Por Gonzalo Pérez Marc (MN 110.813), subdirector Médico del Departamento Materno-Infantil del Hospital Militar Central y coordinador general del Estudio de Plasma de la Fundación INFANT.
La carrera por hallar un tratamiento con capacidad para detener la pandemia en la que nos vemos inmersos ha tenido diversas consecuencias. A la par de la proliferación de publicaciones científicas y propuestas terapéuticas apresuradas y con escasa evidencia científica, han aparecido también proyectos de investigación novedosos y estudios de diseño ambicioso, algunos de los cuales proponen herramientas terapéuticas que podrían facilitar la salida del estado de aislamiento social preventivo y obligatorio que ha primado hasta ahora. Dentro de estos últimos, la opción de administrar plasma de pacientes convalecientes de la enfermedad ha adquirido relevancia a lo largo de las últimas dos semanas.
La idea es una vieja conocida argentina (Maiztegui fue quien mejor la describió y desarrolló para el tratamiento de la fiebre hemorrágica allá por los años setenta), pero su implementación para el tratamiento de la infección por SARS-Cov-2 tiene apenas unos meses de antigüedad. Si bien ya se está utilizando en muchas instituciones en diversos tipos de pacientes (leves, moderados o graves; en el marco de estudios clínicos o simplemente como tratamiento empírico), es importante destacar que su eficacia aún es una teoría que debe ser probada. En función de esto es que se están llevando a cabo en diferentes partes del mundo estudios que intentan garantizar la máxima objetividad, con el fin de establecer si el plasma es realmente eficaz, o si solo es una hipótesis que deba ser descartada. Hasta que no tengamos certezas respecto de este tratamiento, no parece justificado reclamar su implementación obligatoria. Es decir, nadie debe sentirse tratado en forma inadecuada si no lo recibe.
Lo que sí sabemos acerca del tratamiento del plasma de convaleciente al día de hoy son dos cosas: que es una opción segura (raramente da efectos adversos) y que es un recurso escaso (no todos los pacientes acumulan una alta cantidad de anticuerpos luego de haberse curado de la enfermedad). Esto último hace que la donación de plasma aparezca hoy como una prioridad para el avance de todos los estudios que se están desarrollando. El proceso de donación es sencillo y seguro, y puede ser repetido una serie de veces si el donante está en buen estado de salud. En este contexto de pandemia es sin dudas un acto altruista y solidario, pero que no debería ser forzado. Es importante recordar que la participación de sujetos en investigación debe ser siempre voluntaria y en el marco de las normas bioéticas que rigen este tipo de actividad científica. Esa es la única manera de garantizar el derecho a la autonomía de todas las personas involucradas en el proceso.