Opinión

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Cómo salir de la trampa del dólar


Por Diego Añaños 

Como planteábamos en los artículos previos, el problema del dólar forma parte del folclore económico argentino desde hace más de 60 años. Existen variables estructurales que lo determinan (restricción externa), así como variables coyunturales que refuerzan el fenómeno (manejo de la política cambiaria, monetaria y antiinflacionaria). Dado que no se trata de un precio más de la economía, sino del precio de una variable estratégica, planteamos algunas preguntas fundamentales para analizar la cuestión en el contexto de la realidad nacional. En primer lugar, es conveniente dejar el tipo de cambio librado al libre juego de la oferta y la demanda? En segundo lugar, es conveniente desregular la venta de moneda extranjera? En tercer lugar, es conveniente desregular la entrada y salida de capitales?

Una buena manera de intentar responder a esas preguntas es tomar distancia del dólar y plantear un ejemplo. Imaginemos un país desértico, cuyas reservas de agua son normalmente escasas, salvo circunstancias excepcionales en las que grandes lluvias generan una abundancia meramente coyuntural. El agua es indipensable para el consumo humano, el consumo animal y para el riego de los cultivos. Es muy probable que exista una política de Estado, que atraviese todas las administraciones de aquel país, cualquiera sea su color político: y es la de la administración cuidadosa del recurso. Si los habitantes más favorecidos económicamente reclamaran el derecho a adquirir agua para llenar sus piletas residenciales, o refrescar a sus animales del calor del desierto, es de esperar que el gobierno no ceda ante las presiones, dado que se supone que el bienestar colectivo está por encima del bienestar individual. Ahora, si permitimos que, cualquiera que la pueda pagar, compre el agua para utilizarla como desee, sucederán dos cosas. Por un lado su precio se elevará fuertemente, y por el otro, los ricos podrán refrescar a sus mascotas diariamente, mientras que los cultivos se secarán y la gente morirá de sed.

Del mismo, teniendo en cuenta la configuración de la estructura económica argentina, la cuidadosa administración del tipo de cambio debería ser una máxima ineludible para cualquier gobierno, y repito, cualquiera sea su color político. Si bien es POSIBLE, y la realidad lo demuestra actualmente, no es CONVENIENTE para nuestro país liberalizar el mercado cambiario, vender libremente dólares a demanda, ni desregular los movimientos de capitales. En el corto plazo se requiere de una administración del acceso a los dólares. Efectivamente, dada la escasez estructural con la que se enfrenta la economía argentina, y considerando los efectos que tiene la misma sobre la totalidad del sistema económico, la Argentina no puede darse el lujo de vender libremente dólares a cualquiera y para cualquier fin. En ese sentido, no es aceptable una política liberal en el mercado cambiario, dado que son escasas y estratégicas para cualquier proyecto de desarrollo. Más allá de lo antipático de la medida, es necesario que el Banco Central controle estrictamente la administración de la divisa extranjera, favoreciendo la utilización productiva (inversiones vía importaciones) y desalentando las personales (ahorro), o las especulativas (fuga de divisas).

En el largo plazo se requiere de una modificación de la estructura del comercio exterior de la Argentina. Por un lado, el relanzamiento de un proceso de sustitución de importaciones. Sustituir importaciones implica comenzar a desarrollar en el país las capacidades técnicas y de capital para producir algunos de los productos de los cuales dependemos estratégicamente y hoy debemos adquirir en el exterior. Fundamentalmente, y en una primera etapa, es necesario apuntar a completar las cadenas de valor en aquellos sectores vinculados a la exportación y que hoy se encuentran sujetos a los vaivenes de los precios que hoy se establecen fuera de nuestro país. Pero un programa de este tipo no sólo apunta a integrar, sino que también debe proponerse diversificar la estructura productiva interna, lo cual va a permitir también sustituir exportaciones, esto es agregar valor a los bienes primarios que se exporten, y agregar nuevos bienes a nuestra canasta exportadora. En definitiva, el objetivo es mejorar nuestro saldo neto en dólares de la Balanza Comercial bajando nuestro gasto en importaciones y elevando nuestro ingreso por exportaciones.

La conjetura tradicional es que el dólar representa un problema cultural en la Argentina. Sin embargo, la manifestación cultural no es más que el emergente de una restricción estructural que, si no se modifica, permanecerá latente para expresarse periódicamente cada vez que las condiciones del sistema global se vuelvan en contra de los intereses nacionales