Análisis

El Estado, la coordinación y la propiedad privada


Por Diego Añaños

De pronto, el mundo está descubriendo que la coordinación de una agenda común es indispensable para que la vida en sociedad funcione. Como decíamos la semana pasada, esto ocurre hoy porque sentimos miedo, y pensamos que estamos viviendo una crisis. Durante décadas, pensamos que esa crisis no existía, porque no parecía estar cerca de nosotros. Ahora resulta, que los mecanismos de mercado no sirven para gestionar los problemas, y llueven las demandas sobre el Estado.

Es así que los gobiernos de todo el mundo deben decidir cuándo comienza y cuándo termina el proceso de aislamiento social, cuáles serán las reglas que regirán durante el mismo, cómo será el proceso de salida, cómo se organizará la puesta en funcionamiento del sistema productivo, etc. Estamos acostumbrados a que las empresas fallen, quiebren y desaparezcan, pero cuando falla o desaparece el Estado la cosa es muy diferente.

Sobre el fin de la semana pasada, el gobierno habilitó la atención de las entidades bancarias para el cobro de los jubilados y beneficiarios de Asignación Universal por Hijo y Asignación Universal por Embarazo. Fue un verdadero caos, absolutamente carente de organización. El principal responsable, está claro, es el gobierno nacional. Ahora, la pregunta es: ¿no le cabe ninguna responsabilidad al sistema bancario? Es decir, podemos y debemos discutir, si la decisión de flexibilizar la cuarentena por parte del gobierno fue atinada. También podemos y debemos discutir si la comunicación de la medida fue realizada de la manera apropiada, proveyendo la información relevante a los agentes de cobro. Sin embargo, es posible también poner sobre la mesa la imposibilidad de la gestión privada de la atención de los clientes de los bancos. En definitiva, lo que queda muy claro, es que cuando falla el Estado, los mercados no están en condiciones de gestionar ni siquiera una fila muy larga de personas. Si los sistemas privados de salud del mundo no pueden dar respuestas a la crisis sanitaria, si los mercados no encuentran el modo de evitar la recesión que se avecina, ¿qué es lo que nos hace pensar que son capaces de gestionar de manera eficiente y permanente el funcionamiento del sistema económico?

La respuesta es clara: no existe evidencia empírica en ningún lugar del planeta donde los mecanismos de mercado garanticen la asignación eficiente de los recursos sociales. Y no sólo no es eficiente en términos distributivos, sino que tampoco lo es en términos económicos. Es decir, los sistemáticos colapsos bancarios y financieros, especialmente notables a partir de fines de la década del 70´, y comienzos de la década del 80´, muestran que sólo el azar permite que un sistema de producción absolutamente anárquico como el capitalista se mantenga en una senda parecida a un equilibrio relativamente estable por períodos muy breves de tiempo. Desde que el mundo decidió que la desregulación de la actividad económica era la solución para los problemas del mundo, la cosa funciona cada vez peor. Las crisis operan como señales, que nos recuerdan, por un lado la fragilidad del equilibrio sistémico, y por el otro, la función estratégica del Estado como organizador de la vida social.

Hasta el comienzo de la crisis del coronavirus, los analistas estimaban que el PBI global crecería en 2020 aproximadamente un 2,5%. Un informe reciente del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, estima que por efecto de la pandemia, y en el peor de los escenarios posibles, podría producirse una caída del 0,9%. El informe recuerda que, luego de la caída de Lehman Brothers, el producto mundial cayó un 1,7% en un año, en lo que fue la peor caída desde el crack del 29´. Sin embargo, el documento aclara que, en caso de que las restricciones económicas se extiendan al 3° trimestre del año, y las respuestas fiscales no sean suficientes para impulsar los ingresos, y por lo tanto, el consumo, la caída podría ser incluso peor.

La Organización Mundial del Comercio, por su parte, emitió un informe a través de una charla transmitida por Youtube, en el que da cuenta de las consecuencias de la crisis económica sobre el volumen del comercio global. De acuerdo a las estimaciones de los funcionarios, el freno comercial estaría en un rango de entre el 13% y hasta un 32%.. En ambos casos, tanto en las estimaciones de la caída del PBI global, como en el caso del retraimiento del comercio, los analistas aclaran que el margen de error de sus pronósticos es muy grande, pero que en definitiva el resultado final depende de fundamentalmente del grado de acierto de los Estados Nacionales a la hora de diseñar los paquetes de estímulo para la recuperación de sus economías nacionales.

La pregunta que subyace es de dónde extraer los recursos para financiar la recuperación de la economía mundial. ¿Será a través de un profundo ajuste sobre los salarios de los trabajadores? ¿Tal vez será mediante un agresivo programa de emisión monetaria coordinada por todos los bancos centrales del mundo? Un simple razonamiento diría que la respuesta está en otro lado. No decimos nada nuevo, sólo apelamos al sentido común. Si el 1% más rico de la población del mundo acumula anualmente más del 80% de la riqueza global, está claro que es ahí donde hay que ir a buscar. Sin embargo, la naturalización de la propiedad privada parece ocluir esa posibilidad. Incluso hace que los más pobres, defiendan el derecho de los más ricos a privarlos de todo. Probablemente, sin una puesta en discusión de los mecanismos que garantizan la sacralidad de la propiedad privada, las consecuencias de la crisis sean aún más devastadoras de lo que los analistas pronostican.