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Tras el hallazgo del submarino

Especialistas confirman que es casi imposible reflotar el ARA San Juan


Expertos en casos como el ocurrido con el ARA San Juan enumeraron este domingo una diversidad de razones y particularidades que llevan a la conclusión de que es prácticamente imposible reflotar al submarino hallado a 907 metros de profundidad en el Mar Argentino, a unos 500 kilómetros de las costas.

Se calcula que en el lugar del hallazgo, la densidad del agua es de 90 kilos por centímetro cuadrado, factor que determina por sí solo la imposibilidad de que pueda operar un equipo humano en el lecho donde quedaron los restos del San Juan, dijeron especialistas.

«Es tan difícil como ir a la Luna», apuntó el contraalmirante retirado Guillermo Delmer acerca de la complejidad de un rescate bajo esas condiciones. Delmer recordó además que el San Juan «fue diseñado por un astillero alemán para la profundidad de colapso de 600 metros» y que «nadie baja a esa profundidad; normalmente se baja hasta 300, 400 metros llegado el caso».

El actual director del Centro de Investigación y Entrenamiento Marítimo y Fluvial habló de la vocación y patriotismo de los marinos, «que saben que el mar es su vida y también puede ser su tumba eterna». Una alternativa posible puede ser el uso de un vehículo robot teledirigido, que a lo sumo podría rescatar alguna parte del submarino, apuntó al igual que otros expertos consultados.

El ministro de Defensa Oscar Aguad ha admitido que el país carece tanto de equipamiento para extraer un buque de estas características como de ROV (vehículos de inspección remota) para bajar a la profundidad donde están los restos del submarino, que estaba desaparecido desde el 15 de noviembre de 2017.

A más de 900 metros de profundidad «la presión es de 91 atmósferas», definió uno de los especialistas consultados. Coincidió en que las tareas de buceo pueden llegar a 200 metros de profundidad como máximo, pero en el caso de que se intente reflotar al submarino el ascenso tampoco puede ser controlado por las marcadas diferencias de presión.

Si se decidiera utilizar cables de acero con brazos de palanca, tampoco se podría garantizar una subida controlada, ya que habría que realizar maniobras muy riesgosas, apuntan los expertos en referencia al peligro de desvíos o cortes de las ligaduras. Además advirtieron sobre factores adversos como el peso del submarino, de unas 1.140 toneladas, y el ingreso de agua en su interior.

Tampoco se puede utilizar a 900 metros de profundidad un sistema neumático, porque resulta imposible descender con un volumen de aire comprimido ya que la operación puede descontrolarse. «No hay nada que garantice el éxito de una operación de este tipo, que además sería muy costosa», dijo un experto que pidió reserva de su nombre.

«Hay que evaluar el costo-beneficio del rescate, pero además la tarea requiere de un análisis en detalle previo de la posición del sumergible, sus restos esparcidos y cálculos pormenorizados de volúmenes y tamaños a remover», comentó. Destacó además que no hay antecedentes en el mundo sobre el reflotamiento de un submarino a la profundidad en la que se encuentra el San Juan.

Países con tecnología de punta, como Estados Unidos o Rusia, han dejado muchísimas veces a submarinos de su propiedad hundidos después de llegar a la conclusión de que era inviable sacarlos a la superficie. Un caso especial y muy recordado es el del submarino Kursk, que colapsó en el mar Barents el 12 de agosto de 2000, con 118 tripulantes a bordo; pero a diferencia del San Juan, quedó a menos de 200 metros de profundidad y su reflotamiento habría sido decidido porque se trataba de una nave nuclear. El gobierno ruso pagó entonces 65 millones de dólares a la empresa holandesa Smit International y Mammoet, para sacar los restos del Kursk.