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«Chimy» Ávila, de albañil en Empalme y jugar en Tiro Federal a figura en España


Pasó de ir a caballo a entrenar y de delinquir cuando vestía la camiseta del Tigre de Ludueña a reinventarse y brillar en Europa. Conocé su historia

Pasó de ir a caballo a entrenar y de delinquir cuando vestía la camiseta del Tigre de Ludueña a reinventarse y brillar en Europa. Conocé su historia

Por Santiago Ceron

No todos tienen las mismas oportunidades para triunfar en la vida: algunos tienen la posibilidad de estudiar y dedicarse a lo que los apasiona en un entorno favorable, otros tienen que batallar día a día para superar adversidades que muchos nunca enfrentarán. Por eso es que tanto se destacan las historias de quienes, más allá de las infinitas trabas que pone la vida, pueden avanzar y crecer. Una de esas historias es la de Ezequiel «el Chimy» Ávila.

Nacido en Empalme Graneros, su infancia no fue fácil. Él y sus seis hermanos fueron criados por su madre quien, al separarse de su padre, tuvo que hacerse cargo de sus hijos en soledad. Creciendo en un entorno de pobreza las oportunidades que brindaba la vida no eran muchas, y Ávila lo tenía bien en claro: «En mi barrio existían sólo tres caminos: el fútbol, el colegio o la delincuencia», dijo en una entrevista con La Liga.

Para no tomar el peor sendero, sus dos pilares fueron su familia y su esposa, con quien está desde los 14 años: «Ellos hicieron mucho, llega un momento en que la plata no aparece y te querés descarrilar».

Su debut como futbolista profesional llegó en 2010 en la B Nacional con la camiseta de Tiro Federal, de la mano del entrenador Andrés Rebottaro. Ese mismo año Ávila quiso seguir el mismo camino que varios jugadores argentinos y viajó a Barcelona, donde estuvo seis meses a prueba en el Espanyol, donde el DT era su coterráneo Mauricio Pochettino.

Ávila regresó y jugó en Tiro hasta 2014. Si bien ya era profesional, el dinero no alcanzaba y su familia seguía atravesando momentos muy difíciles, a tal punto que el «Chimy» ahorraba el dinero del colectivo e iba a entrenar a caballo. «Mis compañeros iban en un Bora o en un Vento y yo iba a caballo. Lo dejaba a dos cuadras y llegaba con mi bolsito».

La falta de dinero sumada a un entorno complicado lo empujaron a cometer errores: un día fue detenido intentando robar en la sede de su club, un hecho que sin dudas lo marcó y le trajo muchos problemas, dentro y fuera del deporte.

Además, el 2014 marcó el comienzo de una etapa muy dura para él: «Desde los 18 hasta los 20 estuve sin jugar al fútbol», contó. Como si fuera poco, tuvo que enfrentar una de las peores situaciones que puede ofrecer la vida: la enfermedad de su hija Luneila.

«Mi hija estuvo al borde de irse para arriba», contó «Chimy». Ella estaba internada en una clínica mientras Ávila trabajaba como albañil, por lo que los ingresos estaban lejos de ser suficientes, pero recibía la ayuda de la obra social.

Su hija se curó, pero cuando llegó el momento de darle el alta, no alcanzaba el dinero para pagar los gastos. Allí apareció el salvador del «Chimy», su representante Ariel Galarza: «Fue, sin que le digamos nada, y pagó todo».

Pero ese no sería el único gesto de su agente. Ávila llevaba dos años sin jugar profesionalmente y en su mente su futuro como futbolista ya no existía. Para muchos sería imposible retomar una carrera profesional estando ese tiempo fuera de las canchas, más aún en una etapa de mucho crecimiento.

Sin embargo, el futuro le deparaba otro camino al de albañil, y eso fue gracias a su representante Galarza, a Edgardo «Patón» Bauza y José «Camello» Di Leo. Después de años difíciles Ezequiel Ávila firmaba un contrato como profesional en San Lorenzo de Almagro, obteniendo una segunda oportunidad, de las que no abundan, para ser futbolista.

«En el barrio ya me estaba tirando por la opción de la delincuencia, de la mala vida», dijo Ávila, sin pelos en la lengua. Y por eso San Lorenzo no fue un club más: «Me dieron la oportunidad de hacer lo que amo y de formarme como persona».

De allí, fue todo en subida: la llegada al fútbol español con el Huesca, en donde consiguió el ascenso a La Liga siendo una de las figuras. Se quedó un año más, donde mantuvo su buen nivel, lo que lo llevó a ser comprado por el Osasuna, donde hoy es titular indiscutido y se empieza a asentar como uno de los jugadores de la máxima categoría del fútbol español.

De ir a caballo al entrenamiento, de la enfermedad de su hija, de dejar el fútbol para ser albañil; a hacerse un lugar en el fútbol europeo: esa es la historia del rosarino Ezequiel «Chimy» Ávila, un ejemplo de superación.