Opinión

Cuando lo viejo se resiste a morir


Opinión

Por Diego Añaños

Alberto Fernández sigue sumando apoyos en su intento de obtener un trato razonable en la reestructuración de la deuda con el FMI y el Club de París. Luego de la gira europea que le permitió sumar las adhesiones de Portugal, España, Italia y Francia, llegó el turno de Alemania. Los funcionarios del equipo negociador del Ministerio de Economía ya se habían reunido con sus pares alemanes hace algunas semanas, pero el día miércoles el presidente mantuvo una videoconferencia con la canciller alemana. Angela Merkel se comprometió a acompañar la posición de nuestro país “hasta el último” que ocupe el poder, junto a los otros jefes de estado europeos para que Argentina un acuerdo sustentable con el FMI. El 5,6% de los votos que aporta Alemania, junto a los votos franceses, italianos, españoles y portugueses, suman el 15,44% de los votos totales. Son fundamentales, pero incluso todos sumados no alcanzan el 16,74% que reúnen los EEUU. Ahí está la clave para la Argentina.

Mientras tanto, el mundo sigue girando. Recientemente, la revista The Economist dio a conocer un estudio sobre las claves principales para pensar el mundo post pandémico. Es así que un grupo de 50 expertos, reunidos por la publicación inglesa, se reunieron virtualmente para imaginar las tendencias que caracterizarán la vuelta a la nueva normalidad. Las conclusiones están reunidas en veinte puntos, que trataremos de reagrupar para no hacer tan extensa la reseña. En primer lugar se conjetura que las plataformas virtuales para quedarse, y de hecho ocuparán un lugar mucho mayor del que tenían antes de la pandemia. Tanto la educación, como el trabajo, el comercio dependerán cada vez más del soporte tecnológico a distancia para desarrollarse. Los hogares consolidarán la tendencia pandémica e irán adquiriendo nuevas funciones como oficinas, aulas y gimnasios. Según los especialistas, la multiplicación exponencial del teletrabajo permitirá borrar aún más las fronteras de los mercados laborales locales, lo cual abrirá paso a un mercado laboral global. Claro, quedarán en el olvido los viajes de negocios, maravillosos generadores de ingresos paralelos, turismo y entretenimiento. También proyectan un reforzamiento de las tendencias hacia una vida más natural, saludable y ecológica, donde el reciclaje vuelve con fuerza. Paralelamente, el turismo será revalorizado, ya que el encierro permitirá a las personas apreciar el verdadero valor que tiene poder moverse con libertad.

Sin embargo, así como hay tantos de pensadores tratando de prefigurar el mundo que viene, las voces que representan el pasado por momentos se escuchan con fuerza. Pareciera ser una ley del devenir histórico: ante la inminencia de cambios profundos, el mundo que muere cobra nuevas fuerzas. Las manifestaciones callejeras registradas el 25 de mayo representan claramente las rémoras del pasado. Tengo que confesar que por momentos no podía creer lo que estaba escuchando. Desde un señor que afirmaba que a su madre se le pegaban los imanes al brazo luego de recibir la vacuna rusa, hasta una señora sosteniendo que en los aviones no venían vacunas, sino personas que se intercambiaban por autos, en un evidente caso de trata de personas (ya sé que parece un delirio, pero es lo que decía).

Siempre pienso en lo difícil que debe ser gobernar un país donde los acuerdos mínimos de la racionalidad estén permanentemente en discusión. Donde haya que explicarle a la gente ya entrado el siglo XXI los fundamentos de la evidencia empírica que muestran que la Tierra no es plana, por ejemplo. De ahí en adelante todo está sujeto a discusión y cubierto por un manto de sospecha. Porque si hay terraplanistas, imaginen lo difícil que es convencer a la gente de que la inflación no es un fenómeno exclusivamente monetario, que la desregulación financiera y cambiaria destruyen una economía o que la asistencia económica a los más necesitados, más allá de ser una máxima moral, representa un factor de dinamización económica fundamental.

Son pocos, es cierto, y esa es la buena noticia, pero operan como un dispositivo muy sofisticado que sólo abona a la confusión general. Incluso haciendo aparecer opciones equivocadas como simples alternativas del debate. Claro, en un contexto de ese nivel de delirio, las afirmaciones de Carrió, Bullrich o Macri parecen transcurrir por la ancha avenida del medio. En ocasiones como estas, no podemos más que recordar a Gramsci, cuando decía: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.