Por Carlos Duclos
El discurso puede ser creíble por un tiempo, pero si el mensaje está desvinculado de la realidad, si no está acompañado de pruebas de que aquello que se sostiene es así, la credibilidad se desbarranca sin remisión. Y el discurso del gobierno, en cuanto a que la situación está mejor socialmente hablando, es (en el mejor de los casos) una ilusión.
Nada está mejor desde el momento que la ola de despidos sigue sin que se le ponga freno. “Lo cierto es que hoy hay más conflictos laborales que hace dos años”, dijo una fuente del Ministerio de Trabajo imparcial a quien esto escribe.
No toda la responsabilidad es del gobierno, claro, porque como siempre hemos sostenido, la rapiña y angurria de un mal llamado “empresariado” argentino (porque empresario no es quien tiene por objeto únicamente la renta a cualquier precio, incluso al precio de la angustia de sus empleados), le pone una buena cuota de disparate a este disloque histórico.
Pero el gobierno es responsable, por supuesto. Responsable porque sus políticas no conllevan alivio a las clases más despotegidas; responsable porque el gobierno nacional incluso viola los principios del libre mercado (que debería defender el modelo liberal) al hacer todo lo posible, por ejemplo, para poner tope a las paritarias en un irrisorio 15 por ciento para los sueldos, cuando se sabe que en la realidad la inflación pasa esos guarismos. Si hay libre concurrencia o libre competencia, pues que sea para todo, sino es una grotesca mentira la libertad económica.
Los despidos siguen, los costos de servicios e impuestos crecen, la inflación ha bajado apenas un poco al costo grave de la paralización del mercado interno; las inversiones son un espejismo y todo se sostiene por la ayuda mediática de ciertos grupos hegemónicos; por la política comunicacional de la persuasión; por las groserías cometidas por el anterior gobierno con guantes negros (aunque los guantes blancos y refinados sean iguales o peores) y por el odio de parte de un sector social que supone que por esa vía la República saldrá a flote y navegará.
Es una pena, porque ningún argentino de buena voluntad desea que el gobierno haga las cosas mal, cuidando sugerencias foráneas y olvidando las necesidades vernáculas. Es una verdadera pena, que el gobierno no sepa ¿o no quiera saber?