Por Mariana Durañona, profesora de la Especialización en Enfermería Oncológica de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral
El 2020 representó un gran desafío para todos nosotros. Cada uno tuvo que adaptarse a una situación diferente. En el caso particular de los niños con cáncer, resultó primordial asegurarles que puedan continuar con su tratamiento. Es por esto que los hospitales tuvieron que adaptarse, y los pacientes y sus familias debieron cambiar algunos hábitos.
Como el tratamiento disminuye las defensas del organismo, fue preciso solicitar a los padres que tengan ciertos cuidados, por ejemplo, asegurar la higiene, evitar el contacto con personas que pudieran estar cursando alguna enfermedad, evitar las conglomeraciones, y seleccionar la comida de manera meticulosa.
En este sentido, los niños tuvieron posibilidad de vivir la cuarentena de igual modo que el resto de su familiares y amigos. La pandemia exige estos cuidados a toda la sociedad, así que la sensación de aislamiento no fue tan significativa. Así como ellos no podían ir al colegio, tampoco lo hacían sus compañeros.
Por supuesto, no pudieron evitar ir al hospital y, durante esas visitas, quienes los acompañaron fueron menos de los que hubieran querido. Sin embargo, los encuentros virtuales tomaron un rol tan importante y lograron sentirse acompañados.
Si algo debemos aprender como sociedad es que los desafíos existen. Y aunque los cambios de conducta que se requieren no siempre resultan de nuestro agrado, pudimos hacerlos. Este Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer Infantil, es muy importante tenerlo presente.
¿Cuánto nos costó -y nos sigue costando- cambiar hábitos, adaptarnos al contexto de pandemia? Esa capacidad de adaptación es la misma que se les pide a las familias cuando hay un diagnóstico de cáncer. Como profesional de Enfermería, por supuesto hubiera preferido no vivir todo esto, pero es imposible evitar sentir que, ahora, puedo comprender mejor a los niños que atiendo a diario.
Muchos de mis colegas estarán de acuerdo cuando digo que uno de nuestros mayores desafíos fue mantener el cuidado humanizado en momentos en donde debíamos evitar el contacto físico y cubrir la mitad de nuestro rostro con un barbijo. Tuvimos que aprender a demostrarles cariño, apoyo y admiración de un modo distinto. Comenzamos a jugar con las miradas, a descubrir el poder que tenían. Aprendimos a «sonreír con los ojos». Algunos colegas desarrollaron formas individualizadas de saludar a cada niño, o crearon un código entre ambos, para reemplazar el abrazo que antes había.
Hoy, luego de varios meses de adaptación y aprendizaje, realizando una higiene de manos y utilizando camisolín, guantes y barbijo, nos animamos a dar un abrazo. No solo nosotros, como personal de salud, sino permitiendo que algunos familiares puedan acercarse cuando las internaciones son prolongadas.
Encontrar el equilibrio entre evitar la propagación del virus y mantener el buen ánimo de nuestros pacientes es difícil. Los profesionales de Enfermería procuramos que atraviesen el tratamiento del mejor modo posible, siempre acompañados por su familia, quienes los ayudan a mantener la energía y la alegría.
Este 15 de febrero es importante felicitar a los niños y sus familias por mantenerse en pie durante un año tan particular, por no bajar los brazos y continuar enseñándonos que siempre podemos adaptarnos a los cambios que se necesiten.