Ramón Verón, Leonidas “Noni” Ceruti y Juan Carlos Rodríguez expusieron tres miradas de esa semana de 1969 y relataron a CLG cómo sintieron ellos esos días, hace ya 50 años.
Por Gonzalo Santamaría
El 16 de mayo de 1969 será recordado en toda la Argentina como el comienzo del primer “Rosariazo”. Luego de la muerte del estudiante correntino Juan José Cabral, Rosario se levantó con una consigna clara: “Abajo el dictador Onganía, viva la libertad”.
Tres años antes, en 1966, Juan Carlos Onganía había tomado la presidencia del país derrocando a Arturo Illia con el poder de las armas. Desde allí implementó medidas contra la libertad de todos los argentinos: proscribió al justicialismo y prohibió a Perón, intervino los partidos políticos, escuelas y universidades. En ésta última se comenzó a gestar uno de los movimientos rosarinos más importantes.
Juan Cabral cayó abatido debido a la represión policial efectuada tras una manifestación en el marco del “Correntinazo”, en mayo de 1969. Esto encendió las alarmas en la Cuna de la Bandera y los estudiantes se agruparon para reclamar por la libertad perdida con la intervención de sus espacios de estudio.
Se vivieron siete días de mucha intensidad en las calles rosarinas. Protestas, gritos, barricadas, actos relámpagos que tenían como objetivo mostrar el descontento contra el gobierno de Facto. CLG habló con tres estudiantes de la época que hicieron memoria sobre aquella semana fatídica que terminó con dos asesinatos en manos de la policía, y de la cual, se cumplen este jueves 50 años de su inicio.
Ramón Verón, Leonidas “Noni” Ceruti y Juan Carlos Rodríguez, eran tres alumnos de diversos grados en aquel 1969, y ante el micrófono de CLG coincidieron que el Rosariazo remarcó «la lucha por la libertad como bandera unificada de todo Rosario».
Leonidas, hoy con 70 años y oriundo de Santa Fe Capital, por ese entonces era estudiante en la Facultad de Odontología y recuerda esos días con mucha presencia ya que él participó activamente de las manifestaciones. “Fue un fin de semana de mucha reunión y debate”, expresó.
“Nos llamó la atención de la situación de Corrientes y los estudiantes nos empezamos a reunir en las Facultades. Esto fue todo muy novedoso para mí, eran masivas las protestas”, amplió y rápidamente nombró otro caso que lo marcó: a Adolfo Bello, el primer asesinado por la Policía en los Rosariazos.
Acto seguido tomó la palabra Rodríguez, catamarqueño que llegó a la ciudad para estudiar Derecho, y también rememoró la muerte de Bello: “Hubo una manifestación el día 17 de mayo, pero estaba preparada una emboscada y los agentes empezaron a tirar gases lacrimógenos, balas de gomas. Los manifestantes entraron a una galería de Córdoba y Entre Ríos y allí sigue la represión, mucha gente gritaba. Ahí pasó lo de Adolfo”.
Si bien el abogado se auto definió como alguien “poco participante” de las revueltas, vivió de cerca el proceso de esos días como estudiante avanzado de la carrera.
Al relato de Juan Carlos, se le sumaron nuevamente las vivencias de Ceruti: “Se produjo una conmoción terrible cuando mataron a Bello».
«El comedor de humanidades era el lugar perfecto para reunirse”, continuó explicando sobre la época. Allí se congregaban los estudiantes para definir los pasos a seguir: “Por esos días había una agitación muy importante y cuando cierran el comedor empieza a funcionar una olla popular en la CGT”.
Leonidas, historiador, remarcó la diferencia que hay entre una manifestación estudiantil y una obrera, principalmente por aquellos años. La masividad y organización, en primera medida, recursos en segunda.
“A partir del 69 el país no fue el mismo, nos incorporamos a la lucha miles de estudiantes. Todo estaba en discusión”, expresó y nombró distintos acontecimientos mundiales que repercutieron en el país como la Primavera de Praga, el Mayo Frances o la guerra de Vietnam. “Rosario estuvo a la altura del mundo”, definió.
Rodríguez, de 72 años, visualizó: “En esa época había mucho movimiento estudiantil, formación de grupos de distintas tendencias”. Debates en la pensión de Pueyrredón al 900, donde vivía, entre 25 personas llegan a la mente del catamarqueño que esbozó una sonrisa y lanzó: “Siempre había alguno que defendía el proceso”.
Pensativo, Leonidas contó: que su casa, «que alquilaba con otro compañero de Capital, era una casa politizada porque vivían trabajadores y estudiantes. Allí se charlaba todo el tiempo de política” y los participantes aumentaban con los fatídicos hechos de esos días en la vivienda de Zeballos y Maipu.
Y en esas reuniones de facultades, pensiones e incluso peñas se propuso la llamada Marcha de Silencio en homenaje a Bello. “Fue muy impactante, éramos 5.000 estudiantes en la Plaza 25 de Mayo. Gente sentada en el piso, mucha custodia policial. Resistencia pasiva”, narró Ceruti, quien se tomó un tiempo para rearmar sus dichos y continuó: “Era tarde noche (del 22 de mayo) y ya estaba oscureciendo. Al poco tiempo empezó la represión con gases y palos”.
En la esquina de Dorrego y Córdoba fue alcanzado por una bala de plomo Luis Blanco, de 15 años, sin suerte de sobrevivir. Fue la segunda víctima.
