Opinión
Política y Economía

Por Diego Añaños

El paro, las pérdidas y los círculos perversos


Por Diego Añaños

La gestión Cambiemos, suele establecer la reflexión acerca de los paros en función de una estimación más o menos grosera de lo que se pierde en la economía durante una medida de fuerza. En este caso, se estableció una pérdida de $40.500 millones, aproximadamente U$S900 al tipo de cambio oficial. Tal vez merezca una reflexión metodológica en otro espacio el modo en el que se realizan los cálculos, pero no es la intención de éste artículo profundizar en esa discusión. La idea es analizar el tema, a partir de las herramientas que nos propone el oficialismo.

En primer lugar, la estrategia comunicacional del gobierno pone sobre la mesa una cuestión por demás de interesante, que es el papel de los trabajadores en la economía. Normalmente, el credo ortodoxo, al que Cambiemos adhiere, sostiene que los empresarios son los encargados de producir la riqueza. Sin embargo, cuando se sostiene que la ausencia de trabajadores produce un fuerte deterioro en el ingreso nacional, se pone de manifiesto la centralidad del trabajo en la generación de la misma. Es el mismo argumento del gobierno lo que desnuda la falacia liberal, tan tristemente difundida. Paralelamente, es esa misma centralidad, la que hace de los trabajadores, uno de los pilares fundamentales del sistema. En nuestra primera columna, planteamos que existen cuatro tractores fundamentales del crecimiento en una economía: el Consumo, la Inversión, el Gasto del Gobierno y el Saldo (positivo) de la Balanza comercial.

Sin embargo, no todos tienen el mismo peso relativo. El consumo representa alrededor de tres cuartas partes del producto, por lo que su comportamiento, es un determinante fundamental del comportamiento de la economía.Por lo tanto el deterioro permanente del poder adquisitivo del salario lesiona el tractor fundamental de la economía nacional. La fuerte caída del producto del año 2018, de alrededor de un 2,5%, se explica en gran medida por la caída del consumo, y la caída del consumo se explica por el fuerte proceso de transferencia de ingresos de los trabajadores a la empresas mediante un dispositivo muy simple: contener el crecimiento de los salarios por debajo de la inflación. Esa caída del PBI, medida en dólares, es igual a 186 paros. Es decir, la recesión de 2018, midiendo como mide el Gobierno, produjo el mismo efecto que si hubiéramos tenido un paro día por medio durante todo el año.

Hablábamos la semana pasada, del volumen de la formación de activos externos (fuga de capitales) durante la gestión de Mauricio Macri, que se ubicaba en U$S68.000 millones. Un par de operaciones matemáticas simples, nos permiten concluir que, en tres años y medio, se fugó el equivalente a 75 paros generales. Si contamos el perjuicio económico del último paro general, podemos afirmar que el dispositivo de desregulación financiera montado por Cambiemos multiplicó por 12 veces y media las pérdidas de todas las medidas de fuerza juntas.

En este contexto, y casi como una burla, el Ministerio de Hacienda reglamentó los artículos 205 y 206 de la Ley de Financiamiento Productivo, con el objetivo de diferir el pago de Ganancias para grandes proyectos de inversión. Justamente Ganancias, cuya eliminación fue uno de los caballitos de batalla de las promesas de campaña de Mauricio Macri, y forma parte de los reclamos históricos de las centrales sindicales.

Se plantea en el título la idea de los círculos perversos, porque las cuestiones sobre las que venimos reflexionando en las últimas semanas se encuentran entretejidas por una delicada filigrana. El primer movimiento se da con la gigantesca transferencia de ingresos de los trabajadores a los grupos más concentrados. El segundo paso es la “realización”, osea, la trasformación de esos pesos en divisas extranjeras. Dado que esas divisas no están disponibles en el país, el gobierno las ingresa vía endeudamiento. Tercer acto: mediante la desregulación cambiaria y financiera, el Estado facilita la adquisición de divisas extranjeras sin límites y su posterior salida del país. No es la primera vez que ocurre, y los grandes grupos concentrados tienen la capacidad de reproducir el proceso periódicamente. Lo hicieron durante la Dictadura, y durante los gobiernos constitucionales de Menem y De la Rúa. Está claro que vale la pena esperar: como decíamos la semana pasada, en tres años y medio se fugó el equivalente a las fortunas acumuladas de las cincuenta familias más ricas de la Argentina en doscientos años de historia.

Por lo tanto, la pregunta pertinente debería ser: quién está parando al país, los trabajadores o Macri con su decisiones de política económica?