Hacer un gol, ganar un clásico y salir campeón. Tres momentos que, posiblemente, persigan todos o un buen porcentaje de los futbolistas que llegaron a Primera o sueñan con hacerlo. Lograrlo es cosa de muy pocos. Y hacerlo todo junto en menos de seis meses, de privilegiados.
Tener ese último rótulo es una cuestión de orgullo para Julián Maidana, aquel lungo defensor que se afianzó en el Newell’s del Tolo Gallego y que, más allá de todo el optimismo y el deseo, no podía ni siquiera empezar a imaginarse todo lo que iba a tocar vivir en Rosario.
El adjetivo que se repite durante toda la charla con CLG es “hermoso”. Un partido, un año, un gol, un momento, un recuerdo… Todo fue “hermoso” para Maidana, a quien cada 22 de agosto, desde aquel de 2004, se le llena el celular de saludos y cariño por parte de los hinchas leprosos.
“Fue algo difícil de explicar todo lo que me pasó: hacer un gol en un clásico, de visitante, y luego salir campeón. Más sabiendo todo lo que significa este partido para la gente de Newell’s. Ellos me lo hacen saber año tras año. Todo eso me hizo poder seguir disfrutándolo hasta el día de hoy”, sentencia el ex Talleres.
“Va pasando el tiempo y todo parece cada vez más lindo”, comenta entre risas. “La gente de Newell’s es muy especial, no se olvida. Siempre me escriben y me mandan videos, me lo recuerdan constantemente y eso a uno lo hace sentir maravillosamente bien. Es hermoso, porque uno no juega más y cuando eso pasa, ya no está más en boca de nadie”, añade.
El centro de Manso llegaba bombeado, algo que suele facilitarle la tarea al arquero y a la defensa. Sin embargo, aquella pelota Tango, un símbolo asociable rápidamente al campeonato que ganó el Newell’s de Gallego, fue directo a la cabeza de Julián Maidana. Fue uno de los últimos que hizo gritar a hinchas leprosos en la popular que da a la avenida Génova.
“Lamentablemente hemos llegado a tener que jugar sin las dos hinchadas, y eso es algo muy feo. Vos hacés un gol y no sentís el grito de tu gente. Lo festejás con tus compañeros, con el banco, pero no es lo mismo. Ese fue otro aperitivo. Salir corriendo y ver el descontrol y la locura de la gente fue una experiencia inolvidable”, sostiene al respecto.
Los clásicos, mejor, de visitante
Clásicos hay muchos. Y también maneras de disputarlo y, ¿por qué no?, preferencias a la hora de afrontar uno. Jugar de local puede suponer en algunos casos tener la ventaja del empuje de la gente.
Sin embargo, Maidana prefiere «allá». “Uno cuando recién arranca quiere que un partido tan importante como el clásico pase rápido, e intenta hacerlo con el mejor resultado posible. Ya de más grande, siempre preferí jugar de visitante. No sé bien por qué, pero me gustaba salir a la cancha y que todos me chiflaran. Son cosas que te hacen agrandar. Como por ejemplo cortar un ataque rival o ganar en el área de enfrente. Los silencios de las tribunas en esos momentos. Todo eso me gustaba mucho”, argumenta.
“¿Qué me llevo de Newell’s? El aliento de la gente”
La salida del club no fue la esperada. Se fue mal de Newell’s por problemas en la relación con un cuerpo técnico y no pudo despedirse de la gente leprosa: eso fue, según él, lo que más le dolió. “Quería irme bien, teniendo la posibilidad de decirle adiós a los hinchas teniendo un último partido. Pero no fue así. Fue el único momento malo de una etapa maravillosa de mi carrera”, apunta Maidana.
“Me llevé un montón de cosas. Sensaciones y momentos que hasta me cuesta explicarlos de lo hermosos que fueron. Pero sobre todo me llevo el aliento de la gente, que viajó a todos lados a acompañarnos. Eso lo valoro muchísimo y es algo que recordaré siempre”, remarcó.
Cuando el futbolista pasa a segundo plano
Su característica de jugador metedor y luchador también tuvo que acompañarlo fuera del campo de juego. Un hombre que batalló adentro, también debió hacerlo en la vida. Y no fue nada sencillo. “No tengo problemas en hablarlo porque, gracias a Dios y a mi familia, pude dejar todo atrás”, comienza. La referencia es para el cáncer en un testículo que apareció en 2016 y con el que tuvo que lidiar.
Su historia fue dolorosa y con el tiempo, se convirtió en una de superación. Un dolor lo empujó a hacerse revisar y fue ahí cuando todo comenzó: le detectaron el cáncer y a partir de ese momento, con miedo y dudas, tuvo que enfrentarlo.
“Fue algo feo. Nadie te prepara para luchar contra el cáncer, para la quimioterapia y para todo eso. Pero lo importante fue que se pudo. Gracias a Dios, mi familia y mis amigos. Estuvieron siempre ahí, fueron fundamentales para mí”, desliza el ex defensor.
Con el correr del tiempo y de las sesiones, lograron extirparle el cáncer y pudo recuperarse. Se hacía controles cada seis meses, y ahora los mismos pasaron a ser anuales.
“Pude superarlo. No me olvidaré de la gente que estuvo conmigo en ese momento. Hoy en día cada vez que me dicen que alguien la está pasando mal, intento colaborar como sea. Con un saludo, con un video o con cualquier cosa. Hubo mucha gente que estuvo ahí, que rezó por mí y que me acompañó. Eso no se olvida”, cerró.