El estadounidense Fred Kerlei (9.84) y el canadiense Andre de Grasse (9.89) completaron el podio por delante del sudafricano Akani Simbine (9.93), el estadounidense Ronnie Baker (9.95), el chino Su Bingtian (9.98) y el nigeriano Enoch Adegoke, que no terminó
Cuarenta y un años después del título olímpico de 200 metros conquistado por Pietro Mennea en Moscú ’80, otro velocista italiano, Lamont Jacobs, se proclamó campeón olímpico, ahora en 100 metros, con una marca de 9.80 que lo convierte en sucesor del legendario Usain Bolt.
El estadounidense Fred Kerlei (9.84) y el canadiense Andre de Grasse (9.89) completaron el podio por delante del sudafricano Akani Simbine (9.93), el estadounidense Ronnie Baker (9.95), el chino Su Bingtian (9.98) y el nigeriano Enoch Adegoke, que no terminó.
El británico Zharnel Hugues fue descalificado por salida falsa.
La gran incógnita del atletismo en los Juegos de Tokio quedó desvelada en 9.80 segundos y en una dirección totalmente inesperada. Jacobs, de padre estadounidense y madre italiana, es el heredero de Bolt, el esprinter ya legendario que había conquistado los tres títulos olímpicos anteriores, siempre en doblete con el de 200.
El temible calor húmedo de Tokio por estas fechas, que se apiadó de los atletas los dos primeros días, irrumpió con fuerza el domingo para amargarles la vida dentro del estadio, bajo el efecto invernadero de 36 grados y un 64 por ciento de humedad.
Las semifinales ya arrojaron varias sorpresas, como si el ránking hubiera enloquecido en ausencia del patrón de la década anterior. Trayvon Bromell, el más rápido del año (9.77), se quedó fuera de la final por una milésima, la ventaja con la que el nigeriano Enoch Hugues entró por delante de él en la segunda serie, dominada por el británico Zharnel Hugues con 9.98.
Los dos fueron acreditados con 10.00, pero los jueces, después de examinar durante varios minutos la foto de llegada, resolvieron que el africano había cruzado la raya una milésima antes que el norteamericano (995 frente a 996).
La marca de Lamont Jacobs en semifinales, en las que batió por dos centésimas, con 9.84, el récord de Europa del portugués Francis Obikwelu (2004) fue un primer aviso para navegantes. La prueba se había quedado sin dueño y la victoria estaba casi al alcance de cualquiera de los finalistas.
Jacobs devolvió la primacía olímpica a Europa veintiún años después de la victoria del tramposo griego Konstantinos Kenteris en Sydney 2000 y emula el oro de otro italiano, Pietro Mennea, en los 200 de Moscú’80.
Las gradas que hace 31 años, en la tercera edición de los Mundiales, rugieron con la final de longitud que arrojó el mejor salto de la historia, los 8,95 metros de Mike Powell, pusieron este domingo, vacías por la pandemia, un extraño telón de fondo a la gesta de Jacob.
La final de altura repartió dos medallas de oro. El catarí Mutaz Essa Barshim y el italiano Gianmarco Tamberi compartirán el peldaño más alto del podio tras conseguir, al alimón, el título olímpico de altura con una marca de 2,37 sin un solo fallo anterior, antes de fracasar sobre 2,39.
Con la misma marca que ellos, pero con un salto nulo en 2,19, la primera altura que intentaba, el bielorruso Maksim Nedasekau hubo de contentarse con la medalla de bronce.
Con sendas medallas de plata en Londres 2012 y Río 2016, Barshim, el mejor saltador de altura desde los tiempos del cubano Javier Sotomayor, con 11 saltos por encima de los 2,40 metros desde 2013, buscaba en Tokio, con 30 años, su primer oro después de haber sido dos veces campeón del mundo.