Opinión

Charla de Candi e Inocencio: El demonio es el sistema


 

-Hay personas, mi querido Inocencio, que pasan por esta vida sin haber puesto la mirada en lo importante y se lo pierden. Hay otras que sabiendo no obstante que hay algo determinante en la vida, las luminarias falsas del mundo las atrapan y les impiden ser lo que deben ser y hacer lo que es adecuado para sus vidas y para las de los demás. Y es cierto, también hay otras personas que quieren vivir lo importante y no pueden, no las dejan. De éstas hablaré al final de la charla.
-Saber ver, saber pensar, saber obrar.
-Así es. En definitiva, saber vivir. No es fácil, porque la naturaleza del ser humano ha sido contaminada por la cultura del mal, de lo frívolo, de lo vano. Se toma como verdad lo que es falso; como real, aquello que es una ilusión que al final se desvanece. Está bien gozar de las cosas del mundo, lo que es un error dejar atraparse por esas cosas y pasar a ser un esclavo de ellas. Una persona que sin necesidad y por interés presta más atención a seres abyectos, convive con ellos y acepta sus términos, termina siendo como ellos y pierde la oportunidad de vivir; una persona que por el deseo de acrecentar su fortuna, su gloria o su poder, trabaja de sol a sol y le quita tiempo a sus afectos que lo esperan mientras con frecuencia desesperan, es un ser condenado aunque crea que ha alcanzado el éxito. Una persona que no busca el amor, no encontrará nada y su vida será un vacío.


-Todos, de una forma o de otra, nos dejamos atrapar por el sistema, la serpiente. A veces no tenemos otra alternativa, pues si no entramos en su juego somos excluidos.
-Eso es cierto. Y ahora voy al caso de esos seres que quieren vivir la verdad y no los deja el sistema, el demonio. Una madre que debe salir a trabajar de forma desmedida porque el sueldo de su esposo no alcanza, que además debe hacer horas extras o trabajar sus francos porque aun cumpliendo con el horario ordinario la vida se hace casi imposible, es una persona cautiva del sistema. Y aun cuando podría liberarse, (resignando horas de trabajo, por ejemplo) esa libertad significaría privaciones y sufrimiento. Yo siempre he sostenido, desde muy joven, que tanto el hombre como la mujer tienen derecho al trabajo voluntario y que en una familia papá y mamá, trabajando ocho horas cada uno, como máximo, con dos francos semanales o tal vez tres, deberían vivir de manera muy cómoda, sin deudas, no solo con todos los derechos satisfechos (¡todos!) sino con un caudal de dinero suficiente para el ocio y para el ahorro. En una familia en la que la madre decidiera no trabajar y quedarse a gerenciar el hogar, con las ocho horas de trabajo del padre de familia debería bastar para que el grupo viviera con dignidad y con todos los derechos garantizados, ¡todos!, incluido el derecho al ocio y sus alternativas. Pero esto no ocurre porque la riqueza está en manos de unos pocos. Inmensas, incalculables riquezas. Esto no ocurre, mi querido amigo, porque cifras de dinero imposibles de imaginar se gastan en guerras y artefactos bélicos.
-Es muy cierto
-El mundo está manejado por el Anticristo y sus agentes, créame. Los creyentes no esperen por el momento al Anticristo de carne y hueso, él ya está aquí con forma de “sistema”, rodeados de personas y organizaciones que son sus seguidores. Ahora, esa mamá, ese papá, ese hijo, ese ser humano común que es explotado por el demonio-sistema, tiene la oportunidad de tomar conciencia de que esa vida le es impuesta, que tal circunstancia no es justa, que el sistema es un monstruo que tiene sus “representantes malignos” que hacen su voluntad. Y esto es importante, Inocencio: lo que no puede hacer el sistema es robar la libertad a la persona para informarse, porque así como hay un Anticristo (poder oculto) y medios de comunicación que le sirven, también hay gente que trabaja para desenmascararlo. Hay que buscar la verdad, porque como dijo Jesús: “la verdad los hará libres”. Hay que buscar, leer, informarse, reflexionar, pensar y comprometerse. No hay que cerrarse ni fomentar la división; no hay que cultivar el odio, el fanatismo, ni la violencia moral o física. Porque esas cosas lo convierten a uno, a veces sin saberlo, en absurdo y tonto seguidor del diablo, de los agentes que pisan la cabeza del ser humano inocente y bueno; perversos que aniquilan hermanos animales, que destruyen el planeta y a muchas criaturas. Malignos seguidores de este “demonio-sistema” que mata, literalmente mata, de diversas formas.