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Cómo es la tarea docente en los sectores carenciados de Empalme


En la zona de Cullen y Sorrento funciona el jardín Niño de Jesús, CLG dialogó con una de las docentes que enfrenta a diario las dificultades de uno de los barrios más humildes de la ciudad.

Por Diego Carballido

En la zona de Sorrento y Cullen, donde convive el barrio de Empalme Graneros con el barrio denominado “Los Pumitas”, lugar históricamente reconocido por el trabajo social de la hermana Jordán, desde hace varios años se llevan adelante las obras planificadas dentro del Plan Abre.

El proyecto, que fue diagramado en dos etapas con el objetivo de hacer llegar los servicios de agua potable, luz y cloacas, al mismo tiempo ha ido pavimentando muchas de las calles que son claves para el acceso al barrio.

En esta zona funciona el jardín Niño de Jesús, en la calle Cabal 1400 bis, que brinda contención a chicos del barrio de entre tres y cinco años. Allí se desempeña desde hace unos años Ana, docente y coordinadora pedagógica del jardín y, a su vez, responsable de los alcances educativos del Plan Abre en el lugar. Con ella dialogó CLG para conocer de cerca cómo es el trabajo en este tipo de contextos sociales.

“Cuando me convocaron desde el Ministerio de Educación y me propusieron venir al barrio, me advirtieron que se trataba de un trabajo difícil. Y al comienzo lo fue”, compartió Ana, mientras recuerda que en varias oportunidades regresó a su domicilio con la idea de no continuar a causa de la gran cantidad de necesidades presentes en la zona. «La primera vez que fui al jardín tuve la sensación de llegar a un lugar muy oscuro. A pesar de que la infraestructura que tiene es impresionante,  sentía que no estaba siendo aprovechado al máximo», dijo, y al mismo tiempo contó que también tenía «la desesperación de querer ayudar a todos, llevando lo que se pueda. Pero con el tiempo me di cuenta que la manera de trabajar es individualizando caso por caso, para tratar de solucionar los problemas de a uno”.

El jardín es la primera instancia educativa que muchos de los chicos del barrio reciben antes de continuar sus estudios primarios en la escuela “Carlos Pellegrini” de Empalme o en la “San Juan Diego”, de Juan José Paso y Travesía. Sin embargo, representa mucho más que un simple jardín. Es el lugar de contención y encuentro para muchas familias del barrio que están atravesadas por una realidad difícil donde abundan las necesidades. «Una de las primeras personas que me encontré me dijo una frase que me marcó», recordó Ana: «Querida, acá venimos a despertar corazones». Según su percepción, la capacidad para escuchar a la gente del barrio sin emitir un juicio de valor previo fue una de las primeras ayudas para lograr su integración. De esa manera, fue generando poco a poco empatía, sobre todo con las madres de los chicos asistentes al jardín. “Un día, una mamá después de una actividad recreativa que se había hecho en el barrio con juegos para los chicos, vino y me dijo: ‘Hoy me di cuenta que puedo ser feliz«, deslizó.

Ana remarca que otra de las claves que ha logrado buenos resultados en el trabajo social ha sido el tratamiento en equipos interdisciplinarios de las diferentes problemáticas. Muchas de las docentes aprendieron la lengua Qom, una de las comunidades más numerosas en el barrio junto con las familias provenientes de provincias del norte y países limítrofes. «Trabajamos desde la diversidad cultural. Por eso aprendimos a hacer artesanías con barro y arcilla. Además nos enseñaron a tejer como lo hacían sus ancestros originarios”, expresó.

Como parte del proyecto diagramado por el Plan Abre desde mediados de este año funciona un centro de salud, algo que Ana calificó como ”necesario en el barrio” y también se trabaja en el entubamiento del canal de manera que en un futuro cercano queden totalmente conectados Empalme Graneros con la zona de Cullen y Sorrento. «Se trabaja desde diferentes aspectos, como por ejemplo sacar la basura que rodea a la zona. Todavía me acuerdo que, cuando empecé, para llegar al jardín era necesario caminar entre la chatarra y los animales sueltos, algo que en el último tiempo fue cambiando” explicó la docente.

La única comida  

Como en muchas de las escuelas de los barrios carenciados de la ciudad, en el jardín también se ofrece un desayuno y una merienda- Se trata de un trabajo coordinado con los voluntarios de la misión franciscana María Madre de la Esperanza, la obra que lidera la hermana Jordán. «La demanda en los comedores del barrio es terrible”, advirtió la docente, y agregó: “Muchas de las madres nos encargan la tarea de que su hijo coma bien, porque saben que es la única comida que van a tener en el día”.

De acuerdo con su experiencia, Ana, observa que la necesidad de alimentos se incrementó exponencialmente durante este año, por lo que se necesitó reforzar las raciones. Aunque reconoce que suele haber épocas. «A comienzos del 2017 se veían colas de vecinos pidiendo comida, pero dejaron de verse a finales del año pasado y se recrudeció con todo a lo largo de este año», enfatizó.

Otra de las cuestiones que preocupan es la violencia de género. Es por esto que existen intenciones de, durante el 2019, armar talleres de empoderamiento de la mujer ya que muchas de ellas «se bancan los golpes y sostienen igual a su pareja. Encima, en muchos hogares son las mujeres las que salen a buscar el sustento porque sus maridos son alcohólicos”. En sintonía con esto, se incentiva a las madres de los chicos que terminen sus estudios. Al respecto, Ana aseveró que «hace unos días ayudamos a una mamá a terminar sus estudios secundarios y ahora tiene intenciones de seguir estudiando medicina en la facultad. Este tipo de logros nos requiere mucho tiempo y dedicación porque es necesario reafirmar permanentemente sus derechos frente al resto de la sociedad”.