Con motivo de un nuevo aniversario del Día de la Independencia Argentina, el monseñor Emilio Cardarelli, vicario general del Arzobispado de Rosario, realizó una invocación religiosa realizando mención especial al Acta de la Independencia de 1816. A continuación, las palabras del dignatario eclesiástico:
«Nos congrega hoy un nuevo aniversario de la proclamación de nuestra independencia realizada por el Congreso del año 1816, que selló la obra del 25 de mayo de 1810, por lo que podemos afirmar que el 9 de julio es el centro de la historia argentina.
Es en el Acta de la Independencia del 9 de Julio de 1816 donde “los representantes de las Provincias Unidas en Sud América” reunidos en el Congreso de Tucumán manifestaron la voluntad unánime de “romper los violentos vínculos que las ligaban a los Reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”.
Diez días después, el 19 de julio los diputados del Congreso de Tucumán que seguía sesionando (continuó haciéndolo hasta 1820) agregaron al texto y a la fórmula del juramento de la Declaración de la Independencia, la frase: “y de toda otra dominación extranjera”.
Los veinte laicos y los trece sacerdotes congresistas de Tucumán tomaron todas las precauciones ante la amenaza que para que la Independencia de las Provincias Unidas en Sud América suponía la invasión portuguesa en la Banda Oriental; efectivamente, después de España, Portugal era en ese momento histórico una potencia que representaba una amenaza política y militar de “dominación extranjera” para nuestros patriotas.
Pero además, la otra potencia con pretensiones de injerencia y dominación en la región que abarcaban en ese momento las Provincias Unidas en Sud América era Inglaterra quien había incursionado militarmente sin suerte en las invasiones de 1806 y 1807.
La experiencia del fracaso militar delineó el principio fundamental que habría de regir la política del Foreign Office para Sudamérica: fomentar el cambio revolucionario en América, aprovechando el interés de algunos sectores nativos por emanciparse de la tutela española. Inglaterra sólo intervendría como auxiliar y protectora a cambio de beneficios para su comercio ultramarino.
El político y funcionario inglés Charles Canning al referirse a la independencia de los Estados americanos, que Gran Bretaña había reconocido, sentenció: “La cosa está hecha, el clavo está puesto, Hispanoamérica es libre; y si nosotros no desgobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa”.
La estrategia inglesa deja en claro que el peligro de “dominación extranjera”, sobre el que advierte el agregado a nuestra Declaración de la Independencia de 1816, no tenía que basarse, necesariamente, en la conquista territorial.
Hoy sentimos que es necesario recordar las palabras de Nicolás Avellaneda, en referencia a los congresistas de Tucumán: quienes se emanciparon de su rey, tomaron “todas las precauciones para no emanciparse de Dios y de su culto”, ellos sabían que estas emancipaciones abrían la puerta a nuevos sometimientos.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Dios y Padre nuestro, en presencia de las autoridades civiles, militares y de las fuerzas de seguridad, del cuerpo consular presente en nuestra ciudad, de representantes de otros cultos, de los ex combatientes de Malvinas, de los abanderados de nuestras escuelas… te damos gracias por la sabiduría y el coraje de los prohombres que participaron del Congreso de Tucumán.
Padre nuestro no permitas que hoy caigamos en la tentación de emanciparnos de Ti, que eres el Dios de la vida, rechazando tu ley que también está escrita en nuestros corazones; que comprendamos que sólo cuando aceptamos depender de Ti somos verdaderamente libres; libres del encantamiento de los sofismas, de la seducción del error o de las situaciones de coyuntura que nos llevan a vivir bajo el engaño de una falsa libertad que no sólo nos separa de Ti, poniendo en riesgo nuestro destino eterno, sino que también fomenta la cultura de descarte entre los hermanos y muchas veces, hoy en día, termina sometiéndonos a los dictados del poder financiero mundial que quiere imponernos su manera de entender la vida, la familia, las relaciones laborales, el destino de los más vulnerables.
Clamamos a Ti para que nos enseñes los caminos para aprender a respetar la vida de cada argentino, de punta a punta, a cuidarla, a defenderla y a servirla.
Enséñanos a respetar la vida, porque la vida, Padre porque es puro don tuyo, por eso es sagrada.
Dios nuestro, sabemos, como hace años nos los dijo el hoy Papa Francisco, que no siempre es fácil recibir la vida como viene, porque a veces se presenta en contextos conflictivos y angustiosos; sin embargo, siempre es posible cuidarla y defenderla.
Enséñanos, Padre, a ser servidores de la vida, creando circunstancias aptas para su venida y su plenitud en cualquier etapa de su desarrollo.
Danos Dios fiel misericordioso, la capacidad de recibir con los brazos abiertos a todos aquellos que han sido invitados al banquete de la vida en esta tierra bendita del pan, preparando para ellos una casa digna de ser habitada, una Patria más justa, más fraterna y más humana.
Estas intenciones te la hacemos llegar por los méritos de Jesucristo, Nuestro Señor y por la mediación maternal de Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra Patria, que ayer desde su Santuario Nacional, junto a nuestros Obispos de todo el país, ha vuelto a decirnos: “Argentina, canta y camina”. Amen
El Señor nos bendiga, nos proteja y nos lleve a la vida eterna. Amen»