Análisis

El FMI y la deuda insostenible


Por Diego Añaños

Por Diego Añaños 

Durante la semana pasada, la vicepresidenta Cristina Fernández y el vocero oficial del FMI, Gerry Rice, protagonizaron un cruce muy picante. El reclamo de la necesidad de una quita por parte de la ex presidenta, fue respondido con un taxativo «NO» por parte del funcionario del Fondo. “Los estatutos del organismo prohíben una quita”, sostuvo. Cristina, rápida de reflejos, se preguntó inmediatamente porqué el FMI había tenido una actitud tan indulgente con el gobierno de Mauricio Macri.

Como decíamos la semana pasada, el organismo “relajó” mucho las reglas en función de la decisión política de prestarle a la Argentina: desde el inédito monto del crédito, pasando por la vista gorda con la utilización del préstamos para la fuga, hasta los sucesivos waivers otorgados (por la presentación parcial o fuera de tiempo de las cifras, por el no cumplimiento de los objetivos fijados, etc.). Ahora, como se dice en la calle, le aplicaba la precisa a la Argentina. Bueno, parece que la cosa va en serio, ya que ahora la directora gerente del Fondo, Kristalina Georgieva, reafirmó los dichos de Rice, en el sentido de que no habrá quita de capital en la renegociación de la deuda. Si bien no cierra las conversaciones, sí estrecha el margen de posibilidades en el camino a un nuevo acuerdo. Vale recordar que la Ley de Administración Financiera exige que una reestructuración de deuda mejore al menos dos de las tres condiciones presentes: plazos de pago, intereses o capital.

Paralelamente, y más allá de los chisporroteos mediáticos, la negociación continúa. La misión del FMI finalizó el miércoles su visita a Argentina, en la que reunió toda la información necesaria para establecer un escenario claro acerca de la situación de la economía y las finanzas públicas en el país. Si bien no se trató de una clásica revisión de artículo IV, como las que recibió el gobierno de Macri, el organismo emitió un un comunicado informando las conclusiones a las que arribaron. Para sorpresa de muchos el informe reafirmó lo que viene sosteniendo Alberto Fernández y su equipo desde que asumieron: «La deuda es insostenible«. Argentina no tiene modo de hacer frente a sus compromisos en este contexto. Toda esa información, estará en manos de Georgieva para el próximo encuentro con el ministro Guzmán. La cita será en Riad, durante este fin de semana en la cumbre Ministros de Economía y presidentes de bancos centrales del G-20, en lo que muchos consideran la primer reunión de trabajo en profundidad, más allá de los dos encuentros previos que tuvieron el ministro y la directora.

La agenda de Guzmán durante la cumbre incluirá también una reunión con el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Steve Mnuchin (actor clave en la negociación ya que, recordemos, que es EE.UU. el miembro con mayor poder de voto individual dentro del Fondo), con Bruno LeMaire (ministro de Economía del Francia) y su par mexicano Arturo Herrera Gutiérrez.

La declaración de la misión del FMI fue leída inequívocamente por todos los sectores como un fuerte apoyo a la actual gestión en el proceso de renegociación de la deuda. De hecho en uno de sus párrafos consigna la necesidad de que los tenedores privados de deuda acepten una quita para hacer sustentable la reestructuración. Según el informe, “el personal del FMI notó que la capacidad de enfrentar el nivel y el servicio de la deuda pública de la Argentina se deterioró significativamente en comparación con el último análisis de sostenibilidad efectuado por el organismo en julio de 2019”. Vale preguntarse: ¿Qué fue lo que cambió desde julio del año pasado hasta hoy? La respuesta es bastante clara: poco y nada. Solamente se profundizó una tendencia que era por demás de evidente desde, al menos comienzos de 2018. Lo hemos planteado en repetidas oportunidades desde ésta misma columna. Es paradójico que los genios de las finanzas internacionales no pudieran percibir lo que se venía, del mismo modo que los genios de las finanzas locales no pudieron detectar la crisis que se avecinaba en Vicentín.

Uno de esos genios es Nouriel Roubini. Un economista de origen turco, que trabaja como docente en la Universidad de Nueva York, y que se hizo famoso luego de que una presentación suya ante el FMI presagiara la crisis del 2008. En el 2012 publicó un paper (The perfect storm), que anticipaba una profunda crisis financiera para 2013, cosa que jamás ocurrió. Ahora sostiene algo parecido para el 2020, aunque afirma que, lejos del peligro de que aparezca un cisne negro (un acontecimiento inesperado, en la jerga económica), nos enfrentamos a un escenario de cisnes blancos, esto es: todas las señales consistentes con el surgimiento de una nueva crisis. Pero no sólo habló del mundo, Roubini también se hizo lugar para hablar de la Argentina. Sostuvo que la actual gestión no tiene un plan económico coherente, lo cual aleja la posibilidad de que los acreedores acepten una reducción significativa o un canje ventajoso para el país. Incluso agregó que todas las señales emitidas por el gobierno no son creíbles, por lo que la Argentina se encamina irremediablemente hacia un default total. Las amenazas de Roubini no son nuevas. Ya el año pasado profetizaba que una victoria de Alberto Fernández y “hunde” el programa de U$S57.000 millones acordado con el FMI, iba a sufrir una nueva crisis de deuda. Lo que el especialista parece no percibir es que el que llevó al defaut fue precisamente Mauricio Macri. Valdría preguntarse para quién trabaja y a quién responde Roubini.

En síntesis, la conclusión de la misión del Fondo es clara: la quita de deuda se hace indispensable. Nada más ni nada menos que lo que dijo Cristina Fernández hace unos días en Cuba, y que generó la respuesta inmediata del vocero oficial del FMI y un revuelo en las filas de los agentes encubiertos del capital financiero internacional en la Argentina, como una expresión más de las maravillas del cipayismo vernáculo. Sin embargo, no debemos perder de vista la pregunta fundamental: para qué la reestructuración de deuda? Es para acomodar el barco para transformarnos en un pagador responsable, o es para hacer de la Argentina un mejor lugar para vivir? Hay una expresión en el informe del Fondo que abre puertas inesperadas cuando la reflexión sobre la viabilidad económica le deja lugar a la viabilidad política. Y es sobre esa viabilidad política (la que nos habla de la producción, de la generación de empleo, de la distribución progresiva del ingreso), que el gobierno debería tomarse para negociar los términos de un acuerdo sustentable para los más de cuarenta millones de argentinos.