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Bolsonaro se queja de que gobernar no es fácil y anuncia cambios en el gabinete


El presidente de Brasil confirmó que el lunes nombrará sus nuevos hombres de confianza y dijo: "No le recomiendo mi cargo a ninguno de mis amigos"

Por Pablo Giuliano – Télam, corresponsal en Brasil

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, afirmó hoy que gobernar la mayor economía latinoamericana es más difícil de lo que pensaba y anunció un cambio de gabinete como forma de relanzar su gestión con más participación del ala de la llamada política tradicional que controla el Congreso, un sector fundamental para bloquear un juicio político, sobre todo luego de amenazar con no reconocer una derrota en las elecciones de 2022.

«Estamos trabajando en un pequeño cambio de gabinete el próximo lunes, para poder seguir administrando Brasil. Tenemos una responsabilidad enorme. Yo sabía que el trabajo no iba a ser fácil, pero realmente me doy cuenta que es muy difícil. No le recomiendo mi cargo a ninguno de mis amigos», dijo Bolsonaro a la radio oficialista Jovem Pan.

Todas las fichas para evitar el hundimiento de su Gobierno -ahora con denuncias de corrupción vinculadas a los militares del Ministerio de Salud en la compra de vacunas, además de múltiples pedidos de juicio político- están depositadas en la asunción como jefe de gabinete de Ciro Nogueira, senador presidente del conservador Partido Progresista (PP), que domina el sector llamado «Centrao», la mayoría de derechas del Congreso a la que se alió Bolsonaro el año pasado.

La reforma ministerial no fue detallada por Bolsonaro pero puede generar un impacto político grande de cara a su aspiración de reelección en 2022: reducir las formas de «régimen militar» que adoptó la gestión y mostrar menos rechazo a las políticas sociales, erosionando, tal vez, parte de los superpoderes del ministro de Economía, Paulo Guedes.

Nogueira es el hombre fuerte de la política de este posible Gobierno y en caso de asumir desplazará al general retirado Luiz Eduardo Ramos, uno de las figuras que alimentó la imagen del Palacio del Planalto como una suerte de cuartel militar, con los uniformados al frente del Gobierno como no ocurría desde 1985, con el fin de la dictadura.

Nogueira y el PP forman parte de los oficialismos desde 1994: incluso esa fuerza es la más involucrada en la corrupción del escándalo Lava Jato, ya que un gerente de Petrobras confesó que recaudaba sobornos para ese partido.

Fue aliado de Fernando Henrique Cardoso, de Luiz Inácio Lula da Silva y de Dilma Rousseff en el presidencialismo de coalición que parecía haberse muerto con la elección de Bolsonaro, pero que regresó para darle más volumen político y diálogo a un perfil francotirador del excapitán que es el jefe del Ejecutivo.

Bolsonaro se encuentra en el piso de su popularidad, 24%, y tres cuartos del país lo considera, según Datafolha, incapaz de gobernar.

Además, Datafolha y otras encuestas lo dan a Bolsonaro derrotado en primera y segunda vuelta ante Lula, expresidente entre 2003 y 2010, y líder del Partido de los Trabajadores (PT).

Es por eso que alienta el fantasma del fraude en las urnas electrónicas -por ahora sin pruebas-, y llegó a decir que no reconocería una derrota porque, según su visión, podría haber fraude.

Entre insultos a los jueces del tribunal electoral que lo desmintieron, Bolsonaro muestra un comportamiento a lo Donald Trump. La comparación no es exagerada: el mandatario brasileño no reconoció a Joe Biden y apoyó las teorías de fraude de Trump durante varias semanas, incluso cuando el resto del mundo ya había saludado al demócrata.

La caída de la popularidad de Bolsonaro no solo se explica por los dramáticos resultados de su gestión de la pandemia, sino también porque comenzó a ser investigado por la Policía Federal, por orden del Supremo Tribunal Federal, por prevaricato y ocultar a las autoridades informaciones sobre posible corrupción en el caso de la compra fraudulenta de vacunas Covaxin por parte del Ministerio de Salud.

El escándalo fue destapado por la comisión de investigación abierta en el Senado, que encontró una disputa por negocios entre militares y personas vinculadas al ala política dentro del Ministerio de Salud.

Con los militares enlodados en casos de corrupción, el ala política busca ganar con Nogueira la Casa Civil, el ministerio coordinador, y también la agenda económica, monopolizada hoy por el superministro Guedes.

De cara a la reelección y al galope de la crisis económica pre y pospandémica, Bolsonaro puede restituir el Ministerio de Trabajo y Previsión Social, extinto por la llegada de los ultraliberales de Guedes.

Y si hace eso, en ese ministerio puede recalar Onyx Lorenzoni, secretario de la Presidencia, cargo al que iría el hoy jefe de ministros Ramos.

El peso del PP en el oficialismo comenzó a hacerse evidente con la elección en enero como presidente de la Cámara de Diputados de Arthur Lira, quien tiene cajoneados 123 pedidos de juicio político contra Bolsonaro.

El excandidato presidencial y exintendente de San Pablo Fernando Haddad, del PT, afirmó que el sector del Congreso que asumirá el comando del Gobierno con el cambio de gabinete es «el atraso».

«Esa gente estará en la base de Bolsonaro hasta el fin porque ahora son actores principales luego de haber sido actores de reparto. Estamos yendo hacia la playa del pasado», afirmó Haddad, quien puede ser candidato a gobernador de San Pablo, si Lula decidiera ir por la presidencia el año próximo.

El PP que preside Nogueira ya ofreció el partido para que se afilie Bolsonaro para su reelección.

El mandatario perteneció como diputado durante 12 años al PP, pero en su campaña electoral presidencial lo combatió y hasta llegó a calificarlo como la «vieja política».

En caso de que Nogueira, empresario del estado nordestino de Piauí, asumiera como jefe de gabinete, en el Senado asumirá en su banca la suplente. Nada menos que su madre, Eliane.