Opinión

El aire es libre y no conoce de fronteras


Por el Dr. en Ciencias Naturales Juan Lavornia, docente Investigador del Instituto de Ciencias Polares, Ambiente y Recursos Naturales de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

Los chicos dicen «el aire es libre» y a muy temprana edad perciben que la atmósfera no sabe de fronteras. La comunidad científica, por su parte, lo ha corroborado: el Sistema Global de Circulación Atmosférica en un complejo mecanismo a partir del cual las masas de aire se desplazan entre distintas regiones del planeta, buscando conciliar diferencias de presiones y temperaturas en la superficie. Ese mecanismo que también influye en la circulación local de nuestros vientos, ignora las fronteras internacionales, entre ciudad y campo o las que separan parques industriales de casas de familia.

Por otra parte, el origen de los contaminantes atmosféricos en muchos casos puede ser asociado a distintas actividades productivas o a ámbitos geográficos puntuales. En las ciudades, los problemas de calidad del aire se relacionan con las emisiones industriales y al transporte automotor, que generan un notable incremento en el riesgo de infecciones respiratorias y otras afecciones. El problema se agudiza en los sectores periurbanos, donde a menudo se incineran residuos sólidos urbanos liberando cientos de compuestos nocivos a la atmósfera. Al mismo tiempo, en los ambientes rurales, a menudo olvidados y fuera de la agenda, la pulverización con agroquímicos compromete la salud de los «pueblos fumigados».

En la escala global, la preocupación se relaciona con las emisiones de carbono originadas por la utilización de combustibles fósiles, que aumentan peligrosamente la temperatura del planeta y también con los compuestos químicos que desnaturalizan el ozono incrementando los problemas de salud derivados de la exposición a la radiación ultravioleta.

Sin embargo, a pesar de ser la problemática ambiental que, según la Organización Mundial de la Salud, más muertes causa en Latinoamérica, la contaminación del aire constituye uno de los problemas ambientales de más difícil percepción para nuestras sociedades. Si bien es relativamente fácil, para la mayoría de nosotros, comprender el impacto nocivo de los vertidos clandestinos a las aguas o de los residuos contaminantes en los suelos, ¿cuánto nos preocupan las emanaciones del transporte automotor o de las fumigaciones asociadas a la producción de nuestros alimentos? De alguna forma, los mecanismos de transporte y dispersión de los compuestos en la atmósfera, contribuyen también a la invisibilización de este problema. Sólo pensándonos como parte de un sistema atmosférico integrado podremos comprender que nuestros residuos alejados por el viento, se dirigirán hacia otra parte del planeta.

El 19 de noviembre se conmemora el Día Mundial del Aire Puro. Sería deseable que individuos, sociedades y gobiernos nos comprometamos a trabajar en hacer visible este problema y sus potenciales soluciones. El aire es libre y no conoce de fronteras, por lo que las acciones para mitigar este problema deberán construirse en escenarios de cooperación entre naciones y asegurándonos de considerar todas las escalas y dimensiones de la problemática.