Opinión

El falso “garantismo criollo” y la trágica saga de robos y asesinatos


Por Carlos Duclos

Las estadísticas apabullan, ponen el corazón en la boca y enojan a los inocentes seres que aún no están dormidos por la anestesia de la resignación o la ceguera del fanatismo político e ideológico. La ola de robos, heridos y muertos en Argentina es un escándalo, aunque algunos quieran dibujar otra escena para mitigar las llamas. Ni los encargados de proteger a la sociedad aturdida por tanta violencia se salvan. Durante el año 2017, fueron asesinados 39 policías en Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, y al promediar el año pasado “no menos” de 15 policías, habían caído a manos de delincuentes, sin que a muchos los conmoviera semejante cadena de atentados. La verdad sea dicha, tampoco hubo declamaciones contundentes de personas pertenecientes a las organizaciones de los derechos humanos, como si la vida de un policía no mereciera dignidad, derechos y defensa. Discriminación proverbial.

Solo para recordar dos hechos entre tantos: el 3 de julio de 2019, la oficial Mariel Gisella Duarte (26) fue asesinada por un delincuente que la golpeó en la cabeza y luego la ejecutó de un balazo para robarle su arma reglamentaria cuando se dirigía a su trabajo. Esto ocurrió en la localidad bonaerense de González Catán, partido de La Matanza.

El 26 de agosto de ese mismo año el oficial subayudante Emiliano Roberto Ojeda fue asesinado de nueve balazos al enfrentarse con delincuentes que escapaban luego de cometer cuatro asaltos y tirotearse con otros efectivos que los perseguían en la localidad de La Tablada, partido de La Matanza.

Ayer, fue asesinado a puñaladas el efectivo de la Policía Federal Juan Pablo Roldán, quien deja huérfano a un pequeño de cuatro años. Ante el hecho, el gobierno nacional, posiblemente acuciado por el mal humor social, ha decretado (en un hecho poco frecuente) duelo nacional por la muerte del agente. Aunque el decreto presidencial no resuelve la trágica e injusta muerte, al menos reivindica la figura de este policía y el de tantos otros que murieron en ejercicio del deber, y cuyas memorias fueron ninguneadas por tantos adalides de los derechos humanos, y opacadas por pseudos garantistas, que en la realidad no son más que burladores de la justicia, una justicia que debe ser entendida como el merecimiento según los actos, el dar a cada uno lo que corresponde por sus acciones: premio o castigo.

En el reino del revés de María Elena Walsh, donde “un ladrón es vigilante y otro es juez” y por qué no también funcionario en otros estamentos del reino, la paradoja es que con frecuencia el castigo es para el inocente, para el que trabaja, mientras el delincuente sabe que el falso garantismo y los sesgados derechos le allanan el camino a la impunidad. Así estamos: cientos de miles de robos contra la propiedad privada, miles de heridos y asesinados y una sociedad sojuzgada por el crimen y quienes lo alientan con sus omisiones y errores políticos.

Murió el asesino del policía Juan Pablo Roldán - El Ancasti - Diario de Catamarca

En los primeros seis meses de este año, hubo más de mil homicidios dolosos en el territorio nacional, aunque estas son cifras oficiales, razón por la cual el lector tiene derecho a sospechar que la cantidad es mayor, pues se sabe que las estadísticas en estos lugares del mundo suelen adolecer de “errores”. De lo que sucede en la provincia de Santa Fe mejor ni hablar.

Quien haya visto el video del momento en el que el policía es apuñalado, se habrá preguntado: ¿por qué él o sus compañeros no sacaron el arma y dispararon a tiempo? La respuesta es, “por temor”, temor a ir presos, temor a ser condenados como ya ha sucedido en el pasado. No dude el lector de que si la historia hubiera sido otra, si el agresor hubiera sido abatido por el disparo del arma policial el ejecutante hoy estaría bajo arresto.

Néstor Roncaglia, ex jefe de la Policía Federal dijo: “Mi indignación es inmensa, porque no tengo dudas de que el policía, Inspector Juan Roldán, murió por dudar en tirar o no”. Y añadió: “algunos se ocupan de meter tanto miedo al policía con que no deben disparar, sino van presos, que ante un hecho violento, el policía duda en hacer uso de su arma siendo ahí cuando cae muerto”. Ni más ni menos.

Peritos de la Policía de la Ciudad, en la escena del crimen

Si Roldán hubiera disparado antes haciendo uso de la legítima defensa, cayendo muerto el atacante y no cuando ya era demasiado tarde para él, los filósofos del derecho “progresista argentino” (que no es lo mismo que progresista de verdad) ya hubieran justificado la cárcel para el agente aludiendo a la desproporción en la defensa, o quien sabe que mamarrachadas jurídicas hubieran argüido, de esas que aprendieron leyendo de memoria doctrinas y códigos de otras culturas cuya naturaleza nada tiene que ver con la nuestra. Genios y figuras del “progresismo criollo”, es decir del falso progresismo, alabados como dioses algunos, que de sentido común y sabiduría tienen poco, pero que les sobra rencor para actuar según ese nefasto sentimiento a veces encapsulado en el remoto subconsciente. Genios y figuras que, en ciertos casos, han encontrado la ligera, burda y muy mentirosa forma de anular el sentido común y el orden tildándolo de derecha, ultraderecha o de fascismo, como si no hubiera gente sensata muy lejos de la pena injusta, que es tan aberrante como la abolición de la misma cuando corresponde. Abolición a la que los genios, vaya a saberse por qué, en los hechos son tan afectos. Los efectos están a la vista, son la trágica saga de robos y asesinatos en una sociedad que no se siente segura, ni lo está por cierto.