El Gobierno activó nuevos mecanismos de control de precios que, por ahora, hacen poco efecto y generan malestar en un sector del oficialismo
Si bien la inflación bajó casi 20 puntos porcentuales en 2020, el país ingresó recientemente en una nueva espiral ascendente apuntalada por la suba de precios de productos de consumo masivo, por lo que el Gobierno activó nuevos mecanismos de control que, por ahora, hacen poco efecto y generan malestar a un sector del oficialismo, según trascendió.
Según datos del INDEC, la inflación total de 2020 fue de 36,1%, lo que significó un descenso importante respecto al 53,8% del 2019, sin embargo, los datos de los últimos meses encendieron las alarmas en las puertas del año electoral.
La inflación de los últimos meses del 2020 estuvo encima del 3% y la de diciembre trepó al 4%, estableciendo un nuevo piso para los meses venideros.
Sucede que, con los descongelamientos posteriores a la pandemia y la reactivación de algunos sectores de la economía, las empresas comenzaron a establecer aumentos de acuerdo a la suba que sufrieron sus costos.
En consecuencia, el Gobierno comenzó a estudiar nuevos mecanismos de control de precios como congelamientos y distintos arreglos llevados a cabo por la Secretaría de Comercio que encabeza Paula Español y por entidades estatales.
Así, por ejemplo, por medio del Enacom se obligó a las empresas de telecomunicaciones a dar marcha con un aumento del 20 por ciento en el valor del servicio, que aún continúa vigente debido a que la respuesta fue negativa y se procederá a una instancia judicial.
En el mismo sentido, desde el Ministerio de Agricultura de Luis Basterra se comenzó a trabajar en arreglos de abastecimiento con empresas del sector para garantizar que cumplan con una cuota de mercado interno antes de exportar.
«Queremos que nadie pierda, pero queremos que hagan un esfuerzo para que la mesa de los argentinos no se desabastezca», indicó Basterra esta semana, al hacer referencia a los empresarios.
La definición del ministro generó ruido interno en una parte del Frente de Todos, que asegura que el Gobierno es temeroso a la hora de confrontar con los grupos de poder.
«No podemos pretender quedar bien con todo el mundo. Llega un momento en el que vamos a tener que decidir si queremos que la gente coma o que los empresarios estén contentos», expresó ante NA un importante dirigente kirchnerista.
También el líder de la CTEP, Juan Grabois, se mostró crítico en las últimas horas sobre la manera en el que el gobierno negocia con el conglomerado agroindustrial.
«Cuando el Gobierno del Pueblo confronte al poder y se ponga los pantalones, el nivel de apoyo se va a disparar porque el pueblo no come vidrio», sostuvo Grabois.
El dirigente social remarcó, además, que «con estos niveles de pobreza estalló el país en 2001 y ahora parece que hay que acostumbrarse».
A la vez, un nuevo malestar apareció en el oficialismo cuando el Gobierno trabó un arreglo con el sector de los frigoríficos para garantizar cortes de carne «baratos» para los consumidores.
Expertos del sector a los que consultó NA aseguraron que las carnes que entraron en la negociación son lo que se conoce como «rechazo de exportación», es decir, carnes que otros países no aceptan porque no cumplen ciertas condiciones o tienen un nivel muy alto de grasa.
El ex «Rey de la carne» Alberto Samid consideró que es necesario «decir la verdad» y «parar de decir que está todo bien» porque «la gente tiene hambre».
Lo cierto es que el consumo de carne vacuna per cápita en Argentina en 2020 fue el más bajo en las últimas décadas, traspasando el límite inferior de los 50 kilos por persona, casi igualando al pollo, un dato no menor en un país que se caracteriza por tener los índices más elevados de América Latina.
En consecuencia, las idas y vueltas del Gobierno en las negociaciones con empresarios generan ruidos internos en el Frente de Todos, sobre todo en un sector que exige ser más duro con las compañías y los sectores de poder.
«Gobiernan con la tapa de Clarín», se quejó esta semana uno de los dirigentes que supo acompañar a Néstor Kirchner.
Otros, en cambio, hablan de un «gobierno cangrejo», que así como da dos pasos para adelante da otros dos para atrás.