no está acá no lo vive realmente, porque cada uno es mundo y cada dotación tiene su particularidad. Tratamos de mantenernos entretenidos, porque a veces en los tiempos muertos uno puede pensar de más y eso puede llegar a jugar en contra. Muchos están estudiando y otros tratan de potenciar lo que saben, como Leonardo con la carpintería».
«Más allá de que el calor de la familia es irreemplazable, uno trata de asemejarse lo más que pueda acá, en la charla y en la contención. Por ahora venimos bastante bien», agregó.
Sin embargo, la tecnología ayuda a acortar distancias. La base cuenta con conexión a internet, lo que permite las ansiadas videollamadas: «La comunicación con la familia es permanente, tenemos esta facilidad de internet, son pocas las veces que las malas condiciones meteorológicas dificultan la comunicación, a lo sumo por una noche. Las tecnología nos mantiene cerca, es un avance espectacular. Antes la comunicación era radioeléctrica, era más difícil».
Libres y aislados de la pandemia
Cuando la dotación llegó a la base San Martín el coronavirus todavía parecía algo ajeno a Argentina. Seis meses después, el país se acerca a los 300.000 infectados y supera los 5.300 muertos. Sin embargo, por razones lógicas, el Covid-19 no llegó a la Antártida y hasta el día de hoy las bases no conocen de cuarentena y restricciones. Por el contrario, disponen de un continente entero para salir y recorrer, siempre y cuando puedan soportar las temperaturas bajo cero, los vientos extremos y los cortos días, claro está.
«La pandemia no nos afectó», aseguró el capitán Kessy. «Uno vino con la idea de que los que íbamos a estar aislados de todo o en una especie de cuarentena íbamos a ser nosotros, y la verdad que ahora tenemos muchísimas más libertades que allá«, agregó.
Sin embargo, deberán tener un cuidado mayor el día que regresen al continente: «Al estar en un ambiente tan sano y no estar expuestos a tantas cosas que hay en las ciudades, nos bajan las defensas. Es un problema para la gente que regresa de la Antártida, porque es un cambio muy brusco que nos puede afectar, volvemos con una deficiencia inmunológica, no es algo grave, pero somos más susceptibles a enfermarnos«.
«De todas formas, antes de regresar nos colocan vacunas para generar anticuerpos. Además, tenemos casi un mes de navegación hasta el puerto de Buenos Aires, por lo que ya empezamos a tener algo de contacto con personas del continente», indicó.
Lo que más se extraña
El capitán Damián Kessy, oriundo de Lomas de Zamora, dijo qué es lo que más extraña de la vida en el continente: «Uno siempre va a extrañar a la familia y los amigos. Más allá de que uno acá tiene de todo, se extraña la comida casera, porque acá es todo enlatado».
Ante la misma pregunta, el subjefe Leonardo Britos, de Posadas, coincidió en la parte culinaria: «El asado de los domingos en casa y la comida casera de la abuela, esa es mi debilidad, es lo que más extraño».
Si bien de a poco los días se empiezan a alargar y los fríos más intensos parecen haber pasado, a la familia antártica de la base San Martín aún le quedan unos seis meses más de nieve, hielo y una experiencia de vida única que muy pocas personas en el mundo pueden transitar.