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Opinión

Charla de Candi e Inocencio: La moderna esclavitud argentina


-El autor del contrato social, Rousseau, decía que “todas las pasiones son buenas mientras uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan”. Y digo esto, mi buen Inocencio, porque he estado preguntándome si el ser humano argentino es verdaderamente libre, si es cierto que con la Asamblea del año XIII se abolió para siempre la esclavitud en el país. Y en las formas puede decirse que sí, que la esclavitud ha sido abolida, pero en el fondo sigue más fuerte que nunca.

-¿Tanto así?

-Y más también.

-¡Epa! ¿Qué fundamentos tiene?

-Un poder perverso, que no es solo político partidario, ha logrado desde hace mucho agudizar las pasiones políticas hasta dividir a la sociedad. Podríamos hablar en ese sentido de los principios de Maquiavelo, pero mejor vayamos a nuestro José Hernández y su consejo no escuchado por los argentinos. Recordará usted esos versos que dicen: «Los hermanos sean unidos / porque esa es la ley primera. / Tengan unión verdadera / en cualquier tiempo que sea / porque si entre ellos pelean, / los devoran los de afuera.» Y eso es lo que ha sucedido aquí, la división determinó y determina el sometimiento del ser nacional por parte de los de afuera.

-¿Solo los de afuera? ¿Y los de adentro?

-No se puede decir que estén adentro del ser nacional los traidores. Por eso el giro “los de afuera”, no se remite solo a los poderes internacionales, sino a los nacionales cipayos, entregadores y traidores a la Patria. Pero la esclavitud no está dada solo por este aspecto de la pasión exacerbada hasta el odio en algunos casos, sino por la manipulación mental mediante la que ha sido sometida mucha gente.

-¿La mente humana puede ser manipulada? Es decir: ¿es posible acomodar la mente de cualquier persona a las necesidades e intereses de otras?

-Por supuesto que sí. Los publicistas y periodistas conocemos mucho de esto. La mente de cualquier persona que no esté debidamente atenta, abierta y esclarecida, puede ser moldeada. Por eso un periodista un publicista, deben ser ante todo un ser éticamente correcto. La palabra es poderosa, salva, hiere y destruye.

-¿Cómo es posible acomodar la voluntad de una persona a intereses propios?

-Mediante palabras, colores, tonos de voz, imágenes, posturas, gestos, sonidos, repeticiones de conceptos e ideas que son enviados directamente al subconsciente. Es decir, a veces no son mensajes directos que puedan ser captados de forma instantánea por el consciente, sino “elementos subliminales” que van a parar directamente al subsuelo de la mente, poderoso subsuelo, que maneja todo lo superficial y proverbial (consciente).

-Algo muy utilizado por los políticos, por los regímenes políticos, en complicidad con medios hegemónicos.

-Claro. Hay una teoría que yo llamo de las “tres m” y que consiste en la “manipulación de la mente de la masa”. La empleó con singular éxito Göebbels durante el régimen Nazi. Sólo así se explica que el pueblo alemán no reaccionara ante tamaña barbaridad perpetrada. A tal punto se había perfeccionado la maquinaria propagandística, que a lo aberrante se le daba un marco legal, de modo que la sociedad estaba convencida de que lo que perpetraba el régimen era correcto y legal.

-¡Legal, pero no justo!

-Sin dudas. Por eso cuando un funcionario diga “estamos en el camino correcto”, usted no se quede con estas palabras. Acuérdese de lo que dice el Evangelio, fuente de sabiduría: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” ¡Los frutos, los resultados, Inocencio! Eso es lo que vale, todo lo demás es cartón pintado, alimento vano para pasiones desbocadas de las que se nutre el poder maléfico. Todo lo demás es bueno solo para la moderna esclavitud argentina, que está dada por: las pasiones llevadas al odio; la presión tributaria asfixiante para alimentar a los poderosos; la trata de personas; el desempleo; la pobreza; el hambre; la falta de adecuada educación; la ausencia de dignos y adecuados servicios de salud; el narcotráfico y todas aquellas cosas que, como el delito, hacen a la vida del  ser humano una pesadilla y no un dulce sueño.