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Plaza San Pedro

El Papa proclamó santos al obispo asesinado Romero y a Pablo VI


Desde el sagrario de la basílica de San Pedro, ante una plaza desbordada por unas 90 mil personas, entre ellos siete mil peregrinos salvadoreños, Francisco proclamó este domingo santos al mártir Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980 por la dictadura militar, al Papa Pablo VI y a otros cinco religiosos.

El Papa argentino vestía el cíngulo (cordón con borlas que los sacerdotes ciñen a la cintura), manchado con la sangre de monseñor Romero cuando un suboficial de la dictadura le disparó con un fusil mientras oficiaba la misa el 24 de marzo de 1980.

En el oficio religioso Jorge Bergoglio utilizó el cáliz, el palio y llevó en la procesión inicial el báculo pastoral que usó Pablo VI, pontífice entre 1963 y 1978.

La ceremonia estuvo cargada por los símbolos de las reliquias de los nuevos santos, entre ellas la camiseta blanca ensangrentada después del atentado que sufrió Pablo VI en su visita a Manila, Filipinas, cuando fue levemente apuñalado por un pintor boliviano en el aeropuerto.

Además del mártir “San Romero de América”, como lo llaman, y Pablo VI, fueron canonizados tres religiosos italianos: Francesco Spinelli, Vincenzo Romano y Nunzio Sulprizio. Además, la alemana María Katharina Kasper. Entre los invitados especiales estaba la reina madre de España Sofía, pues fue elevada a los altares Nazaria de Santa Teresa de Marcha, nacida en Madrid que vivió muchos años en Mexico y Bolivia, y murió en 1943 en Buenos Aires.

Entre los fieles salvadoreños se encontraba con su familia Cecilia Flores de Rivas, la mujer que sufrió una grave enfermedad que la puso al borde de la muerte. Su marido pidió ayuda al mártir Romero y Cecilia Flores se curó “sin una explicación científica”, lo que certificó el milagro.

Tras el pedido del prefecto de la Causa de los Santos, el Papa pronunció la tradicional fórmula en latín: “Después de habler reflexionado largamente e invocado la ayuda divina y escuchando el parecer de muchos de nuestros hermanos obispos, declaramos santos a los beatos…”, pronunciando el nombre de los siete elegidos.

El Papa recordó además que Pablo VI “fue el sabio timonel del Concilio Vaticano II y animó a vivir nuestra vocación común: la vocación universal a la santidad. No a medias, sino a la santidad”.

Monseñor Romero fue asesinado en la tarde del 24 de marzo de 1980 por un comando de ultraderecha enviado por el mayor Roberto D’Abuisson, líder del partido ARENA que apoyaba a la dictadura militar, que fue cómplice del asesinato. El subsargento de la Guardia nacional Marino Samayoa Acosta, que disparó un fusil con mira telescópica que le dio D’Abuisson, era uno de los miembros de la patota del presidente coronel Arturo Armando Molina.

Si Romero fue un luchador y mártir profeta de los pobres, el Papa Pablo VI fue como dijo el Papa, el timonel del Concilio Vaticano II, tras la enfermedad (cáncer al estómago) de Juan XXIII y su muerte en junio de 1963, que obligó a suspender el Concilio que el Papa Bueno había convocado en 1959. La elección como sucesor de Pablo VI permitió continuar y cerrar el Concilio en 1965.

En su pontificado, Pablo VI reformó la liturgia, imponiendo la misa que hoy se oficia en todo el mundo en las lenguas nacionales. También fue autor de la encíclica “Populorum Progressio”, que auspició una mejor distribución de las riquezas. En su última encíclica, en 1968, llamada “Humanae Vita”, Giovanni Montini prohibió los anticonceptivos artificiales, una decisión que desde entonces convirtió al documento en una de las encíclicas más polémicas de la Iglesia contemporánea. Pablo VI murió el 6 de agosto de 1978.