Antes de cada Mundial, el país anfitrión se lanza habitualmente a una carrera contrarreloj para que estadios e infraestructuras estén a tiempo. Pero Catar, que acogerá el gran torneo del fútbol en 2022, lleva adelantados los preparativos, a pesar de su aislamiento diplomático.
«No queremos estar terminando de pintar cuando los hinchas lleguen a nuestro país», declaraba hace un año el ministro de Finanzas del pequeño emirato, Ali Sharif Al Emadi.
Teniendo en cuenta que el país del Golfo Pérsico invierte 500 millones de dólares (430 millones de euros) por semana en las infraestructuras del Mundial, parece poco probable que los cataríes tengan problemas en cuanto a los plazos.
A cuatro años y medio del inicio de la competición, de los ocho estadios que deber ser construidos o renovados, uno de ellos -el Khalifa International Stadium de Doha- ya está operativo y acogerá en 2019 el Mundial de atletismo.
Otros dos recintos, los estadios Al Wakrah y Al Bayt, deberían estar terminados antes del final de este año e inaugurados oficialmente en 2019, mientras que las obras del Lusail Stadium (80.000 espectadores), donde tendrán lugar el partido de apertura y la final, van a buen ritmo.
Incluso todas las obras en Doha van por el buen camino. El primer metro, de un coste de 36.000 millones de dólares, debería abrir en 2019 y nuevas carreteras, hoteles, museos e incluso nuevos barrios han ido ya convirtiéndose en realidad, incluido el proyecto faraónico de Lusail, estimado en 45.000 millones de dólares.
Todo ello pese a que hace 13 meses Catar fue noticia por una cuestión muy delicada: Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y sus aliados rompieron toda relación diplomática con Catar, lo que suscitó enormes interrogantes sobre si el país podría acoger el torneo de 2022 respetando los plazos. Pero la potencia energética del emirato, que permite contar con grandes recursos, ha hecho que ello no tenga efecto por ahora.
Fan zones y barcos de crucero
El embargo, vigente desde el 5 de junio de 2017, interrumpió la llegada de materiales desde Arabia Saudí y Emiratos, pero Catar encontró rápidamente una solución importándolos desde Malasia y China.
Cuando se sugirió que Catar no dispondría de las 60.000 habitaciones de hotel requeridas por la FIFA, el emirato aseguró poder acoger a los 1,5 millones de hinchas en hoteles, apartamentos e incluso hasta en barcos de crucero.
Respecto a las selecciones participantes, no se sabe si todas podrán alojarse en el país.
Como ayuda, Irán propuso acoger a algunas delegaciones en la isla de Kish, situada frente a Catar, en el Golfo Pérsico. Todo dependerá también del número de equipos que jueguen el torneo, 32 ó 48, algo que la FIFA todavía no decidió.
Habrá fan zones oficiales y perímetros en los que los aficionados podrán beber alcohol. Catar, un país musulmán conservador, autoriza el consumo de alcohol bajo ciertas condiciones.
Para asegurar la seguridad del torneo y combatir a los hooligans, el país estará apoyado por fuerzas del orden de países extranjeros, con la misión de conseguir «el Mundial más seguro» de la historia.
El año pasado, Catar compró aviones de combate británicos por 8.000 millones de dólares y está pensado que patrullen por los aires del país durante la competición.