Nacido en Lules, Tucumán, Ramón Bautista Ortega fue nombrado "Rey de la Canción" por la industria a partir de una interminable catarata de hitos populares
Este lunes 8 cumple 80 años Palito Ortega, uno de los máximos referentes de la cultura popular, a partir de una exitosa carrera como cantante, que trajo aparejada una prolífica y redituable incursión en el cine, pero que además extendió su dominio hacia la producción artística y la política nacional en el más alto nivel.
Nacido en Lules, Tucumán, Ramón Bautista Ortega fue nombrado «Rey de la Canción» por la industria a partir de una interminable catarata de hitos populares como «La felicidad», «Yo tengo fe», «Despeinada», «Sabor a nada», «Decí por qué no querés» y «El changuito cañero», por citar apenas un puñado entre decenas.
Pero su imagen también se propagó en los años `60 por la pantalla de televisión, al erigirse como una de las principales atracciones de «El Club del Clan», un envío en el que un grupo de jóvenes intérpretes, entre los que estaban Johnny Tedesco, Nicky Jones, Violeta Rivas y Chico Novarro, entre otros, entonaban canciones de estribillos pegadizos.
Y a partir de finales de esa década y a lo largo de la siguiente, el intérprete mantuvo una constante presencia en la pantalla grande, con más de 30 películas aptas para todo público, primero como actor y, más adelante, como productor y director, con títulos como «La sonrisa de mamá», «Mi primera novia», «Los muchachos de mi barrio» y «Un muchacho como yo», entre otros.
Pero el nombre de Palito Ortega también concentra hitos como la llegada al país de Frank Sinatra, con los subsiguientes relatos cuasi-épicos que dan cuenta de la reconstrucción del ídolo local luego del rotundo fracaso económico que le significó esta empresa; la cual tuvo su punto culminante con una fulgurante carrera política.
Así se convirtió en gobernador de su provincia en 1991, fue designado más adelante Secretario de Desarrollo Social por el entonces presidente Carlos Menem, secundó en la fórmula presidencial en 1999 a Eduardo Duhalde, pero sobre todo se ubicó a lo largo de esa década entre los nombres que sonaron presidenciables para el Partido Justicialista, junto a otro advenidizo como el automovilista Carlos Reutemann.
Sin embargo, Palito fue «Rey de la Canción» a pesar del pobre valor estético de sus composiciones, con melodías simplonas y letras en las que subyacen arraigados valores conservadores, que permiten una fácil llegada al público masivo; fue un prolífico y exitoso actor y director de cine, aunque sus filmes se caracterizaban por sus personajes caricaturescos y sus historias convencionales; y se mantuvo en lo alto de la política nacional, más allá de sus escasos logros concretos de gestión y los muchos cuestionamientos.
Acaso su innegable buena estrella esté ligada a una mezcla de perfil ideal para ofrecer un producto artístico inocuo pero efectivo, que permitía reproducir los valores más tradicionales de la sociedad a las clases populares; y a una evidente astucia para olfatear qué camino tomar para ganarse el cariño de la gente y las palmadas de la industria.
Su última gran movida en este sentido fue el rescate vital que hizo de Charly García en plena crisis por sus adicciones, lo que le generó un respeto de gran parte de la comunidad rockera, que siempre lo había despreciado por considerarlo el símbolo de la llamada «música complaciente», enemiga principal del rock local; y además le permitió relanzar su carrera como intérprete.
Palito Ortega se crió en la absoluta pobreza, debió trabajar desde muy chico y sufrió el abandono de su madre. Con apenas 14 años, se trasladó a Buenos Aires y, entre otras labores, se empleó como cafetero, una actividad que eligió realizar en la puerta de canales de televisión y radio, de manera que pudiera codearse con las figuras que admiraba.
Así logró colarse en emisoras en donde pudo comenzar a mostrar sus canciones hasta que llegó el gran salto y la coronación como «Rey» en la troupe de «El Club del Clan», un fenómeno que inundó los hogares argentinos y presentó un ideal de juventud, despolitizada y concentrada en divertirse «sanamente» antes de seguir inexorablemente el destino de sus padres.
Esas características le valieron el mote de «música complaciente» por parte del sector juvenil nacido al calor del hippismo, que venía a cuestionar los poderes establecidos; sin embargo, esto no impidió su éxito en amplios sectores de la sociedad.
Como indicaba la moda de aquella época, los ídolos juveniles debían replicar ese éxito en el cine y Palito Ortega, junto con Sandro, fueron quienes mejor aplicaron esta lógica, aunque el tucumano fue mucho más prolífico y se aventuró a crear Chango, su propia productora.
Como director, registró títulos polémicos como «Brigada en acción» y «Dos locos en el aire», que le valieron la acusación de colaboracionista de la dictadura militar gobernante; algunas comedias familiares como «Vivir con alegría» y «¡Qué linda es mi familia!» –que marcó la despedida de Luis Sandrini y Niní Marshall-; y otras como «El tío disparate», «Las locuras del profesor» y «Locos por la música», protagonizadas por Carlitos Balá.
Fue grabando «Mi primera novia» en donde conoció a Evangelina Salazar, con quien se casó en una mediática ceremonia y tuvo seis hijos. Años después, ella abandonaría su carrera artística para dedicarse a la crianza de sus hijos. El matrimonio perdura y es uno de los más estables de la farándula local.
En 1981, Palito se asoció al empresario Ricardo Finkel y cumplió el sueño de traer a la Argentina a Frank Sinatra. La operación resultó un desastre económico debido a una recordada disparada del dólar, pero logró reconstruirse en Miami, ayudado por «La Voz», en un período sobre el que abundan extrañas e incomprobables versiones.
El regreso al país en los principios de los `90 fue en su faceta política al ganar la Gobernación de Tucumán e impedir la llegada al poder por vía democrática del genocida Antonio Bussi. Pero la gestión de Palito osciló entre la ola privatizadora de la época y algunas denuncias de irregularidades en estos procesos.
La derrota electoral a nivel nacional en 1999 de la fórmula en la que secundaba a Duhalde, ante Fernando de la Rúa, puso fin a su carrera política.
La última gran estratagema del tucumano en su vida fue ayudar incondicionalmente a Charly García. Los rockeros que lo defenestraron –la canción «Cantorcito de contramano», de León Gieco es una muestra de ello- terminaron aceptándolo por esta acción. A los 80 años, Palito se da el lujo de editar discos por una importante discográfica y ya nadie lo acusa de «complaciente». Ahora sí, el reinado es total.