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En un invierno crudo, Sol de Noche prendió una luz de solidaridad


En diálogo con CLG, Jorgelina Calderón, una de las administradoras del refugio, hizo un balance de la temporada. Destacó que este año se pudo trabajar "sobre problemáticas de las personas en situación de calle"

Por Gonzalo Santamaría

El refugio Sol de Noche es referente en la asistencia social en Rosario. El hogar, ubicado en Pasaje Marconi al 2040, está terminando una nueva temporada invernal.

CLG habló con Jorgelina Calderón, integrante de la ONG y administradora del refugio, quien calificó el año 2019 como “bueno”, en relación con el trabajo desarrollado.

Pudimos salir del simple asistencialismo y se trabajó sobre las problemáticas de las personas en situación de calle. Son gente que vemos año tras año y ahora pudimos ‘prestarle un oído’” declaró Calderón en sus primeras palabras.

Con talleres de alfabetización, inglés, meditación y un grupo de psicólogos, el refugio puso el foco en las emociones aportó más que un plato de comida.

Calderón llamó a visibilizar cómo vive la gente en situación de calle y aseguró: “Llegan a esta realidad por mucho más que lo económico”.

De abril a octubre, el refugio está abierto de 20 a 7. Este crudo invierno, el establecimiento se vio colmado, con días de casi 70 personas, y colchones en el suelo. “Hubo más gente pidiendo entrar”, sostuvo Calderón.

Mantener el hogar no es nada fácil y las donaciones son la base para poder ayudar a todo aquel que se acerque. Según la mujer, hubo “muchas menos donaciones” por cabeza, pero “más gente donando”.

Este año fue duro”, remató Jorgelina. No obstante, destacó la ayuda Municipal para con el refugio.

Además, la voluntaria agregó: “Este año se redobló el esfuerzo para poder completar todos los turnos”. Sin embargo, reconoció que ser voluntario en 2019 fue “difícil”, ya que la realidad del país y el impacto económico afectó a muchos que quieren «dar una mano». «Se tienen que dar una mano a ellos mismos», explicó Calderón ante CLG.

El refugio Sol de Noche abrió hace doce años y, luego de una decena de inviernos, el grupo solidario se sigue ampliando, no sólo aportando comida y techo, sino interiorizándose en sus asistentes.