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Diez años de guerra en Siria: miles de muertos, refugiados y un conflicto sin final


El régimen de Bashar al-Assad reprimió hace una década la revolución pacífica de los ciudadanos sirios, generando la peor guerra civil de la actualidad

En vísperas del décimo aniversario de la revolución pacífica de los ciudadanos sirios que, en medio de las Primaveras Árabes, se levantaron contra el régimen de Bashar al-Assad, la situación humanitaria no para de empeorar. Es que el mandatario respondió a sus demandas con una violenta represión, lo que derivó en una guerra civil que parece no tener fin.

«Dios, Libertad y nada más», ese fue el reclamo que retumbó al unísono en las plazas y calles de Siria hace ahora diez años. En las vísperas del aniversario del inicio de la revolución siria por parte de manifestantes prodemocráticos pacíficos –que desencadenaría una sangrienta guerra civil que todavía perdura– las cifras que arroja el conflicto son estremecedoras.

La guerra siria, la peor crisis humanitaria en la historia reciente, aniquiló cualquier esperanza de cambio de su población, que vio cómo la comunidad internacional no supo reaccionar ante un Gobierno autócrata y criminal, liderado por Bashar al-Assad. En la última década, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidos ha estado dividido sobre la respuesta al conflicto, con los aliados del régimen, Rusia y China, vetando cualquier resolución contra el presidente Al-Assad, que ha traspasado todas las «líneas rojas» con total impunidad.

Diez años después, el saldo del conflicto atraviesa fronteras, las mismas que tuvieron que cruzar los más de 5,6 millones de refugiados sirios que durante estos años han salido a cuentagotas del país –el mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial–, huyendo de los bombardeos del Ejército sirio, las persecuciones políticas, el terrorismo yihadista del autodenominado Estado Islámico, el hambre, la crisis económica y la inseguridad de un país en ruinas.

Huyeron millones de refugiados

Otros, sin embargo, ni siquiera contaban con los recursos necesarios para poder cruzar la frontera con Turquía, que acoge a más de 3 millones de refugiados sirios, o Líbano. Se estima que de los 22 millones de ciudadanos sirios que habitaban el país antes de la guerra, más de 6,7 millones de personas se han visto forzadas a desplazarse dentro del país, muchos de ellos se han movilizado a lo largo de su territorio durante todos estos años sin poder establecerse en un lugar.

Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, cuya sede está en Reino Unido pero cuenta con colaboradores dentro del terreno, más de medio millón de sirios han muerto por la guerra. Unas cifras que los analistas y activistas sirios dicen serían mucho mayores, dado la dificultad para investigar dentro del país por la represión de las Fuerzas de Seguridad lideradas por Al-Assad, que gobierna el país y se impuso en el conflicto con la ayuda de sus socios Moscú y Teherán.

«Los sirios han sido sometidos a violaciones de los derechos humanos a escala masiva y sistemática. Las partes del conflicto también han violado repetidamente la ley internacional humanitaria, hasta ahora con total impunidad», recalcó el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, sobre una guerra que en los últimos años desapareció del panorama mediático pero que todavía sigue en curso.

Una pesadilla cuyas secuelas están perennes en varias generaciones, cerca de la mitad de menores sirios no conocen otra realidad más que el conflicto y el 60% de los sirios corre el riesgo de pasar hambre. Según UNICEF, casi 12.000 niños fallecieron o resultaron heridos en los ataques, y casi 6.000 menores han sido reclutados para los combates, lo que constituye un crimen de guerra según el Derecho Internacional Humanitario.

Foto: Archivo

El drama de los menores

La guerra ha dejado sin futuro digno a toda una generación de sirios, casi el 90% de menores necesita asistencia humanitaria, unas cifras que han aumentado un 20% en el último año, agravado por la pandemia de Covid-19. El 57% de los menores han perdido años de escolarización, según la Cruz Roja Internacional, pero también cargan con las duras secuelas psicólogas que dejan diez años de violencia.

La pandemia empeoró la ya precaria situación económica del país, con el encarecimiento de los precios, la devaluación de su moneda y sin acceso a productos básicos como el agua potable. «Es imposible comprender plenamente el alcance de la devastación en Siria, pero su pueblo ha soportado algunos de los mayores crímenes que el mundo ha presenciado este siglo. La escala de las atrocidades sacude la conciencia», añadió Guterres.

La situación humanitaria de Siria, cuando se cumplen diez años de atrocidades, ha sido calificada como «la mayor vergüenza de la sociedad moderna», que ahora conmemora un aniversario que parece no vaya a concluir en el futuro cercano, mientras se mantiene en el poder a un gobernante que nunca dudó en usar toda la fuerza para silenciar las voces de sus ciudadanos.