El día 23, más de 7.000 personas asistieron al entierro del adolescente. Una marcada manifestación del pueblo acompañados por los sacerdotes de localidades aledañas que el 25 de Mayo se negaron a dar el tedeum. Un joven estudiante de secundaria y con futuro en la metalurgia ferroviaria que cayó en la resistencia de esos años.
También en la escuela secundaria se encontraba Ramón Verón, hoy Subsecretario de Derechos Humanos de Santa Fe, quien en ese entonces vivió el rosariazo como estudiante de la escuela técnica secundaria Julio Bello, en la zona sur.
De familia peronista, Ramón expresó la “disconformidad” de la sociedad con la dictadura: “Era en pos de la libertad, más allá de la calidad de vida. La lucha no era solo salarial sino de libertad”. Por ese entonces involucrado barrialmente con la militancia marcó la importancia del “ingreso del estudiantado a las marchas”: “En esa masa había poder. Esa luz de los jóvenes intelectuales o estudiantes fue muy importante”, sentenció en dialogo con CLG.
El funcionario revivió a sus vecinos yendo a protestar en bicicleta apurados, a las maestras que se adherían al paro y al “pleno” accionar de las radios con una frase que le quedó marcada: “Hay lio”. En su casa de barrio Plata intentaban “cuidarlo” de la situación: “Mi papá era el relator de los hechos en casa. Me acuerdo que él y mi abuelo hablaban por debajo en la mesa”.
“La gente piensa que se quemaron troles en el primer rosariazo y no fue así”, se pegó Leonidas Ceruti desmintiendo enfáticamente el error histórico. La fisonomía de Rosario era muy distinta a la que conocemos en 2019, y el historiador fue claro en esto: “En Rosario se construía mucho y las empalizada eran de madera”. Así se defendían de la represión, pero sin dudarlo puntualizó: “Me sorprendió el apoyo de la gente, te escondían, te cuidaban… ‘entren, entren chicos’ o ‘ya pasó la policía, todavía no’ nos decían”.
Esa sorpresa a ‘Noni’ le produjo “alegría” entre tanto correr, retroceder y volver a agruparse para a la tarde noche situarse en los barrios, “eran momentos de mucha agitación”, esgrimió. Y Verón se animó a definirlo como un estado de “protesta latente”.
Fue allí donde los tres coincidieron en un punto: las sensaciones. Rodríguez dijo: “No sentí miedo. Lo vivíamos con alegría al tema de la manifestación, no eran expresiones violentas”, Verón continuó: “No había angustia más allá de la parálisis de la ciudad” y Ceruti completó: “En las barricadas se sentían alegría, uno no estaba solo”.
Este último, rememorando aquellos días, añadió: “Se vio mucho la solidaridad de la gente, te tiraban diarios y maderas, te abrían la puerta sin que te conociera. Son hitos que marcan a los pueblos” y siguiendo con la idea, el letrado se refirió a la gente: “Aplaudían desde los balcones, tenían mucha intervención, mucho entusiasmo en una circunstancia caótica a la vez”.
El miedo de la represión estaba presente pero, como advirtió Leonidas: “Era más fuerte la lucha contra la dictadura. Además no éramos sólo estudiantes sino amas de casa, comerciantes, pequeños productores… todos. Lo que había que lograr es que los miedos no te paralizaran”. Por las noches, contó “Noni”, los “rastrillajes” mantenían en vilo a los estudiantes y la “adrenalina” dominaba la escena.
De allí se desprendió otra anécdota de Juan Carlos que tuvo como protagonista a su compañero Manuel: “Él no participaba en nada. Me dice me voy a la facultad y se cruza con una manifestación en Córdoba y Paraguay. Se queda quieto y ligó un par de palazos, después se reía”, entre muecas recordó las consignas represivas de la policía hace 50 años.
“Marchas relámpagos”, era el método que Manuel había presenciado y Leonidas Ceruti, partícipe de algunas de ellas, expuso el método a CLG: “Por ejemplo, veníamos caminando por Sarmiento y otro por Córdoba. A las 17 en punto nos juntábamos 7, se levanta en andas a uno con voz de mando, se pegaban cuatro gritos y salíamos corriendo. Todo en dos minutos”. Y ejemplificó: “Una vez iba al cine y me apareció un acto relámpago de otro grupo, eran iniciativas. Éramos universitarios lo que hacíamos esto”. Método efectivo. Servía para llamar la atención y la gente “festejaba” esos actos.
Luego venía el “recuento”: otro militante, apartado de la situación, se ubicaba en una plaza o bar y los manifestantes pasaban delante de él, de manera individual y sin llamar la atención. Si no llegaba a contar el número de base era la señal de la detención de uno de sus compañeros. “Generalmente eran parejas de novios, para disimular”, reveló el historiador.
Ceruti, militante activo en el primer Rosariazo, sufrió el efecto de esos días: “ Si hubo algo que me marco fueron los ‘azos’ del 69 de mayo y septiembre. Había una convulsión increíble en ese momento”, y de inmediato trajo a sus allegados a la charla: “Mi familia y mis amigos siempre recuerdan que el año antes de venir a Rosario iba a jugar en la primera de Unión y fue de tal magnitud el impacto que me dejo que no jugué más al fútbol”.
El balance de la memoria de esa semana de mayo del 69 fue definido por Leonidas Ceruti con una frase: “Bronca por los asesinatos”.
El primer Rosariazo fue parte fundamental de los “azos” en 1969. Una de las primeras movilizaciones de estudiantes contra una dictadura. Paso previo y esencial para las multitudinarias protestas en Córdoba y las del mes de septiembre en Rosario.