Opinión

Corto y contundente: el abrazo esperanzador y el rostro bueno de la política


Por Carlos Duclos

Por Carlos Duclos

“La paz del Señor esté siempre con ustedes”, dijo el cura a los fieles y exhortó: “hermanos, daos fraternalmente la paz” y Alberto Fernández y Mauricio Macri se abrazaron en Luján y se desearon mutuamente la paz. Es probable que la reacción de ambos presidentes (en ejercicio y electo) haya sido impulsada por la emoción mística del momento, pero al menos pareció un gesto sincero.

La imagen de Macri y Fernández abrazados, constituye un símbolo de aquello que necesita esta sociedad para salir de entre los escombros en los que está sepultada desde hace mucho tiempo, muchas décadas. Casi, podría decirse, paradójicamente, sepultada desde el mismo nacimiento como Patria.

Hay lugar, y debe haberlo sin dudas, para la crítica, para la protesta cuando los gobernantes accionan desfavorablemente para el hombre común; hay lugar, y debe haberlo, para la calificación negativa. Se puede decir de un gobernante que su gestión es pésima, lo que no se puede es caer en la humillación, en la ofensa, en la descalificación grosera solo porque el otro piensa distinto. Eso no es uso de derecho a expresión, eso es verbalización patológica. Para ser claros, eso es histeria exacerbada propia de mentes desencajadas, fuera de control.

Lamentablemente, la obnubilación mental, que lleva a muchos dirigente y ciudadanos hasta el mismo insulto, hasta la misma violencia moral, es hoy moneda corriente. No es casualidad, es el fruto de un plan de manipulación mental pergeñado por un poder oscuro, económico e ideológico, que sabe que solo dividiendo se puede reinar en las colonias ¿Se entiende?

Que los representantes de ese poder (económico e ideológico) fomenten ese odio, esa división, puede ser comprensible, lo que no es ni comprensible ni tolerable es que el propio pueblo lo tome como pauta cultural, lo haga suyo. Es un suicidio.

Calificativos tales como “globoludos”, “negros choripaneros”, entre muchos otros que se pasean en todas partes en estos tiempos, son nomás que señales en un camino que lleva a la perdición de los hijos, de los nietos, de las próximas generaciones.

El problema argentino, contrariamente a lo que dicen los dirigentes, no es económico, ni político; el problema argentino es moral, cultural, educativo. Por eso, aun cuando impulsado por las circunstancias místicas y espirituales, el abrazo de los dos presidentes debe ser tenido en cuenta por los argentinos, pues es un símbolo a seguir.

Hoy, un presidente saliente le entregará la banda a otro entrante. Seguramente se volverán a abrazar y el compromiso de los ciudadanos debe ser el obligarlos a que sigan abrazados (aun con sus diferencias) en favor de la Patria. Todo lo demás es tóxico.