Por Carlos Duclos
Luis Contigiani ha logrado, con su firme postura de mantenerse leal a sus convicciones y alejarse del Bloque Socialista, al rechazar la posibilidad de votar a favor de despenalizar el aborto, ganar credibilidad y robustecer su imagen. No porque se oponga al aborto, sino porque ha mostrado coherencia y lealtad a sus principios. Cuestionado por una parte del socialismo, otro sector del mismo partido, sin embargo, fue con el legislador más indulgente y respetó su posición. Por eso Contigiani no se fue del Frente Progresista.
Esta coherencia y lealtad de Contigiani a sus ideas, contrasta con tanta panquequería en la política argentina y santafesina. Peronistas que estuvieron con Menem y con Cristina y coquetean con Macri (¡!); progresistas que comparten lugares en fundaciones políticas con Pinedo y Michetti; ateos que concurren a multitudinarios actos religiosos porque le viene bien a la imagen y funcionarios que en el mismo día están con los movimientos abortistas y se suben al escenario de religiosos para decirle sí a la vida. Ni hablar de ciertos santafesinos de la boina blanca que llegaron al poder de la mano del socialismo y de la noche a la mañana transaron con el liberalismo. Una falta de respeto no solo a quienes los votaron, sino a toda la sociedad.
Por eso encontrar personas y políticos como Luis Contigiani, más allá de que se coincida o no con su pensamiento, es reconfortante. Este país, necesita de personas que, cuanto menos, sean leales a sus principios. Como el mismo Contigiani ha sostenido, en el socialismo todos sabían quién era y cómo pensaba, de modo que cuestionarlo ahora y pedirle la renuncia a la banca como algunos han deseado es una insensatez. Una insensatez y un disparate propio de la miopía política criolla que no alcanza a comprender que una trayectoria política no puede estar limitada y circunscripta a un tema o asunto. En medio del ascenso y fulgor comunista en Europa, en Italia, por ejemplo, muchos integrantes del PC acudían a misa, algo que para ciertos miopes argentinos resultaba incomprensible. Como dijo ayer un militante del Frente Progresista: “hay mucha intolerancia”… y estupidez, podría añadirse.