Editorial Con La Gente Noticias
En ocasiones, cuando se llega tarde se llega mal o se llega en vano, y esto es lo que podría decirse sobre los sucesos y las medidas adoptadas en las últimas horas por el gobierno de Santa Fe y la Municipalidad de Rosario, preocupados por el brote de Covid en diversos puntos y ámbitos de la provincia y de la ciudad. Las medidas anunciadas ayer, que no parecen suficientes, debieron adoptarse mucho antes, porque el sentido común decía, y sigue diciendo, que el sur provincial, tan cerca del epicentro del Coronavirus en Argentina (ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires), no podía tardar en ser víctima si no se desarrollaban acciones estrictas como las que ahora ha adoptado el gobernador Perotti, entre ellas exigir para el ingreso a la provincia un análisis negativo de Covid con no más de 72 horas de realizado.
Para la ciudad de Rosario cabe lo mismo, en esta ciudad no hubo controles severos. En muchos casos no se respetó el distanciamiento social, ni el uso del barbijo (a veces mal usado o de confección inadecuada) y toda la ciudadanía fue testigo, por solo citar un caso, de largas y descontroladas colas en vísperas del Día del Padre. Se habló de multas hace un tiempo para quienes no usaran barbijo ¿se labró algún acta? ¿Cuántos testeos se hicieron en la ciudad al menos en sectores considerados críticos? ¿Se hicieron campañas intensivas publicitarias para concientizar a la gente sobre la importancia de respetar protocolos fundamentales?
Viveza criolla y escasez de controles
Hace apenas pocos días se decía oficialmente, en cuanto a Rosario, que todo eran nexos epidemiológicos, pero al mismo tiempo algunas fuentes profesionales sostenían a este diario que había ya circulación comunitaria. Por fin ayer la circulación la confirmó la ministra de Salud de la provincia Sonia Martorano y hoy hace lo propio el secretario de Salud de la Municipalidad Leonardo Caruana. Nobleza obliga, lo hecho en el área de la Salud de Rosario es plausible, pero ¿otras áreas han acompañado?
Mal que pese decirlo, que no guste y que duela, muchos argentinos ni son solidarios, ni son afectos al respeto de las normas, pero sí muy amables con la “viveza criolla”, por eso se ha visto a bastante gente pasar por alto protocolos, para mal de aquellos que desean vivir en una sociedad ordenada. Pero es precisamente allí donde el Estado debió intervenir con firmeza. Las consecuencias de no hacerlo “debidamente” están a la vista y es de aguardar que no se multipliquen.
Y como no hay mal que por bien no venga, debe coincidirse con lo que ha expresado una vecina a periodistas de este medio: “menos mal que hay paro de transporte público, que si no la situación sería peor”.
Inspecciones y multas no prioritarias
En este contexto, por otra parte, hay empleados públicos con enojo contenido porque dicen, también con mucha razón, que hay excesiva presencia de personas en muchas oficinas públicas con afluencia de personas innecesariamente y que tal situación genera probables fuentes de infección. Muy cierto. Esto, sin contar inspecciones provinciales poco prioritarias y enojosas que se hacen a negocios que están al borde de la muerte económica, mientras se omiten otras que pondrían a salvo la salud y la vida de la gente. Sin contar las multas municipales que se siguen haciendo por mal estacionamiento a automovilistas y motociclistas, mientras en la ciudad se lleva adelante un paro de transporte inédito que las autoridades no resuelven ¿No debería haber en este marco más tolerancia? La mediocridad y el disparate unidos difícilmente pueden ser vencidos.
Debe considerarse, por otra parte, que es falsa la dicotomía entre cuarentena y anticuarentena que algunos quieren instalar; no existen tales opciones, solo existen medidas que deben adoptarse según las circunstancias epidemiológicas. La provincia y la ciudad estaban en condiciones de flexibilizar el aislamiento, pero para su éxito se debían adoptar y hacer cumplir ciertas medidas, algunas estrictas, pues de otro modo, en razón de los resultados, la flexibilización fracasaba.
Esta es la crónica de una circulación del virus anunciada. Anunciada por el sentido común que a menudo está con respirador artificial en esta sociedad maltratada por tantos “virus”.