Se trata de la ONG Pro Activa Open Arms que rescata a refugiados del mar
Son especialistas en rescatar refugiados en peligro en el mar, pero ante la grave emergencia sanitaria provocada por el coronavirus en España movilizaron sus capacidades y recursos para proteger la vida de los ancianos, el grupo más vulnerable frente a la pandemia.
Los voluntarios de la ONG española Pro Activa Open Arms ayudan a trasladar a los adultos mayores que dan positivo de coronavirus a los hospitales; participan en el desarrollo de un ensayo clínico para cortar la transmisión y también realizan test diagnósticos en los geriátricos, donde ya fallecieron miles de personas.
Aunque todavía se desconoce la cifra exacta de fallecidos en los asilos de ancianos en toda España, las autoridades de Cataluña indicaron a principios de abril que uno de cada tres muertos por coronavirus en la región residían en estos centros, que se vieron colapsados tras convertirse en uno de los principales focos de contagio.
Impedidos por la avería de su buque insignia de hacer su labor habitual salvando vidas en el mar Mediterráneo, los voluntarios del Open Arms no tardaron en detectar que había una necesidad cerca de su propio hogar.
«Cuando empezamos a ver la situación en las residencias de ancianos y que faltaba personal, estábamos ansioso por ayudar, aunque no sabíamos bien de qué forma», explicó a Télam el guardavidas argentino Nicolás Migueiz, coordinador de la última e inédita misión de la ONG.
En la búsqueda, el fundador de la ONG, Oscar Camps, tuvo conocimiento de que se llevaría a cabo un importante ensayo clínico -de la Fundación de Lucha contra el Sida -en los geriátricos, y se puso a disposición para desplegarlo sobre el terreno en medio del caos.
El plan era de suministrar hidroxicloroquina, un medicamento que se utiliza para tratar la malaria, con la hipótesis de que con este tratamiento se puede «bloquear» la entrada del virus.
«Recibimos formación sobre cómo hacer los test y los protocolos de protección que había que seguir y, sin dudarlo, nos pusimos en marcha», subrayó Nicolás, cuya imagen con un niño refugiado en brazos rescatado frente a la isla griega de Lesbos sensibilizó al mundo en 2015.
Cuando la ONG Pro Activa Open Arms aún no existía, Nicolás ya se había unido a Camps en la titánica labor de salvar la vida de miles de refugiados que escapaban de la guerra de Siria y se lanzaban al mar para llegar desde Turquía a Europa, en medio de la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.
Desde septiembre de 2015 hasta enero de 2020, la ONG logró salvar a 60.515 personas ante la mirada impasible de las autoridades de la Unión Europea (UE) y los países del bloque comunitario, que en algunos casos llegaron a criminalizar su labor.
«Lo que hacemos ahora es bastante similar a los rescates, ya que buscamos que estas personas sepan que no están desprotegidas», remarcó Nicolás.
El objetivo es también «humanizar la situación», de ahí que generamos el espacio para que las personas nos cuenten sus historias, «a veces tristes, otras divertidas», añadió el voluntario.
Aunque no todos en la organización son profesionales sanitarios, Nicolás afirmó que la gran mayoría tiene formación en esta área y, sobre todo, experiencia en situaciones de emergencias.
«Somos casi 80 voluntarios en tres proyectos distintos, y nuestro objetivo es ir a 290 residencias y hacer test a 20.000 personas», apuntó Fran Gentico, otro argentino que colabora con la ONG.
La parte más difícil de la labor que realizan ahora es mantenerse protegidos, para proteger también a los demás. «Trabajamos como si fuéramos positivos, siguiendo protocolos. Es un ritual, que por seguridad hacemos en equipo de dos», explicó Fran.
Los voluntarios del Open Arms actúan en un frente que está siendo investigado por la Justicia, que abrió un centenar de causas en toda España para determinar si hubo algún delito de negligencia o abandono en la muerte de los ancianos durante la pandemia.
«La mayor problemática fue que los asilos tuvieron que salir a buscar personal (por el alto número de contagiados entre los asistentes) y eso deterioró el servicio. Además, no tenían la protección adecuada siendo que trabajan con población vulnerable», dijo Nicolás, sobre una situación que -según aclaró- cambió radicalmente en la última semana.
Asimismo, en los asilos los rescatistas se encontraron mayormente con trabajadores de un nivel humano extraordinario, que «no bajaban los brazos pese a la falta de respuestas».
«Al igual que en los rescates de refugiados, ahora estamos luchando por las vidas de las personas. Nosotros, como sociedad civil, actuamos porque hay una carencia», subrayó Fran.
Mientras los rescatistas siguen volcados en la lucha contra el coronavirus, el emblemático buque de la organización está siendo reparado para «volver cuanto antes a los rescates».
«Vemos la situación con desesperación», admitió Nicolás, consciente del papel clave que adquirió la ONG española a la hora de visibilizar las tragedias humanas de nuestro tiempo.