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El díficil acceso al aborto en Alemania


 

Por Yannick PASQUET.

Cuando un tribunal la condenó a pagar 6.000 euros de multa por haber informado a sus pacientes de que practicaba abortos, la ginecóloga alemana Kristina Hänel concluyó que la situación «no podía seguir así». 

Junto con su colega, Nora Szasz, que podría ser condenada por el mismo motivo, decidieron reaccionar. «¡No tenemos miedo!», afirman a la AFP estas dos mujeres dispuestas a llevar su caso ante la mayor jurisdicción alemana. 

En la web de su consultorio, las dos especialistas informan a sus pacientes de que practican interrupciones voluntarias del embarazo (IVE). «Una simple mención entre otras 12 operaciones de cirugía ambulatoria que realizo como ginecóloga», precisa Nora Szasz, que comparecerá también ante un tribunal. 

En Alemania, este tipo de información se puede asimilar a una promoción o incluso una publicidad en favor del aborto, un delito que se castiga con «hasta dos años de cárcel o una multa», según el artículo 219a del Código Penal. 

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– Estrictamente controlado -. 

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Los problemas judiciales de las dos ginecólogas les recordaron a los ciudadanos que el aborto sigue siendo una práctica muy regulada en Alemania y que se disuade a los médicos de realizarla en un país que encabezó, sin embargo, la lucha por los derechos de las mujeres en los años 1970. 

En las últimas semanas, los responsables políticos volvieron a abordar esta cuestión y una parte de la oposición pidió la abolición del párrafo 219a del Código Penal. 

Pero los conservadores del partido democristiano de Angela Merkel se niegan a ello y los socialdemócratas, sus socios gubernamentales, acaban de retirar una propuesta de ley para suprimir ese artículo para no enemistarse con la formación de la canciller. 

«Es un anacronismo increíble», se indigna Verena Osgyan, diputada de los Verdes en el Parlamento regional de Baviera, que recuerda que ese artículo fue adoptado en mayo de 1933, poco después de que Adolf Hitler se otorgara los plenos poderes. 

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– Consulta obligatoria-. 

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En Alemania se practican cada año unos 100.000 abortos y se registran unos 790.000 nacimientos. 

Una mujer que quiera abortar en las 12 primeras semanas de embarazo debe acudir a una consulta obligatoria en un centro oficial. El objetivo de esa entrevista es «incitar a la mujer a seguir adelante con el embarazo», según la ley. 

Luego se impone a la mujer un «plazo de reflexión» de tres días. 

Excepto en determinados casos como las violaciones, la puesta en peligro de la vida de la madre, etc. la IVE, cuyo coste puede alcanzar varios centenares de euros, no es reembolsado por la seguridad social. 

En algunas regiones, entre ellas la muy católica Baviera, las mujeres deben recorrer en ocasiones más de un centenar de kilómetros para poder abortar. 

En una parte de ese extenso estado del sur de Alemania, no hay ningún hospital público que realice ese tipo de operaciones y algunas pacientes eligen viajar a la vecina Austria. 

«Muchos de los médicos que siguen practicando [abortos] superaron desde hace tiempo la edad de la jubilación», dice la diputada Verena Osgyan. Y no parece que los vayan a sustituir, dado que ese acto médico no figura en las prácticas universitarias de los futuros médicos. 

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– «Combate olvidado» -. 

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En el ámbito político, la derecha conservadora se opone a cualquier cambio de la legislación actual. 

El nuevo ministro de Sanidad, el muy conservador y ambicioso Jens Spahn, justifica su veto por la necesidad de proteger «la vida humana». 

Como en otros países occidentales, los militantes antiaborto emprendieron una nueva campaña, especialmente en internet. Uno de ellos, el activista Klaus Günter Annen, que denunció a varios ginecólogos, compara la IVE con el campo de exterminio nazi de Auschwitz. 

«Recibo constantemente correos electrónicos de amenaza», cuenta Kristina Hänel. 

Los antiaborto celebran además manifestaciones silenciosas delante de las oficinas de planificación familiar en Fráncfort o Múnich. 

En ese contexto, algunos médicos prefieren retirar de sus páginas web cualquier información sobre abortos y no quieren figurar en las listas entregadas por los centros de planificación familiar. 

«Es el verdadero escándalo del que nadie habla», asegura Kristina Hänel. «¡Para obtener una lista de los médicos que practican el aborto las mujeres deben consultar las web de los militantes antiabortos!», lamenta. 

«El combate [por el aborto] ha sido un poco olvidado» por las feministas, dice Jutta Pliefke, empleada de una oficina de planificación familiar. «Pero -afirma- hay que volver a apropiarse de ese tema» para afrontar «unas fuerzas reaccionarias especialmente poderosas».