Los índices de aprobación de las principales figuras políticas a nivel mundial, experimentan una intensa volatilidad, pero la popularidad del presidente de Brasil logró su máxima marca
Por Damián Umansky – Periodista especializado en internacionales
“¿Popularidad? Eso es la gloria en centavos…” Esta célebre frase corresponde al gran novelista, poeta y dramaturgo del Romanticismo francés, Victor Hugo, y define lo que hoy entendemos como “la aceptación y fama que tiene una persona o una cosa entre la mayoría de la gente”.
En los últimos tiempos, los índices de aprobación de las principales figuras políticas a nivel mundial, experimentan una intensa volatilidad. Nadie puede descansar en los laureles. Los políticos de “cuero curtido” saben que los sondeos que un día te sonríen, en otros tal vez te lloren. Sin embargo, lo que no deja de ser noticia, es el curioso caso de Jair Bolsonaro. La popularidad del presidente de Brasil, logró su máxima marca desde que asumió el gobierno según una encuesta de la empresa Ibope.
El sondeo indica que el 40% considera excelente o bueno al gobierno, un 29% lo juzga regular, otro 29% lo evalúa como malo o pésimo y 2% no quiso responder. En tanto, la tasa de rechazo registró un fuerte retroceso de casi 10 puntos. Estos números, llegan para ratificar el estudio que dos meses atrás realizó la consultora Datafolha, y que marcaba también buenos datos para el mandatario brasileño.
Decimos que es curioso el caso Bolsonaro, teniendo en cuenta que parecen no haber tenido efecto las críticas que recibió por su postura irresponsable y negacionista frente al Coronavirus que ya ha dejado casi 139.000 muertos en Brasil, uno de los 3 países más castigados por el virus junto a Estados Unidos y a la India.
La figura del presidente del país vecino, rompe con todos los manuales de buenas prácticas en materia de corrección política. Este excapitán del ejército, se convirtió en el presidente del país más grande de Sudamérica a pesar de haber cosechado, a lo largo de su trayectoria como político, olas de indignación por sus reiterados comentarios misóginos, racistas y homofóbicos.
«Estoy a favor de la dictadura», supo declamar allá por los ´90. Tampoco tuvo empachó en decir que sería «incapaz de querer a un hijo homosexual (…) preferiría que muriera en un accidente». Más cercanos en el tiempo, podemos recordar cuando minimizó el riesgo de contraer Covid -19, refiriéndose a la enfermedad como una “gripezinha o resfriadinho”. Fue precisamente su actitud ante la pandemia, lo que le significó que le renunciaran dos ministros de Salud en plena escalada de contagios.
Se puede agregar al derrotero de Bolsonaro, el avance de los incendios forestales en la Amazonía y el Pantanal, un auténtico biocidio que lo ha enfrentado en las últimas horas con su colega francés, Emmanuel Macron, quien responsabilizó al presidente por el desastre ambiental.
¿Cómo se entiende?
El imprevisto crecimiento de la imagen positiva de Bolsonaro responde principalmente a una acción política que ni siquiera fue gestada desde las entrañas de su propia administración: la ayuda de emergencia de 600 reales (unos 110 dólares) distribuida a la población más pobre para combatir los efectos de la crisis económica causada por la pandemia.
Esta asignación excepcional, fue impulsada en el parlamento brasileño por la oposición. Incluso, el gobierno federal se resistió en un primer momento a aceptar la emisión de esta ayuda. Sin embargo, Bolsonaro supo capitalizar esta acción que hoy se convirtió en el factor central del aumento de su popularidad.
Estudios focales realizados en los conglomerados más vulnerables, identifican que el Partido de los Trabajadores (PT) del expresidente y máximo líder opositor, Luiz Inacio Lula da Silva, está perdiendo contacto con las bases, al mismo tiempo que reconocen la presencia y la asistencia del Gobierno.
Otro punto de inflexión para Bolsonaro fue, paradójicamente, contagiarse de Coronavirus. En plena crisis política, el anuncio de la enfermedad del Presidente bajó la tensión. Y logró acercarlo más a la gente.
En este sentido, y bajo el amparo de la filosofía y la lógica, con un simple ejercicio de deducción
podemos concluir el siguiente análisis: “Si nosotros, el pueblo, sufrimos la pandemia; y si el Presidente también sufre la Pandemia; entonces el Presidente es uno de los nuestros”.