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«Canción Animal»: 30 años del disco con el que Soda dio el gran salto


Esta semana se cumplen tres décadas de un antes y un después en la mítica banda argentina

Hace 30 años, Soda Stereo dejaba de lado los característicos sonidos de los 80 y apostaba a formas más orgánicas que reconocían las influencias de los años 70 con la edición de «Canción Animal», el quinto disco de estudio, que lejos de inaugurar una instancia nostálgica a nivel musical, actuó como una suerte de envión para la etapa «sónica» que llegaría con su posterior producción.

Considerado el mejor disco del trío, y con índices de popularidad elevados, sobre todo por el hit «De música ligera», esta placa lanzada el 7 de agosto de 1990 presentó como nunca a la banda eludiendo artificios, para ofrecer una interpretación de una crudeza impensada, de acuerdo a sus trabajos anteriores.

«´Canción Animal´ era orgánico. Era una vuelta al rock y al tocar de verdad. Es muy tocado. Hay mucha necesidad de música instrumental. Son introducciones largas y recién entra la voz como al minuto, los estribillos aparecen tarde, temas cortos sin ser hits comerciales», definió a Télam la baterista Andrea Álvarez, quien colaboró con las percusiones en esa etapa de la banda.

Tras los primeros pasos del trío conformado por Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti, marcados por la new wave y su posterior viraje a un sonido pop más electrónico, este disco parecía saldar deudas pendientes con influyentes bandas como Pescado Rabioso, Vox Dei y Color Humano.

En ese clima pincelado por los riffs de guitarra y la psicodelia, emergen temas como «En el séptimo día», «Sueles dejarme solo», «Entre caníbales», «Un millón de años luz», «Cae el sol», la canción que da título al álbum, «Hombre al agua», el mencionado gran hit y «Té para tres», de marcado corte spinetteano.

Para la ocasión, el trío se reforzó con la percusionista; Fabián «Tweety» González, en teclados; y el Gonzo Palacios, en saxo; una formación que comenzó a moldearse poco antes, cuando se grabó una nueva versión de «Languis» y la canción «Mundo de quimeras», que antecedió al quinto disco.

Andrea Álvarez aseguró que «Gustavo ya estaba craneando `Canción Animal´ cuando presentó `Languis´» y señaló que siempre solían aparecer señales en distintos sentidos que marcaban el rumbo que tomaría el artista en sus próximos pasos.

«Él craneaba como cambiar. Hacía viajes y venía con ropas distintas. Al principio, te reías pero él tenía la posta. En ese momento no lo entendía, pero si él lo hacía, era la posta», graficó la baterista.

Grabado en Miami, en sesiones a las que Álvarez recuerda como «muy fluidas, con mucha camaradería», sobre todo porque Cerati ya contaba con una idea clara de acuerdo a lo mostrado en los demos, el disco está marcado por dos personas muy cercanas al líder en aquellos días: su novia Paola Antonucci y Daniel Melero, con quien tenía una fuerte conexión artística.

En tal sentido, la puesta en primer plano de lo corporal, sin tantas histerias como las mostradas en trabajos anteriores, no era más que un reflejo de la relación sanguínea que mantenía Cerati con su pareja de entonces.

Más etérea parecía la conexión con Melero, de acuerdo a la descripción realizada por Álvarez: «Gustavo estaba en un viaje propio con Melero. Era como un apoyo hasta místico, digamos. Gustavo lo necesitaba para certificar su creencia».

Como suelen marcar las leyendas de casi todos los grandes hits de la historia, «De música ligera» fue ese obvio potencial suceso que pareció haberse colado en el disco como pidiendo permiso y perdón por su simplicidad.

«A esa canción, Gustavo la vivía como con culpa de hacer un hit. No iba a quedar y quedó. Me acuerdo cuando me mostró los demos, él explicaba tema por tema con mucha pasión y detalle. Y cuando llegó esa canción me la presentó como una composición fácil, un poco superficial. Era como si estuviera pidiendo perdón», contó la percusionista.

Precisamente, esa canción terminó imponiéndose como el gran clásico de Soda Stereo, una leyenda que se alimentó aún más cuando el grupo la interpretó como cierre del último show de su carrera, en una versión coronada por el famoso «Gracias totales» expresado por Cerati.

Así como la grabación del disco fue rápida y fluida, los ensayos posteriores para la gira de presentación oficial, en la sala ubicada en Sucre y Rómulo Naón, en el barrio porteño de Belgrano, fueron «intensos y agotadores», según recuerda Álvarez.

Sin embargo, acaso una vez más, el líder del grupo vislumbraba que el fenomenal momento que atravesaba el grupo ameritaba presentaciones en vivo que estuvieran a la altura de su fama. Los multitudinarios y recordados shows en Vélez Sarsfield fueron la prueba del nivel de excelencia que había alcanzado el trío. Era hora de dar un nuevo paso hacia delante.