Las conversaciones están impulsadas por Estados Unidos. Mike Pompeo asistirá a la ceremonia de apertura
Después de meses de retrasos y violencia, el gobierno afgano y el movimiento islamista talibán comenzarán desde mañana conversaciones de paz para poner fin a casi dos décadas de guerra, aunque pocos esperan un acuerdo pronto.
Las dos partes se reunirán en la capital de Qatar, Doha, seis meses después de lo previsto debido a importantes desacuerdos sobre un controvertido intercambio de prisioneros.
Las conversaciones, respaldadas por Estados Unidos, marcan un hito importante en el conflicto que empezó hace 19 años, pero no hay garantías de alcanzar la paz o incluso de un alto el fuego porque los negociadores tienen objetivos muy divergentes.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, quien asistirá a la ceremonia de apertura del diálogo, dijo que representan una oportunidad «verdaderamente histórica».
Las partes deben acordar «cómo hacer que su país avance para reducir la violencia y cumplir lo que el pueblo afgano exige: un Afganistán reconciliado con un gobierno que refleje un país que no está en guerra», dijo Pompeo a periodistas mientras volaba a Qatar.
El presidente estadounidense Donald Trump, candidato a la reelección en noviembre, presionó mucho para devolver a las tropas al país y poner fin a la guerra más larga de Estados Unidos, que comenzó hace casi 20 años cuando Washington invadió Afganistán y derrocó a los talibanes tras los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Vanda Felbab-Brown, experta en Afganistán y miembro de la Brookings Institution, dijo a a la agencia de noticias AFP que las negociaciones podrían durar años, «con muchos altos y paradas, a veces quizás durante meses mientras siguen los combates».
Cualquier acuerdo dependerá de la voluntad de ambas partes de adaptar su visión para el país y de la medida en que pueden compartir el poder.
Los talibanes, que se han negado a reconocer al gobierno del presidente Ashraf Ghani, presionarán para remodelar Afganistán y crear un «emirato» islámico.
La administración de Ghani buscará por su parte mantener el statu quo respaldado por Occidente de una república constitucional, con derechos, incluidas mayores libertades para las mujeres.
Los talibanes, que gobernaron la mayor parte de Afganistán entre 1996 y 2001, mantendrán una posición más firme que en cualquier otro periodo desde que fueron derrocados.
Hasta ahora, los talibanes sólo hicieron vagas promesas de proteger los derechos de las mujeres a través de «valores islámicos», y muchos afganos temen que su regreso parcial o total al poder suponga la reanudación de políticas anteriores, como la ejecución de mujeres acusadas de adulterio.
«Por mucho que queramos la paz, también queremos que se mantengan los logros de los últimos años», dijo Aminullah, maestro de escuela de 35 años de la provincia de Kunduz. «No quiero que mi escuela cierre, pero la paz es la prioridad ahora», añadió.
En febrero, los talibanes revindicaron como victoria haber firmado un acuerdo con Washington que establecía un calendario para las conversaciones, que debían empezar en marzo, y para la retirada de las fuerzas extranjeras, a principios del próximo año.
A cambio, los talibanes ofrecieron garantías de seguridad que, según los críticos, eran vagas. Tras firmar el acuerdo, los insurgentes lanzaron nuevos ataques contra las fuerzas afganas.
El acuerdo no requiere que los talibanes renuncien formalmente a Al Qaeda, el grupo yihadista que fue dirigido por Osama Ben Laden, que tuvo un refugio seguro en Afganistán mientras planeaba los atentados del 11 de septiembre. En cambio, los talibanes se comprometen a «no permitir» que tales grupos utilicen Afganistán como base.