Ciudad

Cuando ayudar a la gente se convierte en una misión diaria


Gestos solidarios abundan en la ciudad de Rosario. No suelen ser visibles o bien reconocidos, pero siempre hay una mano que sirve de ayuda para la gente de escasos recursos y que colabora, de a poquito, a construir una sociedad más equitativa e inclusiva.

Un claro ejemplo de lo que significa llevar a cabo estas acciones es la historia del hogar Padre Misericordioso. Un voluntario de dicha institución, Juan José Ruggiero, le brindó a Con La Gente un emotivo relato sobre experiencias vividas y sobre cómo trabaja la organización, priorizando siempre la ayuda al prójimo y acercándoles también la palabra de Dios.

Hace ocho años que recorro las calles por una iniciativa que fue creciendo a pasos agigantados durante todo este tiempo. Nuestra labor está relacionada con salir a caminar, encontrarse con la gente en situación de calle y acompañarla de diversas maneras: ya sea charlando, llevándole un plato de comida, ropa o lo que sea”, deslizó Ruggiero.

Sin dudas que los distintos tipos de adicciones generan una problemática muy grande y es un pozo donde, lamentablemente, hay mucha gente. El hogar cuenta con profesionales que colaboran y mucho con nuestro trabajo de ayudar a algunas personas que tienen problemas con alcohol o drogas”, explica.

La comunidad que se ha formado tiene distintas líneas de trabajo, pero fundamentalmente se trata de la asistencia de la persona que se halla en situación de calle. Dependiendo de la problemática o de la particular historia de cada una de ellas, se analiza el mecanismo de cómo ayudarlas.

Hay gente muy lastimada emocionalmente. Pasa con la gente pobre, con gente adicta y se ve también en personas trans y mujeres que ejercen la prostitución, con las que también trabajamos. Generamos charlas y rezamos para que todo el mundo se sienta apañado, porque eso es lo que nos pide Dios: servir a nuestros hermanos”, manifestó Ruggiero, de 50 años.

Al ser consultado por las historias que hay en la calle, se mostró consternado y aseguró que “hemos escuchado cosas terribles. Nosotros salimos al encuentro de nuestro hermano. Sin ningún tipo de distinción. El que está delante de nosotros es un hijo de Dios y así lo tratamos. Podrá tener su problema familiar, habrá tenido alguna adicción o puede haber estado preso. Para nosotros es indistinto”.

La excusa es una vianda. Acercarles un plato de comida, un vaso de gaseosa o un café en invierno. El Papa nos habla de escuchar al otro, y eso es lo que tratamos de hacer. Todos necesitamos ser escuchados y puedo asegurar que cuando uno les presta la oreja abren el corazón como nadie y dejan salir muchas cosas, que de otra manera permanecerían escondidas. Nos cuentan cómo es resistir y salir a luchar para ganarse un plato de comida o, en algunos casos y lamentablemente, para conseguir algo de droga. Escuchamos todas las historias”, expresó.

Las chicas trans y la prostitución

Son gente lastimada. Comenzamos las charlas un día que íbamos caminando y llegamos a una plaza donde estaban trabajando. A la semana siguiente volvimos y ya, con más confianza, comenzaron a contarnos las historias de vida. Lamentablemente muy, pero muy tristes”, contó.

“No es lo que soñaron. Estar ahí en la esquina trabajando no era lo que querían hacer cuando eran jóvenes. Es horroroso tener que estar ahí. Pero lamentablemente es gente que no tiene para comer. Y obviamente, la herida emocional que provoca esa situación es enorme”, continuó.

En el cierre del 2017, gracias a talleres que se pusieron en marcha en el hogar, varias chicas trans que se acoplaron a la comunidad pudieron recibirse de peluqueras, un hecho importantísimo para la institución y que alimenta aún más las ganas de hacer progresar a la gente de la calle.

Realmente fue emotivo y una satisfacción gigante. Estaban los familiares y pudieron verlas recibir un reconocimiento por lo que saben hacer. Han tenido muchísimas complicaciones, y las siguen teniendo. Pero lo que también tienen es un alma y un corazón gigante que las ayuda a seguir adelante”, relató emocionado.

Por último, se encargó de señalar que “no hay que tenerle miedo a la gente de la calle. Nos equivocamos en actuar de esa manera. Necesitamos hablar con todos: con la cajera del supermercado, con el mozo que nos atiende y con el chofer del colectivo. Somos una comunidad y estamos creados para relacionarnos. Y la gente que está en una situación de bajos recursos es la que más necesita de nosotros”.