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Camino Muerto, un barrio de Granadero Baigorria marginado por la política


Foto: La Garganta Poderosa

Los vecinos piden insistentemente un plan de urbanización. "Las necesidades que tenemos son tan básicas como el agua, el alumbrado público y un mejorado en las calles", dijo Fiamma a CLG

Fiamma Flores es una vecina y madre de cinco hijos del barrio Camino Muerto de Granadero Baigorria y dialogó con CLG para dar a conocer la situación en que se encuentran los vecinos del lugar. La mujer manifiesta que ya han realizado reclamos a las autoridades.

Ella y su familia, como otras 350 que habitan en esta zona olvidada del mapa baigorriense, exigen hace varios años la urbanización de un barrio que lleva su nombre por la cercanía con los cementerios locales.

Fiamma hace 8 años que llegó allí. El barrio se encuentra con calles sin asfaltado ni ripios, con un alumbrado público que brilla por su inexistencia y con la mitad de la población de la zona careciendo agua potable. De todas formas aclara que el reclamo tiene más de 70 años.

“Estamos totalmente en el olvido porque las necesidades que tenemos son tan básicas como el agua, el alumbrado público y un mejorado en las calles”, contó con preocupación Flores ante CLG.

Pero apareció la lluvia, la tan necesaria para las islas del Paraná, la tan perjudicial para este grupo de vecinos: “Cada vez que llueve esto es un chiquero y es inhabitable”, sentenció.

Foto: La Garganta Poderosa

 

La semana pasada Rosario y el Gran Rosario sufrió una lluvia que no fue abundante pero sí intensa. Eso ya es motivo para dejar expuesta las falencias en el barrio: “Hace cinco días que no llueve y todavía tenemos charcos de agua en las calles y no se puede pasar ni con autos, ni bicicletas ni caminando”.

“Estamos atrapados”, agregó y evidenció una situación particular que atraviesa a su familia: “A mi abuela le agarró un ACV hace un mes y quedó cuadripléjica, por lo que no se va a poder quedar en el barrio porque no puede entrar una ambulancia, ni usar una silla de ruedas ya que no tenemos veredas ni calles para circular”.

El barrio es tranquilo, común, con vecinos luchando por una urbanización y con la vía del tren que contrasta la vida de unos y de otros. “Del otro lado está la vida”, resumió la mujer y explicó su frase sencillamente: “Allá tenemos vida, tenemos dispensario y están las escuelas”. Los pequeños rieles nacen en la Ruta 11 y atraviesan la ciudad hasta la puerta del Cementerio Unión Hebraica Paganini.

Foto: La Garganta Poderosa

 

De un lado Camino Muerto, donde se sostiene con el aporte de los vecinos que deciden poner un kiosko o prender sus lámparas cuando cae la noche para alumbrar el barrio que se ve desamparado por la falta de alumbrado público.

Cruzar esa vía está llena de estigmatización remarcó Fiamma: “Y no es por la inseguridad sino por el modo en que vivimos, todo es muy precario”.

Flores y los vecinos lo tienen en claro: no quieren ser trasladados, sólo piden la urbanización del barrio. “Si tenemos que pagar luz y agua como se debe lo vamos a hacer, lo único que necesitamos es que se urbanice”, afirmó la vecina.

La urbanización no está lejos. A 600 metros de Camino Muerto se está remodelando una avenida del barrio Nuestra Señora de la Paz, pero para la mujer “es una burla”. Sin embargo, la obra pública se frena en la vía.

Hace muchísimos años que una parte del barrio tiene agua potable porque pusimos plata entre nosotros, nos conectamos porque estamos cansados de pedir agua y nunca la dieron. Estuve seis años sin agua potable y eso costó la salud de mis hijos. Sin embargo, mucha gente sigue sin agua con dos tanques comunitarios y acarreando agua”, retrató con crudeza Fiamma Flores, que subrayó: “Estamos en plena pandemia y nos piden que nos quedemos en casa y algunos no tienen ni agua”.

Foto: La Garganta Poderosa

 

Ir a la escuela es otro tema. No importa la presencialidad o la virtualidad. Cuando está permitida la primera, caminar hacia los establecimientos cuando llueve o ya dejó de hacerlo es una complicación, “los chicos que van llegan tapados en barro y algunos no van porque no pueden salir de sus casas”, así las aulas quedan aún más lejos. No obstante, con el coronavirus mediante, las clases pasaron a una pantalla y allí hay otro inconveniente: la conectividad. “Muchos no están pudiendo cursar porque no hay conectividad, se juntan dos o tres chicos con el teléfono de una mamá que tiene crédito, sin embargo otros no lo hacen porque no tienen internet”, relató Fiamma y denunció que aunque tienen una central de wifi estatal no funciona.

En el barrio funciona una olla popular donde varias mujeres cocinan para las 350 familias y que se sostiene entre los vecinos con la ayuda de la agrupación La Garganta Poderosa y las donaciones de privados. Para colaborar se pueden contactar con Fiamma al 341-2622199.