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Cómo está hoy la escuela donde asesinaron a «Pocho» Lepratti


Por Diego Carballido

“¡No tiren, que hay pibes comiendo!”. Dicen las crónicas de la época que fueron esas las últimas palabras de Claudio Lepratti, subido al techo de la escuela “Dr. José Serrano” el 19 de diciembre de 2001. “Pocho”, como le decían todos en el barrio, tenía 35 años y era oriundo de Concepción del Uruguay. Los caminos de la vocación sacerdotal lo habían llevado a abandonar el seminario salesiano de Funes en 1991 para instalarse definitivamente en el barrio Ludueña, donde conoció y compartió la obra del mítico Padre Montaldo.

Muchas personas que lo conocieron lo caracterizaron como un “cristiano revolucionario”. “Pocho” fue una de las ocho víctimas fatales rosarinas de los violentos hechos de diciembre del 2001, que desencadenaron en la salida prematura del entonces presidente Fernando De la Rúa.

Lepratti, además de tener una participación activa en el trabajo social con los chicos y adolescentes del barrio Ludueña, con su bicicleta pedaleaba cada día hasta la otra punta de la ciudad y se desempeñaba como ayudante de cocina en la escuela donde finalmente perdió la vida a causa de una bala policial.

En la actualidad, a 17 años de los acontecimientos ocurridos, el establecimiento Nº 756 “Dr. José Serrano”, ubicado en la zona de Paraguay y Avenida Circunvalación, alberga a 411 alumnos que pertenecen no solo al barrio Las Flores sino también a San Martín Sur, La Granada y 17 de Agosto. “Casi el 80% son familias con un alto grado de vulnerabilidad”, explicó Laura Airaldi, vicedirectora de la escuela, en un diálogo con CLG donde detalló cómo es el presente de este lugar tan emblemático, que ha sabido reestructurarse en un contexto difícil como es el que vive en los últimos años este barrio de la zona sur.

“Pocho venía en bicicleta por Circunvalación para repartir la comida a la noche en el comedor”, recordó Airaldi, y remarcó: “En cada sector tenemos presente el recuerdo de alguien que nos dejó muchas enseñanzas”, evidenciando que el paso del tiempo no trajo olvido para “Pocho”, sino todo lo contrario. Cada diciembre se lo recuerda un poco más.

“Somos una comunidad educativa en la que rescatamos siempre la alegría y tratamos de que se garanticen los derechos que tienen los niños que asisten a la escuela”, manifestó la vicedirectora de esta escuela que comienza sus tareas muy temprano y finaliza cuando se retira el último alumno del turno vespertino. Es uno de los establecimientos educativos santafesinos que cuenta con el régimen de jornada ampliada donde, en contextos de vulnerabilidad, se intenta que el alumno permanezca más tiempo dentro de la escuela.

“Tenemos jornada ampliada, colonia de vacaciones y proyectos propios de extensión horaria. Pero principalmente generamos espacios para la alegría. Donde los chicos puedan venir a divertirse y disfrutar de situaciones culturales”, compartió Airaldi.

En la descripción remarcaste la palabra alegría y derechos. ¿Por qué?

— Porque la escuela tiene que ser un espacio de encuentro y oportunidades, pero principalmente donde los alumnos la pasen bien. El lugar donde hallar esa otra persona que me ayude a escribir, reír, pasear e incorporar nuevos saberes. Si logramos todo eso somos muy felices.

¿Cómo ha sido el año en términos de las necesidades del barrio?

— Mantuvimos el comedor escolar abierto durante todo el año y durante la colonia los alumnos van venir a almorzar y tomar la leche. Pero fue un año muy complicado en materia de inflación, porque con el mismo dinero que disponíamos en marzo para armar las raciones, en diciembre ya se nos complicó bastante debido a que la comida aumentó mucho en este tiempo. Sin embargo, pudimos salir adelante trabajando mucho para lograrlo.

— A causa de esto que describís, ¿observaron algún fenómeno que no se presentaba años anteriores?

— Sí, comenzamos a ver que las madres se acercaban al comedor pidiendo una ración para sus hijos más chiquitos. Pasó en varias oportunidades durante este año y es difícil explicarles que no se hace comida para bebés porque es muy complicado. Existen espacios o merenderos que dan comida a los más pequeños, pero evidentemente no está alcanzando.

¿Cómo tratan el tema de las problemáticas del barrio entre los docentes?

— Conversamos todo el tiempo, sobre todo cuando armamos las trayectorias escolares de cada uno de los alumnos. Hace doce años que trabajo acá y hemos logrado que las mamás del barrio confíen en la escuela para solicitar ayuda o asesoramiento. Además, tratamos de participar en la vida del barrio de todas las formas posibles para abordar los principales problemas que nos acercan las familias. Participamos del Concejo barrial, donde se reúnen distintos organismos del gobierno y no gubernamentales, y compartimos las historias de cada familia. En este sentido, este año fue intenso y hemos trabajo muy bien con el equipo socioeducativo del Ministerio de Educación de la Provincia.

¿Qué les sucede cuando se habla de aumentar la “mano dura” para solucionar los problemas en los barrios?

— En general, tenemos una visión más humanista y no tan punitiva. Pero es un tema complicado porque genera fuertes discusiones entre los mismos compañeros docentes. Nosotros hemos sentido en carne propia el tema porque en un tiempo la escuela estuvo muy vandalizada, sin embargo trabajamos para que eso no ocurra. Es así que tenemos docentes que visitan a ex alumnos que están en la cárcel e intentamos que sus familias los ayuden. El barrio está atravesado por muchas muertes y eso es complicado para el crecimiento de los niños, por eso peleamos a diario para que los chicos permanezcan más tiempo en la escuela.

¿Sigue presente la imagen de “Pocho” en el barrio?

— Sí, porque fue muy fuerte su presencia. Existe un “rincón de Pocho” en la escuela que lo inauguramos el año pasado para nuestro 50º aniversario y donde contamos con la presencia de su hermana, la concejala Celeste Lepratti. También vino gente del barrio Ludueña y de ATE para pintar murales conmemorativos. Durante mucho tiempo se conoció a este establecimiento como “la escuela de Pocho” y el centro de salud también lleva su nombre. Su imagen está presente en el barrio y en el comedor. Sus ex compañeras de trabajo tienen una foto de él y siempre le dejan flores. El año pasado se dio un hecho muy particular: en el barrio tenemos otra víctima de diciembre 2001, Rubén Pereyra, y se hizo una representación de la vida de “Pocho” y quien decidió interpretarlo era un alumno familiar de Pereyra.