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Con la pasión como bandera, Rosario vive su fiesta: el clásico entre Central y Newell’s


Canallas y Leprosos paralizan este domingo a toda una ciudad en el encuentro más pasional del país. Que sea una fiesta. Y que sea en paz

Por César Frezzini

El clásico rosarino es el más «caliente» de nuestro fútbol, ya que sobrepasa el juego en sí mismo para transformarse en un tema sociológico entre dos equipos que dividen a una ciudad ultra futbolera.

Son «Canallas» y «Leprosos» desde aquella vez en los años 20 cuando el Patronato de Leprosos, ubicado en el Hospital Carrasco, quiso organizar un partido benéfico con el fin de ayudar a los enfermos y Newell’s se ganó el mote de «Leprosos» al querer jugarlo y los de Central el de «Canallas» por no hacerlo.

Son vecinos, viven codo a codo a diario pero a la hora de poner en juego los colores que aman se miran con recelo y cada uno se cree el «capo» de una ciudad de 1.300.000 habitantes.

Son los que recuerdan cada detalle en pos de «cargar» al otro. Los que aparecen cuando ganan y los que desaparecen cuando pierde uno u o el otro.

Son los que respetan las cábalas a rajatabla. Los que no les importa nada con tal de estar.

Los que aman los colores por encima de todo. La pasión.

El clásico es, sin dudas, el evento mas importante de la ciudad. A veces es una fiesta que nos da orgullo. Otras, aprovechada por vándalos que confunden el sentido del espectáculo y nos avergüenzan.

Cuando Pablo Echavarría pite el inicio del partido, una ciudad se paraliza. Como si ya no existiera más nada.

Los problemas quedarán archivados para el día siguiente. Lo que pasó ya no importa. Si Central no viene bien, la hinchada gritará mas fuerte para empujarlo. Si Newell’s hace mucho que no gana en el Gigante, cada rojinegro en su casa hará fuerza para lograrlo.

Los que estarán en el estadio y los que se sentarán frente a un televisor harán su parte. Los jugadores la suya.

Si el Kily se juega el puesto, se verá luego. Si Sanguinetti se consolida o empieza a ser cuestionado, también.

En definitiva, mejor lo explica, Guillermo Francella en la película «El secreto de sus ojos»: «Una pasión es una pasión. El tipo puede cambiar de todo, de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar: no puede cambiar de pasión».

Hoy esa pasión vivirá un nuevo capítulo. Uno más. Tras dos años eternos de pandemia, será esta vez con público. Que sea una fiesta. Y que sea en paz. Toda una ciudad lo pide.