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EE.UU. apoya liberar las patentes contra el coronavirus, ¿y ahora qué?


La decisión del gobierno de Joe Biden generó un sismo en todo el mundo

El apoyo de Estados Unidos a liberar temporalmente las patentes de las vacunas contra el coronavirus reactivó un debate que parecía sin rumbo en la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero a su vez deja varios interrogantes que van desde quiénes más cambiarán su postura, el efecto real que puede tener en resolver la escasez global de dosis y el alcance que tendrá sobre otros desarrollos médicos como tratamientos y tests.

Con una vacunación en su territorio muy avanzada, el Gobierno de Joe Biden anunció el miércoles pasado su respaldo a la iniciativa que fue presentada por India y Sudáfrica en octubre del año pasado, promovida por más de 100 países, incluyendo a la Argentina, y rechazada principalmente por Reino Unido, la Unión Europea (UE) y Suiza, sedes de las grandes farmacéuticas.

«Se trata de una crisis sanitaria mundial y las circunstancias extraordinarias de la pandemia de Covid-19 exigen medidas extraordinarias», aseguró la representante comercial estadounidense, Katherine Tai, en el texto que oficializó un cambio de postura que venían reclamando los sectores más progresistas dentro del Partido Demócrata.

«El Gobierno cree firmemente en las protecciones de la propiedad intelectual, pero, en aras de poner fin a esta pandemia, apoya la exención de esas protecciones para las vacunas», añadió el comunicado que dirigió todas las miradas hacia el resto de los países ricos que traban la propuesta.

Francia, sede de importantes empresas de biotecnología, y Rusia, una potencia estatal en el desarrollo de vacunas, sumaron rápidamente su apoyo, al igual que otras naciones como Italia y Nueva Zelanda, con menor peso en el sector farmacéutico, pero igual de relevantes en la OMC que toma sus decisiones por consenso.

El propio papa Francisco salió a respaldar la acción y convocó a tener «un espíritu de justicia que nos movilice para asegurar el acceso universal a la vacuna y la suspensión temporaria de derechos de propiedad intelectual».

Por el contrario, Alemania mantuvo su oposición, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, fue vocero del escepticismo que existe en la Unión Europea: «No pensamos que a corto plazo pueda ser una solución mágica, pero tenemos que estar listos para debatir este asunto».

Aun si los 164 miembros de la OMC se ponen de acuerdo, existen diferentes miradas sobre el impacto real que tendrá la medida para terminar con la escasez de vacunas y su distribución desigual, con casi 9 de cada 10 dosis administradas en países ricos, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La postura de los grandes laboratorios es, sin demasiada sorpresa, que «las patentes no son el factor limitante para la producción o el suministro», según ratificó esta semana en un comunicado la alemana BioNtech, que junto a la estadounidense Pfizer desarrolló la primera vacuna utilizada en Occidente.

Las empresas argumentan que existen obstáculos como el conocimiento técnico y práctico (resumido en el anglicismo know-how), la capacidad tecnológica, la seguridad y la calidad del proceso que van más allá de la exención de la propiedad intelectual.

Sin embargo, los países que respaldan la iniciativa, y muchas ONGs que tienen la misma posición, aseguran que la aprobación facilitaría intercambiar conocimientos, mejorar la distribución y multiplicar los sitios de fabricación de vacunas contra el coronavirus, lo que permitiría además abaratar los precios por esa mayor oferta y el fin de los oligopolios en medio de la pandemia.

Más fármacos supone, por otro lado, la necesidad de más materias primas, que escasean ya con la actual escala de producción: la alemana Curevac y el indio Serum Institute, el mayor fabricante de vacunas del mundo, dijeron que no lograban conseguir ciertos insumos producidos en suelo estadounidense.

Desde el vidrio para los frascos, o un plástico de calidad especial para conservar la vacuna en bolsas y que no se estropee, hasta los propios ingredientes de los sueros, la lucha por los insumos aumentó ante la nueva dimensión en la producción y normativas como la Ley de Producción de Defensa de Estados Unidos, que prioriza el uso interno de determinados productos fabricados localmente en momentos de crisis.

Por eso no pasó desapercibida la última oración del comunicado con el que Washington anunció su apoyo a liberar las patentes, en el que se compromete a «trabajar para asegurar que haya más materias primas disponibles para producir vacunas».

Lo que dejó afuera ese texto y que abre otro importante interrogante es el alcance de la movida del Gobierno de Biden en la OMC.

El comunicado habla de liberar temporalmente la propiedad intelectual de las vacunas, pero no incluye absolutamente a todos los tratamientos y equipos médicos contra la Covid-19, como planteaba la propuesta original presentada por India y Sudáfrica.