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Dos manifestantes muertos en Myanmar en una jornada de huelga general contra golpe de Estado


En la ciudad nororiental de Myitkyina se oyeron varias detonaciones y manifestantes cubiertos de sangre fueron trasladados lejos de la zona de disparos

Dos manifestantes prodemocracia murieron hoy por disparos de las fuerzas de seguridad en Myanmar, en una nueva marcha contra el golpe de Estado del pasado 1 de febrero, y mientras bancos, comercios y fábricas permanecieron cerrados tras el llamado de los sindicatos a reforzar la protesta y asfixiar a la economía para presionar a la junta militar.

En la ciudad nororiental de Myitkyina se oyeron varias detonaciones y manifestantes cubiertos de sangre fueron trasladados lejos de la zona de disparos, según imágenes difundidas en las redes sociales.

«Dos hombres murieron», y varias personas resultaron heridas, entre ellas una mujer grave por un disparo en el brazo, según un socorrista que requirió el anonimato, informó la agencia de noticias AFP.

En esa ciudad, como en el resto del país, empleados públicos, agricultores y trabajadores del sector privado participaban junto a activistas en concentraciones prodemocracia.

Nueve importantes federaciones llamaron a «detener por completo y de forma prolongada la economía» a partir de hoy.

«Ha llegado el momento de actuar», dijeron. Permitir que la actividad económica continúe ayudaría al ejército que «reprime la energía del pueblo birmano», advirtieron en un comunicado conjunto.

Ante este llamado, las fábricas del sector textil –que funcionaban a régimen pleno antes del golpe de Estado del 1 de febrero–, los centros comerciales, los bancos y los correos cerraron hoy.

La junta advirtió a los funcionarios que quienes no se reincorporen al trabajo a partir de hoy serán despedidos.

Los llamamientos a la huelga, realizados justo después del golpe, ya tuvieron un impacto importante en muchos sectores, con bancos parados, hospitales cerrados y oficinas ministeriales vacías.

En tanto, la Ong Physicians for Human Rights, denunció hoy que los militares birmanos ocuparon por la fuerza al menos seis hospitales en las últimas horas, con la aparente intención de negar la atención médica a los manifestantes.

Los soldados habían tomado en una serie de redadas en la noche del domingo media docena de hospitales de Yangón, la antigua capital y ciudad más poblada, y además habrían ocupado otros centros en las ciudades de Mandalay, Monywa y Taunggyi, informa el comunicado.

La ONG remarcó que la ocupación de hospitales es una violación de las leyes internacionales y que «solo sirve para socavar aún más un sistema de atención médica que ya se encontraba asediado por la pandemia de la Covid-19».

Minorías étnicas se sumaron a la protesta. Cerca de la ciudad sureña de Dawei, cientos de miembros de la etnia karen se manifestaron, agitando su bandera azul, blanca y roja, y pidiendo «terminar con la dictadura».

El cortejo fue escoltado por rebeldes de la facción armada Unión Nacional Karen (KNU), que se movilizó para proteger a los manifestantes contra una posible represión de las fuerzas de seguridad.

Numerosas mujeres se sumaron a las marchas en ocasión del Día Internacional de la Mujer.

La víspera, monjes, estudiantes y empleados públicos se encontraban entre los miles que salieron a la calle en Mandalay, donde se organizó una gran sentada.

La policía y el ejército utilizaron gases lacrimógenos, munición de goma y balas reales para dispersar las protestas y decenas de manifestantes fueron detenidos y varios resultaron heridos, según la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos (AAPP).

El sábado por la noche, las redadas apuntaron a directivos de la Liga Nacional para la Democracia (LND), el partido de la depuesta mandataria Aung San Suu Kyi.

Los diputados que no reconocen la legitimidad del golpe de Estado y crearon un comité para representar al Gobierno civil son culpables de «alta traición», delito sancionable con la pena de muerte o 22 años de prisión, advirtió la junta.

Más de 50 manifestantes murieron desde el golpe de Estado que derrocó a la Premio Nobel de la Paz (1991).