Opinión

Argentina: la triste historia que muchos soportan y otros defienden


Aquella imagen de tres personajes de los dos espacios políticos dominantes dando la idea de “unidad en la diferencia” ha quedado como un recuerdo. Opinión de Carlos Duclos

Por Carlos Duclos

Otra vez el bochorno político, otra vez el enfrentamiento entre la dirigencia (enfrentamiento que para desgracia de la Patria se derrama hacia abajo y se consume y emula en muchas porciones de la sociedad) y otra vez la llamada “grieta”, viva y coleando, mientras los argentinos deben soportar como pueden una crisis sanitaria y económica con escasos precedentes en las últimas décadas.

Oficialistas y opositores se han enfrentado esta vez en la Cámara de Diputados. Los primeros sesionando virtualmente, los segundos exigiendo sesión presencial. La oposición sospecha que la modalidad “remota” o vía zoom, allana el camino para la aprobación de una reforma judicial que, según dicen, no solo beneficia a dirigentes políticos bajo proceso, sino que implica un gasto extraordinario en más designaciones.

Lo cierto es que ambos bandos presentan algunos argumentos que justifican sus razones, pero ninguno parece tener en cuenta la delicada situación social del país en donde un virus ataca y pone de rodilla la vida de los argentinos; en donde una economía que está más caída que caminando angustia a casi todos y en donde, como si no bastara, hay una situación social signada en general por la ola de robos, hurtos, homicidios, impunidad y una serie de situaciones que impiden a la gente vivir en paz. No tienen en cuenta que el país no está para peleas.

 

“Hoy un juramento
mañana una traición”

 

Pero no solo la Cámara de Diputados es el “teatro de operaciones”, todo va más allá. Aquella imagen de tres personajes de los dos espacios políticos dominantes dando la idea de “unidad en la diferencia”, el presidente Fernández, el jefe de gobierno porteño, Rodríguez Larreta y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Kicillof, ha quedado como un recuerdo, se acabó. Como dice el tango: “hoy un juramento mañana una traición, amores de estudiantes flores de un día son”. Claro que las consecuencias de este divorcio siempre las pagó y las paga el pueblo.

La cúspide de esta ruptura se produjo cuando el presidente Fernández dijo en Santa Fe que «Argentina dice ser un país federal, pero es profundamente unitario; Buenos Aires es una ciudad que nos llena de culpa por verla tan opulenta». Si bien esto históricamente es muy cierto, el expresarlo ahora en medio de una situación política delicada y con sabor a destinatario, y cuando un opositor como Rodríguez Larreta, es más amigo del consenso que de la contienda y enfrenta por ello mismo críticas en su propio espacio, parece haber sido un error discursivo (o una necesidad política). Y vino la réplica: “no me quiero enganchar en discusiones que no sean constructivas, (dijo Rodríguez Larreta) ahora si en la Capital nos ha ido bien, yo creo que lo que tenemos que buscar es nivelar para arriba. Si la Capital se pone como ejemplo, que en todo el país se trabaje para lograr un mismo nivel de desarrollo, creo que ese es el esfuerzo que tenemos que hacer todos, y eso necesita un consenso».

La cosa es que el año
próximo hay elecciones

 

Lo cierto es que todas estas contiendas verbales, que son reflejo de necesarias acciones que no se cumplen en favor de la sociedad, responden a un hecho: el año que viene hay elecciones y la campaña parece haber comenzado. De unidad y acuerdos para levantar al país de la crítica situación en que se encuentra… poco. De chicanas… mucho. Y los enfrentados son los mismos de siempre, las mismas caras de todos los signos que en las últimas décadas han hablado mucho, prometido más, pero que en los hechos solo han logrado estándares de vida paupérrimos y que solo no ven los cegados por el vano fanatismo. Mientras, señoras y señores, los actores que se pelean en el escenario charlan en el camarín, porque pareciera que al fin y al cabo tienen el mismo interés: el poder.

En este triste marco de divisiones, hay una pandemia, una crisis sanitaria que tiene a los pacientes mal y a los médicos extenuados y pidiendo socorro, mientras una buena parte de la dirigencia y de la sociedad no entiende que no se puede politizar la salud y que no debe haber ni anticuarentena ni cuarentena, sino medidas necesarias para preservar la salud de todos.

Mientras «ellos» (los unos y los otros) disputan en escena, la realidad devora a los argentinos y subyace una pregunta: ¿No es hora ya de que esta obra y sus actores salgan de la cartelera y se de paso a nuevos protagonistas, nuevas obras, en donde el bienestar sea una realidad no solo para los actores sino para todo el público? Desde hace décadas no hay políticas de Estado que eleven el nivel de vida de los argentinos, solo abundan parches. Desde hace décadas no hay inversiones genuinas que multipliquen las fuentes de trabajo. Desde hace décadas impera el desorden, el “vale todo”, y  el “arreglate como puedas” es cultura nacional. Desde hace décadas se cree que una escasa ayuda para seguir en la pobreza es la realización humana. Triste historia que muchos soportan y otros defienden.